Para emprender hay que ser multitasking aunque no siempre podemos estar en misa y procesión al mismo tiempo.
Iniciar un emprendimiento es aprender a dar los primeros pasos con la soga al cuello. Una startup nace con ese optimismo desmedido propio de aquellos que se sienten predestinados a cambiar el mundo.
Así como nos pasa con nuestros hijos, que no hay ninguno en la creación más bellos que los nuestros; del mismo modo pasa con nuestros emprendimientos; siempre creemos que nos va a ir maravillosamente bien y que superan lo conocido.
Pero también hay otra realidad que nos une en los comienzos: la plata nunca nos alcanza. Siempre estamos ajustados y debemos convertirnos en un Harry Potter de los recursos para pagar alquiler, sueldos, insumos, etc.
Generalmente en los inicios al menos, los ingresos suelen ser menores que los esperados, mientras que los gastos superan las previsiones. Los ingresos suben por escalera y los gastos, por ascensor.
Esta situación nos puede llevar a cometer errores comprometedores para la buena salud de nuestra startup. La estrechez de recursos nos podría hacer confundir gasto con inversión y es muy común que nos creamos con el talento y conocimientos necesarios para hacer todo tipo de tareas en lugar de contratar profesionales especializados. Probablemente algunas de esas tareas podamos hacerlas, pero nos estaríamos desenfocando, y bien sabemos que perder el foco puede ser fatal para el negocio.
Siempre se dice que el éxito en los negocios es 10% inspiración y 90% gestión… Pues bien, invertir en profesionales idóneos está dentro de este 90%.
No podemos ser contadores, relacionistas públicos, marketers, hacer el plan de negocios, abogados, vendedores, administrativos y distribuidores a la vez. El multitasking es un riesgo para nuestro negocio.
Zapatero a tus zapatos. Caso contrario, nos puede pasar como a la viuda del siguiente cuento:
“Cuenta la historia que en un lejano pueblo vivía una viuda muy pobre. Su único sustento era una oveja. La viuda decidió que era hora de esquilarla y para ahorrar, agarró ella misma las tijeras y sin saber realmente cómo hacerlo empezó a quitarle la lana al animal y sin darse cuenta le hacía mucho daño.
Con pequeños gritos de dolor por sus heridas y la sangre que brotaba de su cuerpo, la oveja molesta le dijo a la viuda:
. “¿Por qué me hace esto, señora? ¿En qué ayuda mi sangre a la lana? Si quiere mi carne, llame al carnicero quien sabrá matarme al instante para no sufrir. Pero si lo que quiere es mi lana, ¿por qué no llama al esquilador quien sí sabe cómo sacar toda mi lana sin dañarme?”
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
Marcelo buenos días , quizas no haya habido oportunidad para agradecerte por las muy buenas informaciones que me envías, hago un pequeño alto en el camino para hacerlo, en verdad siempre los leo y son excelentes los articulos de los temas diversos que envías, te agradezco nuevamente y que Dios te bendiga por siempre y a los tuyos también.
Atte.
Andres Mendoza
Muchas gracias Andrés