Con nombres como Palermo Valley o Lima Valley –en alusión a la renombrada cuna tecnológica de Estados Unidos, Silicon Valley- los emprendedores latinoamericanos están formando comunidades e impulsando negocios innovadores en toda la región. Es un fenómeno reciente que, a juicio de sus protagonistas, vive su mejor momento desde hace uno o dos años.
Tanto programas de gobierno como aceleradoras privadas están respaldando las buenas ideas y ofreciendo capital y asesoría para los llamados start-up: emprendimientos innovadores, relacionados genaralmente con el área tecnológica.
“Ha habido un gran desarrollo de empresas de base tecnológica”, indica Utz Dornberger, profesor e investigador de la Universidad de Leipzig, experto en temas de innovación y conocedor del mercado latinoamericano. “Hay una necesidad que se explica por dos razones: Latinoamérica no puede vivir sólo de vender recursos naturales y el procesamiento de materias primas requiere de tecnología. Para cambiar el esquema, debe formar empresas de base tecnológica”.
Un estudio de Startup Academy Perú mostró que la principal motivación de los emprendedores es el deseo de crear algo innovador (44%), seguido del interés de ser autónomo o independiente (29%), ayudar al país o comunidad (10) y, finalmente, ganar dinero (8%).
Si bien las experiencias y programas se multiplican cada día, Dornberger es cauto. ¿Son capaces de consolidarse, generar empleos y acceder al mercado internacional? Otra duda es si podrán atraer a emprendedores extranjeros. Los protagonistas de esta movida emprendedora aclaran el panorama.
Radiografía de las startup latinas
Las experiencias son variadas, pero con elementos en común. Por un lado hay jóvenes emprendedores con ideas y, por el otro, sistemas de mentoría y financiamiento disponibles, en un escenario de bajos costos. También, como en el caso de Chile y próximamente Perú, programas estatales que entregan capital.
Un fenónemo a nivel regional es Wayra, un proyecto de mentoría y financiamiento de innovadores en el sector de tecnologías, impulsado por una transnacional de las comunicaciones. Wayra significa “viento” en quechua y dicen que quieren promover nuevos vientos de innovación. Comenzó a operar el año pasado en Colombia y actualmente está presente en 12 países, de los cuales siete son latinoamericanos. Un espaldarazo a la región y también una evidencia de las oportunidades de crecimiento que ofrece.
México: ventajas estratégicas
Por su cercanía con Estados Unidos, México se beneficia de un intercambio permanente con Silicon Valley y del acceso a inversionistas. Por ser un mercado de gran tamaño, México permite lanzar negocios con mucho potencial. “Se están creando tipos de trabajos bastante diferentes a los tradicionales y no sólo en temas de software. Tienen mayor valor agregado, crean tecnología avanzada y generan mejores empleos”, dice Hugo Stevens, de la incubadora Startup Factory.
El beneficio también es para el consumidor, que accede a productos y servicios a menores precios. En México ya están probando modelos de tienda de departamentos por e-commerce y explorando la creación de un carrier virtual. “Hace cinco o diez años, por un tema de capital y tecnología, nadie habría soñado estos cambios”, indica Stevens. “Hoy ya no hay pretexto para que alguien no eche a andar un start-up”.
Perú: ecosistema en ebullición
Álvaro Zárate, de la comunidad Lima Valley y la aceleradora Start-up Academy, destaca el número récord de postulaciones a este programa el año pasado. “Las ventajas del ecosistema emprendedor peruano es la mano de obra barata, la capacidad de programación y disponibilidad de ingenieros, en un país en crecimiento”, explica. De acuerdo a un estudio de Startup Academy, estos emprendedores son jóvenes entre 18 y 32 años y un 70% son hombres.
Startup Academy realiza encuentros y workshops en que los postulantes presentan sus ideas y los seleccionados acceden a sistemas de financiamiento. “Hay suficiente talento en Perú, pero falta sensibilizar sobre esta movida de los start-up y atraer inversión. Por un lado es algo cultural: el peruano tiene miedo a dejar su trabajo fijo y arriesgarse”, agrega Zárate.
Start-up con respaldo estatal
A diferencia de aceleradoras privadas, Start-Up Chile es un programa del gobierno que entrega un capital equity-free, es decir, sin participar de la propiedad de los proyectos. “La misión principal está relacionada con el impacto social. Queremos democratizar el aprendizaje que permite ser exitoso a nivel global y posicionar a Chile como un polo de innovación y emprendimiento líder en Latinoamérica”, explica su director, Horacio Melo.
Por eso, uno de los objetivos ha sido atraer a emprendedores extranjeros, que comparten sus conocimientos sobre innovación y gestión a través de talleres, mentorías, en sus trabajos y en la interacción con estudiantes. “El ambiente colaborativo y vibrante que ha nacido en Chile para la generación de start-ups atrae por sí mismo a emprendedores de todo el mundo”, destaca.
Inspirado en este modelo, el gobierno peruano acaba de crear Start-Up Perú. Su idea es entregar financiamiento para estimular la creación de empresas innovadoras con proyección internacional.
Éxito global desde Argentina
Hace dos años y medio, Frank Martin creó junto a un socio Restorando, un servicio online de reserva de mesas en restoranes. Actualmente funciona también en Chile y Brasil y está en proceso de expansión hacia Colombia y México.
Como éste, hay otros exitosos ejemplos nacidos en Argentina, que hoy tienen repercusión global, como Mercado Libre y Despegar. “Argentina es un país que tiene un gran talento, pero que no es un buen mercado -destaca Martin-. Es un excelente lugar para reclutar talento y exportar, con alta penetración internacional”.
“En los últimos dos años ha evolucionado la cantidad de incubadoras en las cuales se desarrollan proyectos nuevos de tecnología y al mismo tiempo los fondos de inversión de riesgo”, indica. También existe un programa startup del gobierno de Buenos Aires, que entrega capital sin necesidad de devolución.
El futuro de las startup
Una vez lanzado el proyecto, ahora se trata de crecer. Aquí pueden jugar un papel clave inversionistas extranjeros, no sólo por el aporte de capital. Se comparten contactos y conocimientos sobre innovación y gestión que fortalecen el negocio y pueden expandirlo hacia otros mercados. “En este ecosistema de los start-up el principal indicador no es la rentabilidad, sino la cantidad de usuarios. Si tienes un montón, los inversionistas van a llegar”, indica Álvaro Zárate.
Los expertos advierten sobre la importancia de reforzar la formación en temas de gestión de innovación y tecnología, y hacer frente a factores culturales propios de Latinoamérica: “Hay alto nivel de incertidumbre. Si combinas esto con la cultura empresarial de Latinoamérica , en que hay pensamiento a corto plazo, las empresas no quieren correr riesgos y no invierten mucho en esta área. Por eso es tan necesario dar incentivos y ofrecer como Estado un riesgo compartido, como ha hecho Chile”, destaca Dornberger.
Victoria Dannemann