por Dr. Horacio Krell*
Tener la razón no alcanza cuando los puntos de vista se oponen a una solución válida para todos. Insistir puede resultar inútil porque llevaría a una discusión eterna. La idea de que un argumento coherente es verdadero desvía el eje porque sus premisas pueden ser falsas.
Las falacias son los razonamientos psicológicamente persuasivos pero lógicamente incorrectos.
En las discusiones grupales, apoyarse en una razón única, en vez de ayudar, sumando perspectivas, se apunta hacia el blindaje del razonamiento para derrotar a los demás.
Entre las batallas argumentales que a nada conducen, se disparan argumentos mezclados con insultos, ganando la razón egoísta a fuerza de defenestrar al otro. Cuando esa lucha se da en espacios emocionalmente significativos duele más y el daño es mucho mayor.
Cómo salir de esta trampa
No surge de imponer la razón a fuerza de “lógica”, sino de considerar la cuestión emocional. Las discusiones que llegan a buen puerto apuntan a la “verdad de las cosas” (incluso afectiva) más que a la coherencia argumental.
Lo realmente difícil es hacer sustentables las relaciones humanas, habitadas por las razones del corazón que la razón no entiende. La razón es un instrumento para acceder a la verdad, pero no es la verdad en sí misma. Si la “verdad” es la buena convivencia, no se logra imponiendo razones. Allí el ganador se volverá prepotente y egoísta. Gana una batalla pero no la paz.
Con calma y con el paso del tiempo un argumento hoy absoluto mañana no lo parecerá. De hecho, las reconciliaciones suelen ser más emocionales que argumentales. Por eso la palabra concordia proviene de “cor”, que significa corazón. Cuando la vida nos pone en la encrucijada de tener que elegir entre la razón o la concordia, elijamos la concordia.
La inclinación por el interés personal
Es una propensión natural innata que no debería avergonzar a nadie. Un interés propio bien fundamentado si actúa en forma generosa y altruista, hace más feliz al que lo profesa y es quizás la mejor forma de satisfacer sus propios intereses. Buda maestro espiritual en los siglos VI o V a. C. que fundó el budismo, y es venerado como un ser plenamente iluminado, enseñó un camino hacia la liberación de la ignorancia, el apego, el renacimiento y el sufrimiento. Se basaba en una visión del sufrimiento y su fin. Dijo que un “medio de vida correcto que no daña a otras personas, no excluye el éxito material”.
Las personas orientadas hacia los demás con altruismo y compasión, zafan del egoísmo impulsado por la sociedad actual, del individualismo, del consumismo y de la desesperación por ser reconocidos a través del ‘»me gusta». Los que son generosos con su tiempo, el que no solo invierten en sus intereses personales, suelen ser más exitosos. Su generosidad los hace más queridos, eso los hace más felices y energéticos. Ingresan en un círculo virtuoso: ser amables los pone contentos, mejoran las relaciones y eso les proporciona un placer adicional.
Darle feedback a la realidad
El feedback con la realidad, impide que el error se transforme en hábito. Conocerse es la clave para liberar el empowerment o poder interior que produce el 50% del éxito. El otro 50% son los métodos que constituyen la mayor riqueza del hombre.
Actuando en equipo, la razón y la voluntad se complementan. Tenemos dos hemisferios cerebrales, dos piernas, dos brazos, dos manos, dos ojos y dos orejas pero una sola lengua.
Es para escuchar el doble de lo que decimos. Elliot se preguntó: ¿Dónde está el conocimiento que se perdió con la información? ¿Dónde está la sabiduría que se perdió con el conocimiento? El escorpión le pidió a la rana que lo ayudara a cruzar el río. La rana se negó por su mortal picadura. El escorpión le dijo que no debía temer porque si la picaba él también perecería. Calmada con palabras razonables lo ayudó, pero, sin embargo, el escorpión la picó. Cuando ambos padecían cada cual su propia muerte, la rana increpó al escorpión por su locura, a lo que este respondió que no pudo sustraerse a la tentación, porque esa era su naturaleza.
La rana se dejó engañar por el conocimiento lógico de las palabras falsas, le faltó sabiduría que suma al conocimiento la experiencia de vida. El autoconocimiento de nuestras debilidades y de las amenazas es tan importante como el de nuestras fortalezas y oportunidades.
El egoísmo insano
Cuando es motivado por el miedo siempre retorna a favorecerse a toda costa, a estar siempre buscando el resultado a favor en todo lo que se hace. Este egoísmo reflexivo es un impulso natural que mueve al ser humano pero es inhábil estratégicamente.
El organismo se pone en acción tratando de protegerse a sí mismo, pero no debería obedecerse en piloto automático. Tener una actitud más amistosa con uno mismo ayuda a juzgar menos a los demás, a mejorar las relaciones sociales y por ende conduce a ser más feliz.
Las interacciones positivas, incluso con extraños, son “micromomentos” impulsores de la felicidad. Funcionan como un potente correctivo ante la falta de conexión social que se experimenta. La fuerza y la variedad de las relaciones puede ser una variable del florecimiento del desarrollo humano. Hacer algo para ser mejor persona, fuerte y saludable es también estar bien para poder ayudar. Es un modo de elevarse y activar el altruismo, una cualidad latente.
En este caso el desarrollo personal no se hace solo por conveniencia sino para ser un padre, esposo, jefe, compañero de trabajo más saludable. Todas las personas pueden entrenar su mente para dar pasos significativos. Incluso los que parecen tener un corazón de piedra y egoísta.
Poder inteligente
El egoísta sabio y sano usa el poder inteligente que es querer con eficacia. El poder duro – hard power- es la fuerza bruta. El poder blando – soft power- atrae por la bondad de la política. Al burro se lo maneja acercando la zanahoria al hocico o con el palo en el trasero.
