por Dr. Horacio Krell*
La mente es por naturaleza vagabunda y salta de una idea a otra. En una hora se producen 300 dispersiones. Son ladrones de tiempo externos como el teléfono o internos: ideas parásitas, divagues, recuerdos. Los distractores externos son internos disfrazados por fallas humanas.
Quien lee lentamente es como alguien que maneja muy despacio y se equivoca, ya que divide su atención entre la radio o conversar con el acompañante. Quien maneja velozmente no puede distraerse: su mente se dirige 100% a la actividad que está realizando. Los accidentes de tránsito provocados por fallas en la concentración son una de las mayores causas de muerte en las rutas.
Si al perseguir un objetivo la mente se distrae, tarda horas en lo que se podría hacer en minutos.
En lugar de manejar a la mente, la mente nos gobierna. A mayor concentración las distracciones bajan. El que se ocupa aumenta su campo de influencia, el que se preocupa se paraliza.
Durante la lectura la velocidad que se obtiene al eliminar intermediarios onerosos (como la repetición labial o la escucha de la palabra), logra un pasaje directo del ojo al cerebro.
Usando la fuerza de voluntad, el obstáculo es una atracción fatal con fijación en ideas parásitas.
La concentración perfecta integra la intención y la acción en un estado de flujo donde el logro se alcanza sin esfuerzo. El secreto es dejar de reaccionar ante los sucesos y elegir el futuro deseado, manteniendo la ruta seleccionada. Los métodos son la mayor riqueza del hombre.
La lectura silenciosa
La lectura en voz alta es perjudicial ya que implica coordinar la vista, el habla y la escucha. El método de lectura veloz permite leer varias palabras con sentido propio en cada golpe de vista y evita la repetición logrando un circuito directo del ojo al cerebro.
En un mundo lleno de ruidos, el silencio es salud. Así como en una melodía los silencios importan tanto como los sonidos, el silencio es mucho más que la ausencia de sonidos: es un espacio para que la palabra sea dicha. Una palabra que cree y construya. La escucha, la quietud y la contemplación, son ajenas a estos tiempos pero necesarias. Así como los antiguos griegos practicaban el ocio para lograr creatividad, el silencio es fundamental para el autoconocimiento.
La práctica del silencio
Es silenciar por 30 minutos el cuerpo para dejarlo en la quietud y la mente dejando pasar de largo los pensamientos y las emociones. La reacción es que renace la calma y mejoran la percepción y la intuición. Nos conocemos mejor al enfrentarnos a nuestras heridas, nuestros miedos y nuestras sombras. Así el espejo en el que nos miramos se transforma en puerta hacia el mundo interior que nos habita, ya que caminamos hacia lo más profundo de nuestro ser.
El primer paso hacia la administración eficaz de la mente es tenerla en calma.
Nuestras partes oscuras
Escondemos las sombras para sentirnos protegidos, pero así perdemos autenticidad. Debemos aceptarnos, saber que somos vulnerables e integrarlas. Y para ello meditar nos permite ser conscientes de cómo se presentan y se manifiestan. Desarrollar una observación sin prejuicios y más objetiva, fortaleciendo el yo observador.
Cuando asoma la ira hay que reconocerla. No está mal sentir ira, conectar con esta emoción permite pensar lo que nos conviene. Lo ideal, cuando se está enojado, es esperar que la emoción disminuya para lograr tener una visión amplificada de la situación y tomar mejores decisiones. Aprender a regular nuestras emociones es un signo de salud y de inteligencia emocional.
El poder reside en el cerebro
En aprender a despertar la mente consciente, la que nos permite ver cómo actuamos y por qué lo hacemos. Hay que desarrollar la capacidad de observar y cuestionar las creencias falsas con las que nos identificamos (Yo soy así, que voy a hacer). Cuando se quiere cambiar un mal hábito en general uno intenta fijarse un objetivo y luego cumplirlo con un plan. Pero al poco tiempo se cae en lo malo conocido.
El cambio de hábito debe comenzar por conocernos, entender cómo actuamos y, por qué, descubriendo el verdadero ser que no se corresponde con tal identificación. La clave es descubrir las creencias erróneas sobre nosotros mismos, que no somos el cuento que nos hacemos, que somos más que eso.
La mente es creadora de la realidad
La neuroplasticidad afirma que la mente es capaz de crear la realidad. Si se usa para imaginar el querer la vida nos sorprenderá concretándolo.
El pensamiento envía ondas electromagnéticas al campo cuántico que como imán responde materializando los deseos. El poder está pero es necesario educar a la mente para apagar esas voces negativas que torturan. La meditación nos ancla en el presente; nos permite observar y gobernar esa mente identificada con una personalidad falsa. Entonces se puede transformar lo que hace mal y crear rutas neuronales saludables, que son los hábitos nuevos.
