- Para sobrevivir a las crisis hay que mirar sus dos caras: la cara de la amenaza y la cara de la oportunidad. El que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.
Nunca pasó nada igual. Quien lo dice frecuentemente no verifica si su afirmación es cierta. Algo diferente es afirmar que no se recuerda algo parecido ¿Qué diferencia existe entre los actuales problemas y los del pasado? ¿Por qué se opina con tanta liviandad? : porque las crisis anteriores forman parte del pasado, mientras que la presente está ocurriendo en la actualidad.
Por ejemplo en las inundaciones anteriores el agua se fue, mientras que en la nueva el agua está. La asimetría se refiere a la intensidad y a la duración. La hiperinflación de 1989 duró 3 meses, pero para la memoria colectiva es un suceso breve. Sin embargo fue un dramático episodio en el que los precios aumentaron 4% diario y sin saber cuánto iban a parar.
Se sobrevive a una crisis como los pasajeros de un avión ante una fuerte turbulencia. El apocalíptico subestima el poder interior del hombre que sólo aparece en condiciones extremas. La historia y la estadística, como las bikinis, enseñan lo importante pero ocultan lo fundamental. Un maníaco no ve lo que oculta la historia, ni el fóbico lo que muestra de importante.
Lo diferente de la crisis actual es la velocidad de reacción por la fluidez de la comunicación. En el pasado la reacción era lenta. Hay que aprender de las crisis pasadas para analizar la actual.
El Trauma tipo II
Es el síndrome psicológico derivado de las crisis económicas recurrentes. La inestabilidad creó el hábito de culpar al otro y del eterno retorno de la idea de que la crisis actual es como la vivida y se deberá vivirla otra vez y siempre. En una situación de expectación negativa constante donde el sistema nervioso colapsa y no se sabe qué esperar ni cómo organizarse. El eterno retorno sobrevuela el ánimo colectivo y conduce al recuerdo inevitable del pasado en una sociedad que parece eternamente condenada a vivir en un país perdedor.
El trauma tipo I
El concepto de crisis se refiere a la dificultad, riesgo o peligro, como un evento crucial significativo y determinante. En la crisis se define algo: se toma un camino u otro, pero de algún modo se busca resolver. Los argentinos no padecen un trauma o estrés del tipo I, un concepto que se refiere a un golpe, a la perforación de una barrera, con distintos efectos, pero que tiene una duración específica y acotada. La medicina descubrió traumas de menor intensidad pero sostenidos en el tiempo por la constante alerta. Es el trauma de tipo II, donde la sensación está relacionada con el estrés continuo o amenaza, con niveles de alarma altos, sin estar asociados a un fenómeno particular. Se suma la expectativa de que algo va a salir mal sin saber qué.
De Guatemala a Guatepeor hay sólo un paso. Se pierde la continuidad del ser, la confianza en uno mismo, la posibilidad de encontrar la identidad, hay crisis interna, pérdida de valores, se produce desgaste físico, síntomas al nivel del sueño, irritabilidad a nivel mental o cognitivo, predomino de ideas negativas sobre uno mismo, el contexto y el futuro.
Los mecanismos de defensa del yo
La internalización es reprocharse sobre lo ocurrido. Como en los accidentes de autos, cuando la persona no fue responsable pero dice ‘si hubiera tomado tal calle, no habría ocurrido’. Son intentos de tener algún gobierno sobre lo que pasó.
La externalización ocurre cuando se culpa a los demás. Ante el malestar, también hay quienes incrementan los “factores de riesgo” y quienes aumentan, en cambio, los “factores protectores”. Los primeros son “calmantes físico químicos”, algunos hacen bien, como la sexualidad, pero otros como el alcohol, las drogas ilegales o las respuestas agresivas, para la autorregulación del malestar, no disminuyen la sintomatología sino que la mantienen o la empeoran.
Soluciones verdaderas
Implican la presencia de los factores protectores como comprender la situación en la que se está y tener una visión más benévola, más comprensiva, sin exigirse más de lo que se puede dar. Esto puede traducirse en interactuar más con redes de apoyo, grupo de amistades, colegas, familiares. O ayudar: las acciones altruistas hacen bien en el malestar.
En la incierta transición suele imponerse el clásico “ha muerto el rey, muerte al rey”. Eso evita la sensación de orfandad y garantiza que funcione el sistema. Uno dice ‘todavía no ganamos’, otro sugiere ‘todavía podemos ganar’. Es una situación irresuelta donde estamos huérfanos.
Argentina parece estar situada en un camino donde los ciclos se repiten una y otra vez como un karma para volver a renacer en el mismo sentido que pensábamos que ya habíamos superado. Vaya uno a saber si saldremos de esto pero al mismo tiempo también nos rememora al concepto ‘ciclo biológico’, de ritmos que se suceden una y otra vez alrededor de una periodicidad. La biología está hecha de ciclos, el tema es si son dinámicos o estáticos, o sea si vuelven al mismo lugar o si podemos movernos, en esa vida rítmica y cíclica, alrededor de crecer o decrecer, de salir de este eterno karma, de este eterno retorno al mismo comienzo.
