La pandemia del Coronavirus es una carrera que debemos ganar con urgencia, pero la crisis climática es una maratón más larga y con obstáculos endémicos, que se corre con el compromiso y la acción de todos.
Las imágenes de ríos transparentes y animales volviendo a las ciudades, que se viralizaron en estos meses, parecen ser la contracara positiva del Coronavirus y la buena noticia que el ambiente necesitaba. Pero las organizaciones ambientalistas no están tan convencidos de eso y tienen sus razones.
“El cambio climático debería contratar al publicista del Coronavirus” rezaba una imagen que muchos colegas compartieron en las redes sociales. La relación es válida, ya que ambos son problemas apremiantes que sufrimos como humanidad y cuya solución requiere de la interdependencia y de un compromiso global urgente.
Es una realidad positiva la reducción de las emisiones de CO2 de China, el país más contaminante del mundo, en los meses de mayor impacto de la pandemia.
Según un análisis realizado por la publicación Carbon Brief, el bloqueo y la caída de la actividad económica en China condujeron a una reducción estimada en 25% de las emisiones de estos gases de efecto invernadero durante cuatro semanas, lo que equivale a un 6% a nivel global. Pero esta disminución, asentada en una tragedia humana, es una ilusión temporal.
Porque los niveles de concentración de CO2 han sido hasta ahora más altos que los del año pasado, según reportó la Organización Meteorológica Mundial. Además, el CO2 permanece en la atmósfera y en los océanos durante siglos, por lo que la lucha para revertir la crisis climática es una carrera más larga, que excede a una reducción provocada por una pausa, impuesta por el Coronavirus.
Por otra parte, los expertos de la Organización Meteorológica Mundial advierten de una posible subida extrema de las emisiones una vez termine la emergencia, tal y como ocurrió luego de la crisis financiera de 2008. Después de esta recesión financiera mundial hubo un fuerte crecimiento de emisiones en las economías emergentes, un retorno a los niveles previos en las economías desarrolladas y un aumento en la intensidad de uso de los combustibles fósiles en la economía mundial, según un estudio publicado en la revista Nature Climate Change.
Como indicador de que podríamos ir hacia la misma trayectoria, hace pocos días la administración Trump suspendió sus ya laxos controles de cumplimiento con las leyes ambientales de los Estados Unidos durante el brote de Coronavirus. La Agencia de Protección Ambiental norteamericana (EPA) informó que no espera el cumplimiento de las rutinas de monitoreo y reportes de polución que deben respetar las compañías industriales y que no se van a aplicar sanciones por infringir estas normativas.
Por tiempo indeterminado, los contaminadores podrán ignorar las leyes ambientales argumentando que estas violaciones fueron causadas por la pandemia de COVID-19. En caso de una amenaza inminente a la salud pública, la EPA «considerará las circunstancias» para definir su intervención. Con este tipo de políticas de recuperación económica basadas en el crecimiento a cualquier costo, es de prever una aceleración de las emisiones de CO2 que hará imposible alcanzar las metas de reducción necesarias para mantener la temperatura global y detener el calentamiento global.
En paralelo, uno de los resultados del drama de la pandemia es el aumento exponencial de los desechos biomédicos y peligrosos generados. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ya alertó acerca de los efectos imprevistos que el manejo inadecuado de estos residuos podría tener sobre la salud humana y el ambiente.
Para ello, exhorta a los Gobiernos y a los establecimientos médicos la utilización de los protocolos de manejo seguro y disposición final de residuos peligrosos establecidas en las directrices técnicas del Convenio de Basilea. También, llaman a una gestión segura de los residuos de prevención domésticos, como barbijos, guantes, medicamentos y otros artículos contaminados, que deben tratarse como desechos peligrosos, eliminarse por separado y ser recolectados por operadores especializados, para evitar impactos secundarios sobre la salud y el ambiente. Esto ya está ocurriendo, en febrero el equipo de la organización Ocean Asia se encontró masas de barbijos atestados en la costa de las islas de Soko, en Hong Kong.
Complementariamente, la organización Greenpeace alerta que la confirmación de la postergación de las principales reuniones internacionales, como la COP26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) -crucial para la implementación efectiva del Acuerdo de París y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB)- corren riesgo las principales decisiones necesarias para enfrentar la emergencia del cambio climático y el colapso de los seres vivos.
Si algo queda claro es que la pandemia del Coronavirus es una carrera que debemos ganar con urgencia, pero la crisis climática es una maratón más larga y con obstáculos endémicos, que se corre con el compromiso y la acción de todos. Y que uno de sus síntomas no es la solución.