Cuando buscamos compulsivamente harinas que producen saciedad segregamos dopamina que nos da placer. Pero si conocemos este mecanismo inconsciente y hacemos una pausa de cinco segundos, quizá podremos elegir luego salir a caminar un rato en lugar de ir a la heladera.
Inteligencia emocional
Para evitar que las emociones afecten la salud, hay que prestar atención a las emociones que nos embargan. Nuestra predisposición juega un papel importante a la hora de tener un tipo de enfermedad. El cuerpo enfermo necesita diagnóstico y cura médica.
No existe un significado único sobre aquello que nos aqueja, el sentido es subjetivo. Lo que se siente y no se dice, implica que quedan en el interior sentimientos que después nuestro cuerpo manifiesta con alguna dolencia. Por ejemplo, con ataques de pánico. Es importante mostrar los sentimientos sin reprimirlos, ya que lo que no se expresa por la palabra se refleja en el cuerpo. Ocultar emociones puede desarrollar distintas sintomatologías tanto mentales como físicas.
El miedo, ansiedad, la ira, la tristeza, depresión son emociones básicas que se caracterizan por una experiencia afectiva negativa y una alta activación corporal. Mientras que las positivas como la alegría, generan placer, y pueden provocar cambios en el pensamiento y en la conducta, que promueven la salud psicosocial, intelectual y física.
Cuando nuestro cuerpo identifica una situación o emoción como negativa hay una respuesta de neurotransmisores que liberan cortisol, lo que produce un aumento de la frecuencia cardíaca. Esa interpretación negativa hace que nos sintamos vulnerables. Nuestro cerebro hace algo muy arcaico que es lo que nos ha hecho sobrevivir a los seres humanos durante millones de años.
El cerebro prepara al cuerpo para la lucha o la huida, esa es la respuesta al cortisol que se genera en nuestro organismo, entonces aparece esa taquicardia para darle energía a los músculos para poder luchar o huir, y aparece esta sensación desagradable en la que la persona siente acelerado el corazón y transpira.
Vivir el momento
Muchos de los malestares se manejan con la respiración, desde la meditación y el mindfulness, que proponen volver a la conciencia del momento.
Desde lo psicológico, prestar atención a lo que nos pasa y hablar de nuestras emociones son los canales para evitar que nuestro cuerpo enferme a causa de lo que sentimos. Existen distintas estrategias para canalizar aquellas emociones o sentimientos negativos: “hay quienes salen a correr o a caminar, o van al gimnasio y con eso pueden volver a encontrar su eje, hay pacientes que lo logran a través de un aroma, están aquellos que se ponen a cocinar una comida rica”.
De manera que la cocina te lleva a sentirte seguro, a bajar el estrés de no saber qué está pasando. El ejercicio también es beneficioso porque libera endorfinas que generan bienestar y libera de la adrenalina y no deja que se acumule porque eso trae sensación de malestar.
Ocuparse de uno mismo
Para canalizar las emociones negativas hay que mejorar el estilo de vida. La gente siempre está para el otro pero se olvida de sí mismo, no hace nada que los conecte con su sentido de vida. Hay que trabajar sobre uno mismo porque no hay ninguna pastilla que diga te saco la tristeza o la ansiedad, trazar objetivos pequeños que a largo plazo son grandes. La gente vive en el día de la marmota, todos los días son iguales y esto genera una dinámica patológica.
Es necesario reconectarse con uno mismo, despegarse de la tecnología, apagar el teléfono, leer un libro y trazarse objetivos que brinden bienestar.
Aprender a decir no
Cuando se asume una responsabilidad que no se es capaz de soportar hay un mito de que se debe asumir, que para ser exitoso y generar credibilidad, se debe decir “sí” ante cualquier propuesta, incluso sin tener las herramientas para desempeñarla. Por el contrario siempre se debe evaluar si se podrá cumplir con el reto y si es mejor rechazar la oferta.
Steve Jobs dijo: “Concentrarse significa decir que sí a lo que tienes que hacer y decir no a las otras cien buenas ideas que parecen fenomenales. Estoy tan orgulloso de las cosas que no hemos hecho como de las que hicimos. La innovación es saber decir no a mil cosas que nos ofrecen”.
Warren Buffett, director ejecutivo del conglomerado bursátil de Berkshire Hathaway, dice: “La diferencia entre la gente de éxito y la gente de verdadero éxito es que la gente de verdadero éxito dice no a casi todo”. Una conclusión que se puede destacar es que en muchas ocasiones “menos es más”. Es necesario dedicarle el tiempo necesario a cada tarea antes de iniciar otra. Los proyectos nuevos o querer generar una buena impresión ante los demás puede ser emocionante, pero todo se debe analizar con cabeza fría antes de aceptarlo.
