Conozco emprendedores que se subestiman y otros que se sobreestiman, un error importante en ambos casos. Ningún emprendedor debe hacerlo.
Emprender es una aventura que sabemos dónde y cuándo comienza pero desconocemos hasta donde nos llevará y por qué caminos.
Todos soñamos con llegar muy alto y hacemos todo lo espiritual, mental y físicamente posible para lograrlo pero no todos llegan lejos.
Uno de los problemas más comunes que he visto estos 12 años de Emprendedores.News entre los entrepreneurs tiene que ver con la autoestima.
Conocí emprendedores que se subestiman y otros que se sobreestiman, un error importante en ambos casos.
Por ejemplo, hay emprendedores que se “achican” porque se comparan con grandes compañías y sienten que no tienen forma ni de competir con ellas o de agregarle valor. Una forma de revertir esta creencia autodestructiva es hacer un FODA que nos permita reconocer las fortalezas que nos permitirán satisfacer las necesidades del mercado y aprovechar las oportunidades para ganar tracción paso a paso, sin prisa y sin pausa.
La otra cara de la moneda son los emprendedores que crecieron y llegan lejos y se “agrandan”. A muchos, como suele decirse popularmente, los conozco “desde potrillos” y ahora que los veo soberbios.
En los emprendimientos, como en la vida misma, no es bueno menospreciar a alguien por su tamaño, posición o condición. La vida es circular; quién hoy está abajo mañana puede estar por encima de ti, y viceversa. Cualquier miembro de tu equipo puede ser el canal de la próxima gran idea de tu startup; escúchalos como te hubiera gustado que lo hagan contigo cuando eras asalariado.
Lo mismo cuando trates con otros en algún networking. No prejuzgues a nadie por apariencia, nombre o procedencia; la persona que menos esperas puede convertirse en tu siguiente gran cliente o socio.
En la vida todos tenemos algo de león y de ratón; cada uno a su debido tiempo es importante para el otro. Como en el siguiente cuentio
«Dormía un león cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y lo atrapó. A punto de ser devorado, el ratón le pidió que le perdonara, prometiéndole pagarle en el futuro. El león echó a reír y lo dejó marchar. Días después, unos cazadores apresaron al rey de la selva y lo ataron con una cuerda. Al oír el ratón los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.
“Días atrás” – le dijo -, “te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos”
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein