Las impresoras funcionarían como una “fábrica voladora” con infinidad de diseños para crear objetos mediante la inyección de capa tras capa de plástico extraído de grandes carretes.
En el área de la Medicina tales impresoras se usan para hacer articulaciones de repuesto, mientras que artistas las emplean para elaborar joyería. De acuerdo con reporte de la agencia Efe, gracias a esa tecnología y la pericia de los cirujanos, esta semana a una holandesa de 22 años se le implantó la totalidad del cráneo de plástico con la impresora 3D. Fue una jornada de 23 horas en el quirófano para una paciente con enfermedad de los huesos que le hacía aumentar el tamaño del cráneo.
Como si fuera Navidad.
En los laboratorios de la NASA, los ingenieros imprimen pequeños satélites que pueden lanzarse a la Estación Espacial para enviar datos a la Tierra, así como piezas de repuesto y partes de cohetes que pueden soportar temperaturas extremas.
“Cada vez que comprobamos que podemos imprimir algo en 3D en el espacio es como Navidad”, dijo el inventor Andrew Filo, quien hace consultoría para la NASA. “Así eliminas conceptos como racionamiento, escaso o irremplazable”.
Los carretes de plástico eventualmente podrían remplazar a los estantes de refacciones y herramientas, aunque la misión por venir será simplemente una prueba de impresión.
“Si uno desea adaptarse debe ser capaz de diseñar y producir en vuelo, y ahí es donde entra la tecnología espacial 3D”, dijo Dave Korsmeyer, director de Ingeniería en el Centro de Investigación Ames de la NASA en Moffett Field, aproximadamente a 56 kilómetros al sur de San Francisco.
Para el primer envío al espacio de una impresora 3D, la NASA escogió entre más de una decena de modelos, desde los de escritorio que cuestan 300 dólares hasta uno de 500.000 dólares capaz de construir bodegas.
Todos ellos, sin embargo, se construyeron para usarse en la Tierra, por lo que el viaje al espacio implica retos, desde cargas y vibraciones hasta la presión de trabajar en la órbita de la Tierra, incluyendo microgravedad, diferentes presiones de aire, energía limitada y temperaturas variables.
Como resultado, la NASA contrató a una compañía emergente de Silicon Valley llamada Hecho en el Espacio para que construyera algo totalmente nuevo.
“Imaginen a un astronauta que necesita hacer una reparación de vida o muerte en la Estación Espacial Internacional”, dijo Aaron Kemmer, director ejecutivo de la empresa. “En lugar de desear que todas las herramientas y refacciones ya estén en la estación es mejor que las impriman en 3D cuando las necesiten”.
fuente: El Heraldo
Las impresoras funcionarían como una “fábrica voladora” con infinidad de diseños para crear objetos mediante la inyección de capa tras capa de plástico extraído de grandes carretes.
En el área de la Medicina tales impresoras se usan para hacer articulaciones de repuesto, mientras que artistas las emplean para elaborar joyería. De acuerdo con reporte de la agencia Efe, gracias a esa tecnología y la pericia de los cirujanos, esta semana a una holandesa de 22 años se le implantó la totalidad del cráneo de plástico con la impresora 3D. Fue una jornada de 23 horas en el quirófano para una paciente con enfermedad de los huesos que le hacía aumentar el tamaño del cráneo.
Como si fuera Navidad.
En los laboratorios de la NASA, los ingenieros imprimen pequeños satélites que pueden lanzarse a la Estación Espacial para enviar datos a la Tierra, así como piezas de repuesto y partes de cohetes que pueden soportar temperaturas extremas.
“Cada vez que comprobamos que podemos imprimir algo en 3D en el espacio es como Navidad”, dijo el inventor Andrew Filo, quien hace consultoría para la NASA. “Así eliminas conceptos como racionamiento, escaso o irremplazable”.
Los carretes de plástico eventualmente podrían remplazar a los estantes de refacciones y herramientas, aunque la misión por venir será simplemente una prueba de impresión.
“Si uno desea adaptarse debe ser capaz de diseñar y producir en vuelo, y ahí es donde entra la tecnología espacial 3D”, dijo Dave Korsmeyer, director de Ingeniería en el Centro de Investigación Ames de la NASA en Moffett Field, aproximadamente a 56 kilómetros al sur de San Francisco.
Para el primer envío al espacio de una impresora 3D, la NASA escogió entre más de una decena de modelos, desde los de escritorio que cuestan 300 dólares hasta uno de 500.000 dólares capaz de construir bodegas.
Todos ellos, sin embargo, se construyeron para usarse en la Tierra, por lo que el viaje al espacio implica retos, desde cargas y vibraciones hasta la presión de trabajar en la órbita de la Tierra, incluyendo microgravedad, diferentes presiones de aire, energía limitada y temperaturas variables.
Como resultado, la NASA contrató a una compañía emergente de Silicon Valley llamada Hecho en el Espacio para que construyera algo totalmente nuevo.
“Imaginen a un astronauta que necesita hacer una reparación de vida o muerte en la Estación Espacial Internacional”, dijo Aaron Kemmer, director ejecutivo de la empresa. “En lugar de desear que todas las herramientas y refacciones ya estén en la estación es mejor que las impriman en 3D cuando las necesiten”.
fuente: El Heraldo