por Dr. Horacio Krell*
La tecnología despierta emociones. La digitalización fue clave durante la pandemia, pero se convirtió en un debate público entre los que la defienden y los que la rechazan. Hay países que cuestionan sus métodos y cambian sus políticas, como sucede en Suecia.
Los e-books ganaron popularidad entre los años 90 y los 2000 y se proyecta para el año 2027 que 1.12 millones de usuarios leerán en pantallas. El dispositivo Kindle, lanzado por Amazon, tuvo una gran importancia en este proceso. Además de sus ventajas a la hora de aliviar el peso que tienen los libros emite su propia luz para leer en la oscuridad, permite elegir el color del papel y cuenta con una iluminación que no daña la vista.
En 2013 un 60% de profesionales estadounidenses poseían algún dispositivo de lectura electrónico. A esta tendencia se agrega una creciente digitalización debida a la pandemia.
La ministra de educación sueca, Lotta Edholm, anunció el 15/57 2023 que redireccionará su política educativa para volver a utilizar libros de papel en las escuelas. La medida se tomó luego de las pruebas PIRLS, que evalúan la comprensión lectora en primaria. Aunque los suecos superan al promedio de la Unión Europea, bajaron con respecto a la medición anterior.
El viraje en Suecia
Las autoridades comprobaron que los estudiantes que usaban dispositivos electrónicos tenían un rendimiento académico inferior. Las distracciones causadas por las pantallas digitales se atribuyeron a la falta de concentración. Además, se descubrió que los dispositivos electrónicos tenían un impacto negativo en la calidad del sueño de los jóvenes, lo que a su vez afectaba a su capacidad de aprendizaje.
La actitud acrítica que considera la digitalización como positiva sin importar el contenido llevó a la «marginación» del libro de texto, que tiene «ventajas que ninguna tableta puede reemplazar». Una vez asumido el cargo, la ministra enterró la estrategia de diciembre de 2022 de la Agencia Nacional de Educación (Skolverket) que incentivaba la incorporación total de los dispositivos digitales a las aulas.
El plan es ir más allá y eliminar por completo el aprendizaje digital para niños menores de seis años, A pesar de que los estudiantes suecos obtienen puntuaciones por encima del promedio europeo en habilidades de lectura, el Estudio de Progreso Internacional en Lectura (PIRLS) muestra un declive de esta capacidad en los niños entre 2016 y 2021; en 2021, los estudiantes suecos de cuarto grado obtuvieron de media 544 puntos, descendiendo así 11 puntos con respecto a 2016, año en el que obtuvieron 555.
Libros o pantallas
No se puede pensar en términos de “blanco o negro”, cada formato tiene sus ventajas y desventajas. Por ejemplo una tablet estimula a los niños porque los atrae de manera casi instintiva. Sin embargo, también puede convertirse en un factor más de distracción. Las palabras más comunes que los niños pronuncian cuando se desconectan de las pantallas son “me aburro”. Lo importante es qué tipo de actividades se proponen a los alumnos. Podemos favorecer la comprensión lectora y el pensamiento crítico sea con libros o con pantallas, o podemos estimular un aprendizaje memorístico, fáctico e inútil, con pantallas o con libros.
Lo que cuenta es la propuesta didáctica, qué actividades tienen que hacer los alumnos a partir de la información, qué problemas van a resolver, cómo van a procesar y transformar la información en conocimiento. Si bien la lectura sobre papel parece ser mejor respecto a textos de contenido educativo, no se hallan diferencias significativas en la lectura de textos narrativos.
Los libros son una de las mayores herramientas para el pensamiento y no deben perderse. La instrucción online es una cuestión ampliamente debatida en toda Europa y otras partes de Occidente. Por ejemplo, Polonia acaba de lanzar un programa para proporcionar un ordenador portátil financiado por el gobierno a cada estudiante a partir del cuarto grado con la esperanza de que el país sea más competitivo en términos de tecnología.
En contra de la tendencia global, el gobierno sueco está destinando 58 millones de euros este año para que las escuelas puedan comprar nuevos libros. El próximo año, se incrementará la inversión en 44 millones de euros. Se supone que cada estudiante tendrá un libro por materia.
