por Dr. Horacio Krell*
La historia del ser humano es un ciclo constante de creación y destrucción. Desde los mitos fundacionales hasta la teoría del capitalismo de Joseph Schumpeter, la idea de que el progreso exige el reemplazo de lo viejo por lo nuevo ha sido una constante. Pero, ¿cómo aplicar este principio en la actualidad, donde la velocidad del cambio es mayor que nunca?
El miedo al cambio y la resistencia humana
El hombre es un animal de costumbres. Nos resistimos a abandonar lo que conocemos, incluso cuando ya no nos sirve. Sin embargo, la evolución demuestra que solo sobreviven las especies que se adaptan. Lo mismo ocurre con las organizaciones, los modelos educativos y nuestra forma de pensar.
Las empresas ferroviarias de EE.UU., que dominaron el transporte a principios del siglo XX, hoy han desaparecido en un 99%. No hay creación sin destrucción. Sin embargo, el éxito suele ser el peor enemigo de la innovación: nos ancla a lo que funcionó ayer, sin darnos cuenta de que mañana será obsoleto.
La destrucción creativa en acción
Toda innovación sigue un patrón de cinco etapas:
- Experimentación: Aparece una nueva idea, pero aún falta un modelo que la haga rentable.
- Capitalización: Se encuentra la forma de monetizar la idea.
- Gestión y competencia: Las empresas comienzan a perfeccionar la innovación.
- Consolidación: Solo los mejores jugadores sobreviven.
- Sustitución: Una nueva tecnología hace que todo el ciclo comience de nuevo.
Ejemplos de esto abundan: la radio solo fue rentable con la publicidad, la electricidad no prosperó hasta que se cobró por consumo real y Microsoft construyó un imperio sin haber creado el sistema operativo que vendió a IBM.
El futuro: destrucción creativa en la era digital
Hoy, la inteligencia artificial y la automatización están destruyendo millones de empleos tradicionales, pero al mismo tiempo crean nuevas oportunidades. Se estima que 85 millones de puestos serán desplazados, pero surgirán 97 millones de nuevas funciones en ingeniería, computación y desarrollo digital.
Para aprovechar esta transformación, es clave aprender a aprender. La ventaja será de quienes adquieran habilidades en gestión, comunicación y adaptación al ecosistema digital. Las empresas que inviertan en la capacitación de su personal serán las más competitivas.
Educación: ¿Un cerebro en el siglo XXI con métodos del siglo XIX?
Paradójicamente, aunque la educación moldea nuestra capacidad de adaptación, sigue anclada a modelos obsoletos. Memorizar datos en lugar de desarrollar pensamiento crítico es como intentar navegar con un mapa del pasado en un territorio que cambia cada día.
Si queremos preparar a las nuevas generaciones para la destrucción creativa, debemos enseñarles a desaprender y reaprender. La flexibilidad mental es la clave del éxito en un mundo donde lo único constante es el cambio.
Renacer, reinventar y revolucionar
El verdadero innovador no teme destruir lo que ya no sirve. La destrucción creativa no es solo una estrategia de negocios o tecnología, sino una filosofía de vida. Como dijo George Bernard Shaw:
“El hombre razonable se adapta al mundo. El irrazonable insiste en adaptar el mundo a él. Todo el progreso depende del hombre irrazonable.”
Para evolucionar, debemos desafiar nuestras propias creencias, desarrollar un pensamiento ecológico que beneficie a todos y usar nuestra inteligencia no solo para adaptarnos, sino para diseñar activamente el futuro.