El hombre se mueve por motivaciones: fe, ética, valores – más fuertes que el incentivo mecánico-. El cerebro tiene el poder duro de la razón -hemisferio izquierdo- y el poder blando de la emoción en el derecho. El poder inteligente los asocia. El poder duro es racional, opera con palabras y conceptos. El poder blando es emocional, procesa imágenes e ideas. El poder duro es estratégico, busca el objetivo, el poder blando es intuitivo, las ideas le vienen de golpe.
El hemisferio izquierdo domina, realiza la tarea pesada, obtiene información, actúa con lógica, practicidad y orden. El derecho calla, espera y se activa, sabe lo que quiere. Si prevalece la fuerza del egoísmo no se combinan los poderes y el cerebro trabaja al 10 % de su potencial.
Mente sana en cuerpo sano
Uno se enferma si el otro lo está. Lo destructivo es no saber enfrentar la enfermedad. El cuerpo ejecuta lo que piensa la mente, el intelectual lo hace con palabras y conceptos, el hombre de acción con personas y cosas.
El “Creactor” los combina. Alinea los recursos en dirección a la meta. Entonces el cerebro fabrica endorfinas, el jugo de la inteligencia, y lo hace circular por las redes neuronales, creando oleadas de bienestar y de placer. Educar es obtener de nosotros lo mejor que tenemos.
Cuando quedarse en la zona de comodidad
La zona de confort es el lugar mental en el que uno se siente a gusto y no piensa en cambiar. Pero estar siempre a gusto no siempre es bueno.
Cuando lo único permanente es el cambio, la novedad se impone sólo porque es novedosa y nada permanece. Desaparecen las referencias y las señales que cumplen una importante función orientadora. No hay oportunidad para la consolidación de ideas, relaciones o proyectos que trasciendan a la coyuntura. Para el egoísta insano la rutina es una herejía de repetición, retorno y permanencia, que termina convirtiéndose en aburrimiento. Nadie llamaría aburridas a ciertas repeticiones, a cosas que se hacen o esperan y cuya verificación tranquiliza.
Ellas no inmovilizan, certifican los rumbos y aseguran que uno está vivo.
La rutina es una hoja de ruta
El amor se revela siempre nuevo en la eterna repetición de sí mismo, como la naturaleza con sus ciclos. La rutina puede ser una repetición mecánica o convertirse en rituales con contenido a través de gestos, actos y palabras que se repiten. Depende de cómo se vivan. Toda rutina puede ser una celebración de la continuidad de la vida, y de los vínculos. Los rituales se inventaron para hacer más llevaderos los momentos difíciles.
El requisito previo es vivir despierto, no en piloto automático o en una carrera urgente a ninguna parte. Para que una rutina sea un ritual existencial se necesita paciencia, presencia, compromiso, cooperación, contacto, atención. Mudarse una y otra vez a los mismos lugares, porque nunca son los mismos. Lo mejor es poder cambiar la zona de confort, pero seguir siendo uno mismo.
La zona de confort proporciona abrigo y seguridad. Abarca lo ya conocido, esos ambientes de los que uno se siente parte y en donde se halla a gusto. Pero eso mismo que protege puede dañar. Acomodarse es estancarse, no buscar nuevos desafíos. Hay que olvidar el miedo a lo desconocido y salir un poco de la zona de confort para buscar nuevas emociones y aprendizajes.
Las zonas de confort suelen ser barreras para el crecimiento personal, las fuerzas de cambio son contradictorias en el cerebro. Por un lado, se busca homogeneidad, todo lo necesario para ahorrar energía. Se busca constancia, quedarse en la zona de confort, no correr riesgos. Nada es fácil para la fuerza contraria, la fuerza del cambio. La mitad o más de las iniciativas de «cambio» terminan en fracaso. De 100 ideas sólo una llega a la práctica. La prueba de la acción es modelar razonamientos que puedan ser refutados, que logren detectar las brechas, obtener poder explicativo y sobrevivir a razonamientos alternativos. Las pruebas contundentes son específicas, predictivas, y determinadas. A la verdad uno se acerca para ratificar o rectificar las hipótesis para mejorarlas. Como no existe la divina perfección, la acción debe aproximar a encontrarla.
Verdi dijo que siempre buscó la perfección pero que nunca la pudo hallar. Gracias a eso a los 85 años mantenía su longevidad creativa, porque seguía pasando de un estado de confort a otro, y con gran entusiasmo. Freud explicó que la herejía de una época es la ortodoxia de la otra.
El poder de la negación
Negación es no aceptar la realidad y la peor está en la propia mente. Uno no quiere saber, por ejemplo, que su capacidad cognitiva es muy baja, o la niega o no reacciona. Tampoco cree que su presión es alta, dice que es la primera vez que le pasa, sin advertir que nunca se la tomó o que la subestima afirmando que ocurrió porque comió con sal antes de medirla o porque tuvo un disgusto. La respuesta peor es creer que se trata de una cuestión nervios, porque siempre mi presión fue y es normal.
Niegan el resultado del termómetro, ya se trate de un test de rendimiento intelectual o del tensiómetro. La negación es omnipresente. La solución es cambiar los malos hábitos. Entrenar el cerebro, no fumar ni beber alcohol, dormir 7 horas, ejercicio físico y mental 3 veces x semana y una nutrición sana sin sal y tener el peso ideal. No hay nada mejor para la salud física y mental, para evitar un ACV, un infarto o el Alzheimer que lograr mejorar la calidad de vida. Cada uno debe aprender a darle más años a la vida y más vida a los años
El egoísmo insano, el desperdicio de los recursos y el miedo al fracaso, nos cuentan la misma historia, el hombre sigue siendo la cenicienta mientras florecen las neurociencias.