Cerebro que lee en papel
El proceso de lectoescritura en papel enriquece el aprendizaje de un contenido nuevo. Tomar notas ayuda a memorizar y a una mayor corrección lingüística. Pasa con las tildes; ya hay muchas personas que no saben colocarlas porque son los ordenadores los que las colocan automáticamente. Por otro lado, los contenidos audiovisuales más consumidos actualmente en dispositivos electrónicos (vídeos cortos, mensajes con un número de caracteres limitado, etc .) configuran nuestro cerebro hacia contenidos en constante cambio, con mensajes más simples y tienen más potencial adictivo al combinar gran cantidad de estimulación simultánea a través de sonidos, movimiento, colores…
Por tanto, no entrenan los procesos de atención sostenida, repercutiendo ello en una menor capacidad de atención y recuperación libre de los contenidos aprendidos. Además, son los algoritmos que hay detrás de estos contenidos audiovisuales los que deciden dónde se tiene que colocar el foco de atención de la persona; esta deja de ejercer un control tan activo en la búsqueda e integración de la información.
Usar pantallas en clase puede reforzar las redes del cerebro que necesitan, como si fuera adicto, estar continuamente conectado, también en casa. No podemos dejar de convivir con la tecnología, pero ésta tiene que usarse para añadir valor, no para hacer cosas que ya hacemos muy bien los humanos y debemos seguir haciendo.; Por ejemplo, ésta no puede sustituir la visión crítica que posee la mente humana.
El soporte no es neutral
Ciertas prácticas propiciadas por lo digital, como leer en barrido y fragmentariamente, podrían socavar nuestra capacidad para hacer lecturas concentradas, profundas y de largo aliento. Esta capacidad desarrollada, por nuestro cerebro, para abordar lecturas en profundidad está relacionada con importantes procesos intelectuales y afectivos: el conocimiento internalizado, el razonamiento analógico y la inferencia; la toma de perspectiva y la empatía; el análisis crítico y la generación de conocimiento.
La proliferación de las tecnologías digitales ha dado lugar a nuevos medios de comunicación basados en texto como Twitter y Facebook que privilegian el uso de frases cortas y sencillas con contenido de audio y video. Así que estamos lejos de ser testigos del final de la lectura y la alfabetización.
Dada la gran cantidad de texto que se consume tanto en forma impresa como digital, el argumento de que estamos entrando en una era postextual en la que la comunicación de la cultura en general se está desplazando del texto a imágenes parece injustificable. Incluso, el número de textos que se producen y consumen en Internet parece dar más importancia que nunca a la lectura. En ese sentido, se puede decir que la alfabetización está en aumento.
Lo que ha venido en declive es la producción y el consumo de libros. Esto comenzó mucho antes de la era digital con la llegada de la televisión.. Del mismo modo, los registros de uso del tiempo evidencian una disminución en las horas dedicadas a la lectura.
Nuevas formas de leer
El crecimiento de la lectura informativa fue generado por internet pero a través de textos cortos. La lectura entró en una espiral viciosa: leer es más exigente que ver imágenes, y las formas poco exigentes fueron una alternativa al texto extenso. Los textos más cortos son menos complejos y tienen un vocabulario limitado. Tal reducción disminuyó la habilidad de involucrarse con la complejidad y aumentó la de buscar lecturas para entretenerse.
Los libros difundieron el conocimiento y la cultura, y fueron el medio principal de educación durante siglos. Después de la revolución de la lectura del siglo xix los libros se convirtieron en la fuente de entretenimiento popular. Fueron el cine y la radio, pero más aún la televisión, los que comenzaron a lograr la hegemonía en el texto extenso. La entrada en escena de los medios digitales hacia finales del siglo xx reforzó este desplazamiento. Con los avances de los procesadores se abrió el camino a la comunicación no textual y el libro fue perdiendo su posición como principal medio de difusión del conocimiento.
La lectura es el proceso cognitivo complejo de decodificación de símbolos para construir significado, en una interacción compleja entre el texto y el lector moldeada por el conocimiento previo, la experiencia, la actitud y la comunidad lingüística del lector. Las prácticas de lectura se adaptan a las circunstancias prevalentes, así como a las exigencias del tipo de texto que se lee.