Apocalipsis y redención
En el clima actual se trata de gritar la catástrofe, de señalar a la aberrante civilización occidental, de indignación ante la democracia representativa. Pero la vida y la historia son más complicadas y caer en la trampa no es sabio ni útil.
Vistos a la luz de la historia, los vientos no son nuevos en absoluto; son recurrentes y más o menos iguales. Para quienes vivieron la bomba demográfica el mundo tenía sus días contados. Con el agotamiento de los recursos naturales la civilización se iba a acabar. ¿Y la democracia representativa? Dada por muerta innumerables veces, ha sido combatida de mil maneras.
Fueron alarmas exageradas; no hubo apocalipsis. En cuanto a la democracia es cierto que pasa por un mal momento y necesita reformas; pero si miramos la historia, su difusión, flexibilidad y adaptabilidad son sorprendentes. Los problemas son reales, serios y peligrosos. Pero deben ser analizados y abordados con racionalidad: la corrección de errores, la perspectiva reformista, la confianza en el conocimiento, las buenas instituciones han permitido superar las crisis.
Son también las que servirán para ganar y las que representan el mejor legado de la Ilustración, nacida en Occidente pero cada vez más generalizada. Pero, por otro lado existe, esa reacción emocional que no solo no ofrece respuestas, sino que inhibe las que serían necesarias, alejando las soluciones: tanto en el xenófobo y autoritario como también en el moralista.
La solución racional
Para enmendar las distorsiones y ampliar las oportunidades se precisa un enfoque pragmático y racional, no apocalíptico y emocional; más ciencia, no más fe; aplicar mejor las herramientas creadas y crear nuevas, no tirarlas por la borda como si fueran chatarra.
A fuerza de repetir que el mundo nunca ha sido más inseguro y belicoso, injusto e infeliz, cínico y peligroso, la percepción se impone. Pero eso es falso, lo dicen los datos: por desagradable que sea o que nos pueda parecer, el mundo creado en 250 años por la revolución de la Ilustración fue el más próspero, saludable, educado, pacífico e interesante que haya existido; y la tendencia es a mejorar, aunque no se advierta. Y a mejorar no solamente para el 1% sino para la mayoría de la humanidad, cosa que en otra época habría resultado impensable.
No es triunfalismo ni consuelo, eso sería absurdo: hay demasiada hambre e injusticia, pobreza y enfermedad; pero la verdad es que nunca antes había habido una cuota tan baja de «descartados». Hay que corregir y ajustar el curso pero no hay que abandonarlo.
La historia real
La realidad, a diferencia de los relatos apocalípticos, goza de poca popularidad. Siempre ha sido así. ¿Cómo se explica ese fenómeno? Las razones de esta «distorsión cognitiva» son diferentes: los psicólogos las han estudiado. Es preocupante en nuestra cultura el pensamiento historicista, es la idea de que la historia tenga una finalidad: ya sea el plan de Dios o las «leyes» evolutivas. Es una teoría de origen religioso, precientífico, heredada por algunos sistemas filosóficos, el marxismo en primer lugar: la historia como redención, como salvación. Esta visión providencialista no evalúa el mundo tal como es, no aprende de los errores: lo juzga por cómo supone que debería ser y, por lo tanto, lo condena; denuncia el apocalipsis para reclamar la redención. Esa es la «miseria del historicismo».
Sin embargo, la historia tal como fue resulta es mucho más reveladora que la historia tal como debería ser. Nos dice que no todos tienen la misma razón para evocar el apocalipsis; que muchos de los que ladran a la luna harían bien en mirarse en el espejo: si en una época el 30% de los chilenos eran pobres contra apenas el 10% de los argentinos, y ahora las cifras están invertidas; si Italia viene detrás de todos en innovación y crecimiento en la Unión Europea; si durante décadas Venezuela acogió a millones de migrantes que hoy expulsa a países que fueron mucho más pobres que ella; si Vietnam, al que Cuba enseñó a producir café, se ha convertido en un importante exportador de ese producto, mientras que La Habana lo importa y raciona; si desde que la isla introdujo la propiedad privada y la economía de mercado ha reducido la pobreza que los cubanos sufren en masa; si a algunos les fue bien y a otros les fue mal, ¿por qué invocar como causa de los males a los grandes sistemas, la crisis de Occidente o la alicaída democracia?
Es suficiente tener el coraje de reconocer los errores, corregirlos y paciencia para que las correcciones den su fruto. Si pensáramos fríamente y no con ira, esto sería evidente.
