Todos afirman que Chile necesita más emprendedores y más emprendimiento. Esa aspiración es sincera y ha sido una prioridad desde hace dos décadas. En el último tiempo, ese objetivo se ha convertido en uno primordial tanto que muchos esperan una verdadera transformación económica que implicaría la creación de nuevas empresas, especialmente si tienen el potencial de hacerse grandes.
Cuando como extranjero pregunta a los chilenos -sean éstos gente humilde o expertos- sobre la falta de emprendimiento, hay algunas explicaciones que se repiten frecuentemente: la supuesta falta de creatividad de los chilenos, la rigidez del currículum escolar y la falta de una cultura de innovación. Curiosamente, casi nadie menciona el cálculo financiero que cada emprededor hace antes de lanzar una nueva empresa.
Los emprendedores por su naturaleza toman riesgos, pero no extremos.
Ante un nuevo desafío, cuantifican el potencial alcista y lo comparan con el del fracaso. En Chile, el costo del fracaso es grande, muchas veces casi infinito si se toman en cuenta las implicancias sociales que sufre un emprendedor fracasado en Chile: desaprobación social y consecuencias financieras.
Hoy el sistema financiero chileno es robusto y es capaz de aguantar choques tales como la crisis financiera de 2008-2009, o el terremoto de 2010. Por lo anterior, el sistema puede financiar proyectos de mayor riesgo. Pero los emprendedores se muestran pocos dispuestos. Para cortar ese nudo y echar a andar muchos nuevos emprendimientos, una buena idea sería crear una nueva clasificación de deuda. El deudor -en caso de no pagar- sería castigado, pero menos severamente y por un período más corto de tiempo. El tratamiento debería ser suficientemente duro para que no cualquiera lance un emprendimiento improvisado, pero también suficientemente liviano para que un emprededor serio tome la decisión de lanzar un proyecto. La sugerencia es de ajustar el tratamiento de la deuda a las prioridades actuales. En la medida que las consecuencias de fracaso sigan siendo tan severas, pocos tomarán el riesgo de lanzar una nueva empresa. Y Chile tiene la capacidad de alterar ese tratamiento y, de esa manera, liberar la creatividad escondida de los chilenos.
autor: John Edmunds
Fuente: Diario Financiero