por Dr. Horacio Krell*
La Inteligencia Artificial (IA) emerge como la herramienta clave para construir lo que podríamos llamar «el cerebro» de las organizaciones, un sistema que no solo piensa y aprende, sino que actúa con una previsión y eficiencia que antes eran impensables.
La inteligencia, en su definición clásica, es la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas. Esto implica tres etapas críticas: comprender la situación, inventar la solución y actuar en consecuencia.
La historia de Ulises y las sirenas, un relato clásico de la mitología griega, nos ilustra sobre esta capacidad. Ulises, sabiendo que debía enfrentarse al peligro de las sirenas, utilizó su inteligencia para anticiparse a los hechos, diseñando un plan que le permitió escuchar el canto de las sirenas sin sucumbir a él ni arriesgar la vida de la tripulación. Este tipo de anticipación es la que sigue marcando la diferencia entre el éxito y el fracaso, tanto en la vida como en el mundo de los negocios.
Las sirenas cantaban canciones que embrujaban a los navegantes para que se acercaran a las rocas donde vivían. Luego eran atrapados y nunca más se iban. A Ulises se le ocurrió una idea. El dilema era que si las escuchaban caerían embrujados él y su tripulación. Entonces hizo que sus tripulantes lo ataran al palo mayor de la nave y que se pusieran cera en los oídos para no escuchar el canto ni a él cuando les ordenara liberarlo. Las sirenas no pudieron vencer a su capacidad de anticipación
1. La Naturaleza de la Inteligencia Organizacional:
En las organizaciones, la inteligencia no puede depender exclusivamente de la capacidad individual. Necesita un sistema colectivo que integre el conocimiento de todos los miembros, tanto del pasado como del presente. Aquí es donde la IA juega un papel crucial. Así como el cerebro humano gestiona la inteligencia a través de la anticipación y la reutilización del conocimiento, la IA en las organizaciones permite predecir escenarios futuros y preparar respuestas basadas en experiencias previas.
2. Anticipación y Prevención:
El cerebro humano no alcanza la excelencia sin memoria. Aunque el énfasis de la inteligencia está en su capacidad de predecir el futuro hay que advertir que depende de lo aprendido en el pasado. Pero saber hacia dónde se va requiere saber de dónde se viene. Para todo se necesita conocimiento y memoria. Sin memoria el ser humano estaría indefenso y desamparado.
El cerebro es la sede de la inteligencia. Es un órgano que no se puede trasplantar. Su secreto no está solo en la memoria de las neuronas, sino en su capacidad asociativa, es decir, en la neuroplasticidad. Los organismos biológicos sin cerebro cuentan con un sistema nervioso básico que les permite sobrevivir. La IA demuestra también que no hace falta un cerebro humano para producir inteligencia.
3. Reutilización del Conocimiento:
Del mismo modo, las organizaciones no pueden ser verdaderamente inteligentes sin un sistema que capture y reutilice el conocimiento acumulado. La IA hace posible este proceso de manera más eficiente, sistematizando el conocimiento y facilitando su acceso a él en el momento preciso. En lugar de reinventar la rueda, las organizaciones inteligentes, aquellas que han integrado la IA como parte de su estructura, pueden reutilizar conocimientos previos, ahorrando tiempo y recursos, y mejorando la calidad de sus decisiones.
4. Creación del Doble Cerebro:
Sin embargo, para que la IA funcione, necesita ser alimentada con información. Al igual que los seres humanos construyen su mundo a través del aprendizaje, la IA se entrena con grandes cantidades de datos, convirtiéndose en un verdadero «doble cerebro» de la organización. Este doble cerebro tiene dos componentes: uno físico, formado por la red de colaboración entre los miembros de la organización, y otro virtual, compuesto por el modelo de IA que recoge y organiza el conocimiento sistematizado.
Las organizaciones sin «doble cerebro» corren el riesgo de volverse ineficientes, repetir errores, perder conocimiento cuando sus expertos se marchan y enfrentar dificultades para alcanzar sus objetivos. En cambio, las organizaciones inteligentes, aquellas que han adoptado la IA como parte de su estructura, no solo cumplen sus objetivos con mayor eficacia, sino que también están mejor preparadas para diseñar su futuro.
5. El Futuro de las Organizaciones Inteligentes:
Las neurociencias y la IA comparten muchos elementos en común, y es esta conexión la que permite trasladar lo que hemos aprendido del cerebro humano a las organizaciones. Al construir un doble cerebro, las empresas pueden asegurarse de que cada decisión se tome con el respaldo de todo el conocimiento acumulado, y al mismo tiempo, estar en constante aprendizaje para enfrentar los desafíos del futuro con éxito.
En definitiva, la IA no solo ayuda a las organizaciones a ser más inteligentes; está creando el cerebro que les permitirá sobrevivir y prosperar en un mundo cada vez más complejo y competitivo. Y como el futuro no existe, sincronizando el sistema nervioso humano con el digital a través de organizaciones inteligentes, podremos inventarlo. *Director de ILVEM, mail de contacto [email protected]