Dr. Horacio Krell*
Aprender a pensar desde la filosofía significa desarrollar un pensamiento crítico que nos permita ver el mundo con mayor claridad, cuestionar nuestras creencias y actuar con mayor sabiduría. Esta práctica se vuelve esencial en un mundo lleno de distracciones, donde las emociones, las creencias no cuestionadas y las expectativas sociales muchas veces nublan nuestra percepción de la realidad.
El poder de cuestionar nuestras creencias
Una de las bases del pensamiento filosófico es la capacidad de cuestionar nuestras propias creencias. Como señalaba Epicteto, “no nos perturban las cosas, sino las opiniones que tenemos de ellas”. Esta afirmación nos recuerda que no son los hechos en sí mismos los que generan sufrimiento, sino la interpretación que les damos.
Cuando aprendemos a examinar nuestras creencias, las enfrentamos como hipótesis y no como verdades absolutas, lo que nos permite ver los problemas desde una nueva perspectiva. Así, podemos desapegarnos del «qué dirán» y vivir guiados por la razón y la virtud.
La realidad vs. la percepción
La percepción no es lo mismo que la realidad, aunque para muchas personas lo percibido sea lo más importante.
La mente humana está condicionada por filtros emocionales y experiencias pasadas que nos hacen ver el mundo de manera subjetiva. Por ello, aprender a pensar filosóficamente implica ser conscientes de este sesgo y distinguir lo que es real de lo que simplemente parece serlo. Al hacerlo, logramos un cambio productivo en nuestra vida, ya que somos capaces de vivir con serenidad, independientemente de las circunstancias externas.
Vivir el presente sin dimensionar el valor del día a día es uno de los grandes problemas de nuestra era. Muchas veces actuamos como si fuéramos eternos, postergando decisiones, experiencias y acciones, lo que nos impide apreciar el valor del «ahora».
El pensamiento filosófico nos invita a reflexionar sobre la temporalidad, recordándonos que si bien no podemos controlar los eventos externos, siempre tenemos el poder de modificar nuestras respuestas ante ellos.
El desafío de afrontar la adversidad
En la vida, las dificultades son inevitables. En lugar de evitarlas o desesperarse, el pensamiento filosófico nos enseña a enfrentarlas con fortaleza y serenidad, lo que fortalece nuestra resiliencia.
Como en la filosofía estoica, las adversidades son vistas como oportunidades para crecer. Vivir una vida sin problemas sería estéril y aburrido; las dificultades nos impulsan a aprender, a salir de nuestra zona de confort y a encontrar soluciones creativas a los desafíos que se nos presentan.
El cerebro trino nos da una perspectiva evolutiva para entender nuestras reacciones frente a los problemas. El cerebro reptil, heredado de nuestros antepasados más primitivos, reacciona instintivamente, mientras que el cerebro emocional, heredado de los mamíferos, responde con emociones como el amor o el odio.
El pensamiento crítico, sin embargo, nos permite conectar con la parte más evolucionada de nuestro cerebro: la corteza prefrontal, que nos ayuda a razonar y a tomar decisiones más informadas.
El valor del pensamiento crítico y la alegría en lo simple
Frente a un mundo saturado de distracciones, superficialidades y búsquedas efímeras de felicidad, el pensamiento crítico nos ayuda a concentrarnos en lo que verdaderamente importa. Al aprender a pensar, somos capaces de experimentar la alegría no en los grandes logros materiales, sino en las pequeñas y auténticas experiencias cotidianas. Nos liberamos de la necesidad constante de novedad y superficialidad, para conectarnos con el presente y con lo esencial.
Para lograrlo, es fundamental mantener el ego bajo control. Esto se puede hacer adoptando una visión amplia de nuestra vida y del mundo. Como señala el ejercicio filosófico de la “vista desde arriba”, debemos ser capaces de alejarnos de nuestra situación inmediata y verla en perspectiva.
Al visualizar nuestra vida como parte de algo mucho más grande, como una diminuta fracción en el vasto universo, comprendemos nuestra fragilidad y humildad. Así, los problemas que en el presente parecen agobiantes se reducen a su justa medida.
La inteligencia emocional y el autoconocimiento
Un pilar del pensamiento filosófico aplicado es la inteligencia emocional, que nos permite gestionar nuestras relaciones de manera más efectiva. La empatía, la comprensión y la capacidad de tolerar diferencias son habilidades esenciales para convivir en sociedad.
Conocerse a uno mismo es el primer paso: ¿qué siento y por qué? Al reconocer nuestras emociones y pensamientos automáticos, podemos gestionar mejor nuestras respuestas y mejorar nuestras interacciones con los demás. La inteligencia emocional también implica comprender las emociones ajenas y actuar en consecuencia.
El pensamiento estratégico: proyectar el futuro
Filosofar también significa pensar estratégicamente. Como decía Séneca, “no existen vientos favorables para el que no sabe a qué puerto quiere llegar”. El pensamiento estratégico tradicional nos invita a planificar con base en los recursos y las circunstancias actuales, proyectando secuencias lógicas hacia el futuro. Sin embargo, el pensamiento estratégico moderno parte del futuro deseado y retrocede para determinar las acciones necesarias para alcanzarlo.
Este enfoque nos invita a reflexionar sobre la importancia de tener un objetivo claro. Cuando sabemos hacia dónde queremos ir, es más fácil ajustar nuestras acciones presentes para acercarnos a ese futuro ideal. Al planear desde el futuro, integramos la razón con la pasión, transformando las ideas en acción.
Aceptar la realidad y cultivar la gratitud
Finalmente, el pensamiento filosófico nos invita a aceptar la realidad tal como es. En lugar de luchar contra lo incontrolable, debemos concentrarnos en lo que está bajo nuestro control. Esta aceptación no es resignación, sino un acto de realismo y serenidad. Aceptar lo imponderable nos ayuda a evitar el sufrimiento crónico y a mantenernos enfocados en lo que realmente podemos cambiar.
La gratitud también juega un papel clave en este proceso. Enumerar aquello por lo que estamos agradecidos nos permite centrarnos en lo positivo y apreciar lo que tenemos, en lugar de lamentarnos por lo que nos falta. Este enfoque de la filosofía fortalece nuestra resiliencia y nos prepara para enfrentar las dificultades de la vida con mayor entereza.
Conclusión: filosofar es pensar para actuar
La filosofía no se queda en la reflexión teórica, sino que se manifiesta en nuestras decisiones diarias. Al aprender a pensar desde la filosofía, desarrollamos una combinación única de pensamiento crítico, emocional y estratégico que nos permite vivir de manera más consciente y plena. Nos volvemos más resilientes frente a la adversidad, más claros en nuestros objetivos y más empáticos en nuestras relaciones. Pensar estratégicamente, aceptar la realidad y cultivar la gratitud son las claves para vivir una vida equilibrada y auténtica.