¿Y si probamos practicar el «sólo por hoy» en nuestros emprendimientos para hacerlos éticos, morales y rentables?
Hay una profesión que conlleva todo para despertar admiración y sin embargo su brillo es cada vez más pálido: empresario.
Si pidiéramos a un buen número de personas que nos digan con que palabras asocian a los empresarios, seguramente “corrupción”, “ambición”, “egoísmo” serán algunas de las respuestas más frecuentes que escuchemos, aquí y en el resto del mundo. Tal vez vos también tengas esta impresión de los ejecutivos de empresa y está bien que así sea por los casos de mala praxis empresaria que salen a la luz.
Pero no te olvides que como emprendedor si el éxito es el final de tu camino, ser empresario es casi tu destino.
Está en vos cambiar la historia. Puedes elegir convertirte en una patética imitación del empresariado que criticas o transformarte en un líder inspirador. Ser opresivo o expansivo, exclusivo o inclusivo, segregador o integrador, corrupto o ético, inmoral o moral, son elecciones que haces todos los días, a cada instante.
Deberíamos aprender del buen ejemplo de quienes intentan salir de sus adicciones pueden ser un buen ejemplo para los que pretendemos cambiar las cosas para bien. Probemos diciendo cada día: “Solo por hoy no me voy corromper, ni sobornar; sólo por hoy cumpliré mis obligaciones; sólo por hoy iré de frente con mi equipo”; y así con todo lo que se te ocurra. Quien te dice… a lo mejor hoy puede ser un gran día emprendedor.
La ética del carácter es un activo imprescindible para generar negocios sanos. Esta ética se basa en la idea fundamental de que hay principios que gobiernan la efectividad humana, leyes naturales de la dimensión humana que son tan reales, tan constantes y que indiscutiblemente están tan allí como las leyes de la gravitación universal en la dimensión física.
La soberbia y el orgullo parecen poderosos, pero tarde o temprano, sucumben ante la ética, como enseña este cuento:
Dos acorazados asignados a la escuadra de entrenamiento habían estado de maniobras en el mar con tempestad durante varios días.
Yo servía en el buque insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche.
La visibilidad era pobre; había niebla, de modo que el capitán permanecía sobre el puente supervisando todas las actividades.
Poco después de que oscureciera, el vigía que estaba en el extremo del puente informó:
– Luz a estribor
– ¿Rumbo directo o se desvía hacia popa?, gritó el capitán.
El vigía respondió
– “Directo, capitán”, lo que significaba que nuestro propio curso
nos estaba conduciendo a una colisión con aquel buque.
El capitán llamó al encargado de emitir señales.
– Envía este mensaje: Estamos a punto de chocar; aconsejamos cambiar 20 grados su rumbo.
Llegó otra señal de respuesta:
– Aconsejamos que ustedes cambien 20 grados su rumbo.
El capitán dijo:
– Contéstelo: Soy capitán; cambie su rumbo 20 grados.
– “Soy marinero de segunda clase –nos respondieron-. Mejor cambie su rumbo 20 grados”.
El capitán ya estaba hecho una furia. Espetó:
– Conteste: Soy un acorazado. Cambie su rumbo 20 grados.
La linterna del interlocutor envió su último mensaje:
– Yo soy un faro.Cambiamos nuestro rumbo.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.