El día tiene 24 horas y eso no se puede cambiar. El tiempo siempre es el límite. Diciendo no puedes hacer más en menos tiempo. No será perder una oportunidad sino eliminar una distracción. Dile no a lo que no te emociona. A los eventos superficiales. A pasar el tiempo con gente negativa. Al deseo del otro. A querer hacer todo el trabajo. A no saber delegar. Si quieres triunfar convierte al «no» en un hábito.
La razón es seguir enfocado, que esa sea la guía de tu acción. Dile que no porque estás enfocado en hacer otra cosa. Decirle no te permitirá concentrarte en lo importante y alcanzar el éxito que deseas lograr.
Iniciación al control mental
El objetivo del control mental es “bajar los decibeles”, y esto se logra con la respiración profunda. Esta debe hacerse por la nariz porque así se oxigena al cerebro y llega en mayor cantidad al cuerpo. La posición es la conocida como de cochero. Espalda erguida, pies en el suelo, brazos sobre los muslos y los dedos: pulgar, medio e índice tocándose suavemente. Cierre los ojos y dirija su mirada al centro de la frente (el tercer ojo).
Exhale todo el aire de los pulmones por la nariz y entonces imagine un jardín hermoso. Inspire por la nariz el aire fresco e imagine cómo se llena la vejiga, el abdomen, el tórax, el cerebro. Retenga el aire y expire por la nariz expulsando el aire por el cerebro, tórax, abdomen, y de la vejiga al exterior, como orinando. Puede elegir un mantra para recitar, el más conocido es om.
La voz interior refleja al poder interno que en el mundo se conoce como empowerment. Mientras se respira es habitual que aparezcan pensamientos, hay que dejarlos marchar, no prestarles importancia. El control mental se alcanza sin hacer un esfuerzo consciente.
Control emocional
Hay técnicas que perfeccionan la administración de las emociones. Una forma de cultivar las positivas es analizar qué horarios y lugares las provocan y activarlos para motivarlas. Otra idea es crear un portafolio de aquello que las induce: fotografías, música o lecturas o cualquier elemento que permitan transformar el estado emocional.
Anclajes
La técnica es provocar el estado deseado y asociarlo a un estímulo, el que una vez memorizado permitirá reproducirlo a voluntad. Aprender a anclarse es saber obtener los recursos de una batería interna que se recarga con cada experiencia. Aprender a usar el cerebro es mejor que dejarlo en piloto automático, porque le podemos dar una dirección.
Aprender a soltar
Para pasar de lo malo conocido a lo bueno por conocer hay que desinstalar la rutina, elaborar el desafío y construir lo nuevo. Cuesta mucho soltar y dejar ir aquello que paraliza, creando relaciones que no fijen con el pasado y rompiendo las ataduras que impiden avanzar. Es preciso abrirse a situaciones nuevas y distintas. El problema es no cerrar con lo que no funcionó, sostener lo que ya terminó, o hacerlo seguir vigente y darle aire.
Actuar en sentido contrario
Es ir al revés del impulso primario. Contando hasta 10, la acción actúa sobre la emoción. Al reír se altera la tristeza del estado anterior. Al apreciar de otro modo, la actitud importa más que el suceso mismo. Encontrar aspectos positivos en lo negativo. Oponer la tendencia contraria, un desenlace diferente al establecido. Vivir emociones positivas, sumergirse en un baño de “emocionabilidad productiva”.
Intercambiar estados
Enseña a pasar de un estado a otro. Al emitir ira, una emoción negativa que irrita y fatiga, disminuye la claridad para pensar. En ese momento, uno podría concentrarse en un detalle del rostro de la persona o de su vestimenta y dejar que penetre en el interior de la mente pasivamente. Esto evitará emitir odio y permitirá percibir tranquilidad.
Círculos de atención
Concentrar la mente en una sola idea durante un minuto. Abrir la mente y aflojar la atención para que aparezcan ideas asociadas. Elegir una y concentrarse en ella, sin que nada interfiera. Aflojar la atención y dejar que aparezcan ideas asociadas con la principal. Seguir así hasta que el tema se haya enriquecido lo suficientemente, mediante el intercambio entre la concentración y la meditación. Confeccionar un diagrama cómo si fuera la organización de un posible discurso. Porque de eso trata administrar las emociones: de darle inteligencia a la pasión. Y administrar, en sentido amplio es alcanzar los objetivos … sin tanto control.
Fuimos hechos para enfocarnos en una tarea. La facultad de domar la atención vagabunda, es la raíz misma del juicio, del carácter y de la voluntad.
Lord Chesterfield dijo: “La atención fija y permanente es la marca del genio superior, así como la prisa, el bullicio y la agitación son síntomas de una mente débil y frívola. Hay tiempo para todo en un día, si haces una cosa a la vez, pero no habrá tiempo suficiente en un año, si haces dos cosas al mismo tiempo”. La solución es dividir las tareas, no dividir el tiempo.