La Generación Y afronta nuevos desafíos. Sus demandas han sido escuchadas, y a cambio, deberán responder con los resultados que prometieron.
Mucho se ha hablado durante estos años de las inquietudes y expectativas de la llamada generación Y. Jóvenes nacidos durante la década del 80, de prominente carrera dentro del mundo laboral que han dejado en claro lo que quieren y cuán importante es para ellos: Flexibilidad, autonomía, inmediatez y desarrollo personal, son tan solo algunas de las demandas que no pocos gerentes han escuchado durante los últimos años por parte de estos veinteañeros.
Muchas de estas reivindicaciones fueron tenidas en cuenta, y ahora la pelota pareciera estar del lado contrario. Un alto número de compañías han desarrollado planes y estrategias de captación y retención destinadas a satisfacer las demandas de los jóvenes Y. Aquellas que todavía no lo hicieron, indefectiblemente lo harán en el corto o mediano plazo. El asunto pasa a ser, entonces, ya no cómo solucionarán los altos ejecutivos el asunto de la generación Y. Por el contrario, ahora la expectativa se centrará en que los jóvenes logren aquello que prometieron, bajo las condiciones en las cuales se sienten cómodos.
En tal estado de situación, se abren preguntas antes relegadas a un segundo plano: ¿están todos los jóvenes preparados para trabajar en entornos más flexibles? ¿Quiénes sabrán desenvolverse con criterio en condiciones de autonomía y poder de decisión, y quiénes se verán expuestos a situaciones para las cuales no están preparados? ¿Cuánto de desarrollo personal habrá en la rotación frecuente de trabajo, y cuánto de falta de decisión respecto de lo que se quiere hacer?
El paso siguiente será, indefectiblemente, que se produzca una cierta abertura entre los mismos integrantes de la generación Y. Las compañías podrán adaptarse a lo que sus empleados le pidan, si esto le augura buenos resultados, pero luego van a solicitarlos, y aquí es donde pasamos de la demanda a la responsabilidad.
Sería erróneo suponer, no obstante, que la responsabilidad por parte de las compañías ha llegado hasta aquí. En algunos casos a través de capacitación, y en otros a través de coaching, será necesario continuar acompañando a los Y en su trayectoria profesional. Pero, a su vez, los jóvenes deberán también demostrar que pueden obtener logros y estar a la altura de las circunstancias.
Finalmente y en paralelo, encontramos a quienes también forman parte de la generación Y, pero que han decidido encauzar su carrera por fuera del ámbito corporativo. Se trata de jóvenes emprendedores para quienes el trabajo en una compañía no es una primera opción, y sí lo es el desarrollo de un proyecto propio. En sus casos, si bien no será un jefe quien les demande resultados, también deberán enfrentarse a la siguiente instancia, luego de cumplir con sus expectativas personales de flexibilidad y autonomía.
Será cuestión de discernir quienes están preparados para afrontar los desafíos, incertidumbres y (por qué no) ansiedades que despierta el nuevo panorama del mundo laboral, y quienes no.
Guido Entenberg
Consultor Ghidini Rodil