Resiliencia
Es la capacidad de salir fortalecido de la adversidad y de convertirla en excelencia.
Dos hermanos fueron criados en el mismo hogar por un padre alcohólico, autoritario e irresponsable. El hermano mayor se pareció a su padre, maltrataba a su familia, no trabajaba y tuvo problemas con la ley. Cuando le preguntaron por qué era así contestó: con un padre como el que tuve, ¿podría haber sido de otro modo? El hermano menor, nunca dejó de estudiar, fue un buen padre y un empresario exitoso. Un día le preguntaron sobre la causa de su éxito y respondió: Con un padre así ¿podría haber sido de otro modo?
Durante la segunda guerra mundial Ana Frank (1929-1945), escribió: “Veo cómo el mundo se va convirtiendo en un desierto, oigo más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará. Comparto el dolor y sin embargo, cuando miro el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esa crueldad se acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial”.
No estamos condenados por el pasado, la resiliencia permite salir de la adversidad. La creatividad surge al extraer el sentido a lo que parecía absurdo. Muchos pensaban que las vacas eran sagradas en la India por la religión, otros se dieron cuenta que se las consideraba sagradas porque daban leche. La vida es potencialmente significativa hasta el último aliento.
La teoría del caos
Las personas deprimidas suelen ver la realidad tal cual es. En un mundo lleno de problemas y con dificultades en ascenso, también existen irresponsables que viven en una irrealidad patológica. Los optimistas prevén que los progresos y la innovación traerán una economía de abundancia. Los pesimistas ven un porvenir con problemas serios que serán el caldo de cultivo para el surgimiento de extremismos políticos.
Las neurociencias saben que el cerebro está preparado para hacerse cargo de lo que le sucede. Pero está conectado al exterior a través de órganos imperfectos. Por lo tanto está sujeto al error. A lo largo del tiempo el mismo cerebro va creando modelos mentales de cómo es la realidad, pero por lo expuesto sus teorías suelen ser falsas. Por eso debemos prepararlo para enfrentar y aprender de las situaciones imprevisibles, que escapan de la lógica. En regímenes totalitarios los cerebros son condicionados negativamente por la educación que reciben.
Hasta el siglo XVII todos los cisnes conocidos eran blancos. Pero se descubrió Australia y en ella al cisne negro. Cisne negro es un término usado para describir u hecho fortuito, raro y no esperable, y que por eso genera una gran repercusión. Su probabilidad de aparición remota genera sorpresas e impactos tremendos. Pese a su rareza, se inventan hipótesis sobre su existencia, siempre después del hecho, que intentan explicarlo.
Einstein creía que Dios no juega a los dados, era determinista. Pero el concepto de libertad señala que nada está predeterminado. Para Prigogine el universo es provocativo y creador.
La costumbre hace fallar su retroalimentación con la realidad y convierte su error en hábito. Tiende a creer que las cosas siempre seguirán igual. Pero las costumbres no son reglas fijas. El método científico combina la inducción y la deducción para comprobar las hipótesis. El deseo puede causar la acción generadora y la intención de alcanzar la meta provocar una conducta.
El cerebro y el cisne negro
Cree que lo puede explicar sin advertir que ni siquiera pudo predecirlo. La distorsión es sobrevalorar la explicación racional y subestimar su incompetencia para enfrentar lo aleatorio o lo impredecible. Le resulta más fácil armar una teoría ordenada, estructurada y comprensible que enfrentar una realidad desordenada, compleja o caótica. Le es más simple encajar un hecho nuevo en algo que cree e inventar la causa.
Precisa vivir con un cierto orden y pensar que puede prevenir y prever. Pero siempre falla prediciendo el futuro e interpretando el pasado. Prefiere pensar que sabe planificar la innovación pero muchos éxitos se producen por accidente y luego los racionaliza. Debería poder comprender que no puede descubrir lo que desconoce pero si imaginar sus consecuencias, sin saber cuándo ocurrirán.
El ser humano no es bueno pronosticando. Veamos lo que opinaron sobre las computadoras en otras épocas. No sirve para nada (George Bidell, sobre la máquina de Babbage, 1842) El así llamado teléfono tiene muchos defectos, no tiene valor (Western Union, 1876). Pero ¿para qué coño sirve?”(Lloyd, ingeniero de IBM sobre el microchip). No te necesitamos, no terminaste la universidad (Hewlett-Packard, ante el pedido de empleo de Steve Jobs) No hay razón alguna para que alguien pueda tener una computadora en el hogar (Olson, Fundador de Digital Equipment Corporation 1977). El presidente de IBM: “creo que existe mercado para unos 5 ordenadores en todo el mundo”.(Watson, de IBM, 1943)
Para sobrevivir a las crisis hay que mirar sus dos caras: la cara de la amenaza y la cara de la oportunidad. El que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.