por Dr. Horacio Krell*
Desde los tiempos antiguos, se han identificado dos arquetipos principales de liderazgo: el líder profeta y el líder rey. Estos dos tipos de liderazgo han dejado su huella en la sociedad y continúan siendo relevantes en el mundo actual.
El líder profeta. Como su nombre lo indica, posee una visión a futuro. Se adelanta a los acontecimientos, señala el camino hacia el futuro y denuncia lo que está sucediendo en el presente. Es el visionario, el que tiene la capacidad de ver más allá de lo evidente y de inspirar a otros con su visión. Ejemplos históricos como Moisés, Mahatma Gandhi y Nelson Mandela nos muestran cómo estos líderes profetas han dejado una marca indeleble en la historia, guiando a sus pueblos hacia un futuro mejor.
El líder rey. Es aquel que se enfoca en la implementación y en los resultados. Tiene una visión clara de lo que quiere lograr y está dispuesto a tomar medidas concretas para alcanzar sus objetivos. El líder rey es pragmático y orientado a la acción. Ejemplos contemporáneos como Steve Jobs, Angela Merkel y Jeff Bezos ilustran cómo estos líderes han sabido implementar sus visiones y transformarlas en realidades tangibles.
En el mundo actual. Podemos ver cómo estos dos tipos de liderazgo se manifiestan en diferentes ámbitos. Por ejemplo, líderes políticos como Mikhail Gorbachev, quien emprendió reformas tanto de transparencia como de ejecución durante su mandato en la Unión Soviética, son ejemplos claros de cómo el liderazgo profeta y el liderazgo rey pueden coexistir en una sola persona. Gorbachev primero señaló los problemas y luego implementó soluciones concretas, como parte de su visión de reforma integral.
Sin embargo, también es importante destacar los desafíos y limitaciones de cada tipo de liderazgo. Los líderes profetas, a veces, pueden ser vistos como autoritarios o demasiado idealistas, mientras que los líderes reyes pueden enfrentar críticas por su falta de visión a largo plazo o su enfoque excesivamente pragmático.
En las últimas décadas, ha surgido un tipo de liderazgo negativo que combina los rasgos del líder profeta con una visión deliberadamente equivocada de la realidad con los de un líder rey que sabe concretar sus propósitos para su propio beneficio. Veamos un ejemplo aclaratorio de cómo funciona:
La caza de cerdos salvajes. Los cazadores echan el maíz en el suelo y esperan que los cerdos vengan. Luego construyen un cerco mientras ellos llegan atraídos por obtener el alimento sin esfuerzo. Al terminar ponen una puerta de ingreso. Cuando el último entra se cierra el acceso, ya no pueden salir y con el maíz gratis ya no lo intentan. Se olvidan de cazar, pierden su libertad y no ven que la mano que les da de comer es la misma que los lleva al matadero.
Un gobierno populista hace lo mismo, bajo el manto protector de la palabra democracia. Les da a los trabajadores todo gratis a cambio de la esclavitud. Reciben pan y circo, transporte, limosnas, planes de bienestar, etc. Todo esto es sacado del bolsillo de ellos sin que lo adviertan. Les roban la capacidad de ser críticos, de pensar por sí mismos y de emprender.
Toda esa maravillosa ayuda del gobierno es una amenaza que pone en peligro la democracia de cualquier país. En algún momento deberán tomar conciencia o cerrar los ojos y convertirse en cerdos y esperar la matanza a cambio de un poco de maíz.
No hay populismo sin riqueza. Una vez en el poder, Fidel Castro profetizó que el nivel de vida de Cuba sería mayor que el de EEUU. Eliminó la actividad privada, creció el mercado negro, la censura y la represión. Abandonada a su suerte, tras la caída de la URSS, ya no tuvo la ayuda que esta le brindaba, se multiplicaron las epidemias y bicicletas o bueyes sustituyeron a autos y tractores. El cubano pasaba el día buscando alimentos, los muertos y los suicidios subieron a las nubes; escuelas y hospitales cayeron en pedazos.
Fidel entonces modificó su discurso: le dijo adiós a la modernidad inmoral, combatió a la riqueza y no a salir de la pobreza. Ser pobre era un honor. La utopía se transformó en un discurso. Cristina Kirchner dijo que Fidel era el último líder moderno. Esa afinidad llevó a la Argentina a una espiral devastadora de pobreza, convirtió en ignorantes a muchos argentinos que la votaron y al país en una Fábrica de pobres.
Un mundo feliz. Aldous Huxley predijo en 1932 el lado oscuro de la tecnología. En un mundo feliz cada uno aceptaría su rol en el engranaje social, la guerra y la pobreza serían erradicadas y serían felices, pero eliminando los valores humanos. El deseo, al revés que el placer, es fuente de sufrimiento. La solución sería sustituirlo por su satisfacción. Pero la sociedad en la que vivimos intenta aumentar el deseo en proporciones inauditas. Para que continúe la competencia sin fin, el deseo tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres.
Una dictadura perfecta tendría apariencia de democracia, pero sería una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían la servidumbre.
¿Podrá sobrevivir el hombre? Se sumaron nuevas predicciones como la de Erich Fromm quien en el año 2000 profetizó que así como vamos no podría sobrevivir el hombre. Creía que el «renacimiento del espíritu del humanismo» era la única solución a la crisis generalizada de valores; y que si no se llegaba a un desarme general y un modus vivendi entre las superpotencias, el cataclismo nuclear sería inevitable. Hoy la tecnología está subiendo por el ascensor mientras que el hombre, si sube, lo hace por la escalera.
En el ámbito educativo, el liderazgo profeta puede manifestarse en la capacidad de los directores de anticipar las tendencias futuras en la educación y de inspirar a sus equipos docentes a adoptar enfoques innovadores. Por otro lado, el liderazgo rey se refleja en la habilidad de implementar políticas y programas educativos efectivos que generen resultados tangibles en el aprendizaje de los estudiantes.
Es crucial reconocer que, en el mundo actual, los desafíos a los que nos enfrentamos son cada vez más complejos y multidimensionales. Por lo tanto, necesitamos líderes que puedan combinar la visión a largo plazo con la capacidad de ejecución efectiva. Solo así podremos enfrentar los desafíos del siglo XXI y construir un futuro más próspero y sostenible para todos.