La memoria de trabajo
Es la que permite manipular la información que se recibe y la memoria a largo plazo facilita un almacenamiento duradero del conocimiento. La memoria de trabajo tiene una capacidad limitada, no podemos jugar ajedrez, navegar por una publicación académica y memorizar las letras de una canción al mismo tiempo. Lo que se denomina multitarea es en realidad un cambio rápido de tareas. Sólo se puede hacer una cosa a la vez.
Podemos superar esta limitación mediante la automatización de los procesos mentales. Cuánto más hábiles seamos en decodificar menos tiempo necesitamos para conjeturar el significado de las palabras; cuánto más dominemos la gramática, mayor será la capacidad mental libre para decodificar las oraciones. Quien no traduce rápido de letra a sonido se ocupa en decodificar y deja poca memoria de trabajo para comprender y extraer información de la memoria a largo plazo. Cuánto más automatizado, más espacio de memoria de trabajo se aplica a comprender.
La velocidad al leer aumenta la cantidad leída y el vocabulario. Alguien con vocabulario limitado tendrá problemas de comunicación y menor comprensión de la ambigüedad.
Podemos adivinar el significado de las palabras desconocidas cuanto menos sean. Cuántas más palabras conozcamos y sepamos las ambigüedades de sus significados, más textos y contextos podremos gestionar. Una lectura profunda genera la capacidad de producir formas verbales que permitan un planteo crítico de la realidad, desarrollar la empatía y distintos puntos de vista.
Lectura de barrido, de inmersión y en profundidad
La lectura de barrido es la que examina un texto rápidamente para tener una idea general del mensaje, sin sumergirse. La lectura inmersa es la que nos adentra en una historia de modo que nos aislamos de lo que nos rodea. Este modo es típico de la ficción que se asemeja a sumergirse en un videojuego o film. Hay excedentes cognitivos pero no exigentes y no implican la construcción de vocabulario.
La lectura en profundidad exige porque usamos lo que sabemos para comprender nueva información y palabras, que luego empleamos para construir un conocimiento y un vocabulario nuevo. La lectura en papel es bastante resistente a las presiones de la lectura de barrido.
Los libros, las pantallas y el cerebro lector
El medio puede desempeñar un papel más influyente cuando la comprensión va más allá de entender la idea principal. Hay una confirmación de la superficialidad en la lectura en pantalla. Los científicos imprimen los documentos para leerlos en profundidad, y cuando el precio y la presentación no influyen, los lectores también eligen esta opción. Incluso los nativos digitales prefieren los libros para un aprendizaje profundo. Esta tendencia sugiere que se seguirán utilizando ambos formatos de lectura según el propósito, cuando se requiere una lectura profunda, la lectura en pantalla es inferior en términos de comprensión y esto probablemente también es aplicable a las lecturas que no tienen un objetivo específico, como leer una novela para el placer.
Los niños prefieren los libros para las historias de noche. El texto en papel favorece la capacidad de concentración, la comprensión y la memoria. Las historias impresas son mejores para el aprendizaje de la gramática. Los libros también son una forma de comunicación entre padres e hijos y una tradición social.
Los adultos también prefieren los libros. Una vez leído un libro impreso, se puede volver a él. Los profesionales leen textos largos con mucha mayor profundidad si son en papel. Las investigaciones sobre la atención y la memoria humana sugieren que los lectores de pantalla procesan la información de manera menos activa y profunda que los lectores de papel. Por lo tanto, para retener información, el papel puede ser la mejor opción.
Los investigadores también han estudiado si la lectura digital afecta la capacidad de retención. Aunque no hay consenso sobre los efectos a largo plazo de la lectura digital en la memoria, algunos estudios sugieren que los lectores de papel recuerdan más detalles de lo que leen en comparación con los lectores digitales.
La conclusión parece ser que la elección entre leer en pantalla o en papel depende del propósito de la lectura y de las preferencias personales. Si se busca una lectura profunda y una mejor comprensión, el papel sigue siendo la mejor opción. Sin embargo, si se busca una lectura rápida y superficial, la pantalla puede ser más conveniente. En última instancia, lo más importante es seguir leyendo, independientemente del formato. La lectura es una habilidad crucial que fomenta el pensamiento crítico, amplía el vocabulario, desarrolla el capital intelectual, amplia los puntos de vista y nutre la empatía.