por Dr. Horacio Krell*
La convivencia entre fuerzas opuestas —orden y caos, comodidad y cambio— es el motor de la creatividad y la transformación.
El cerebro humano vive estimulado por fuerzas opuestas: el confort de lo conocido y el desafío de lo nuevo. Estas tensiones internas son tanto conservadoras como progresistas. Mientras una busca ahorrar energía automatizando lo aprendido, la otra empuja a explorar nuevos caminos, conscientes de que repetir lo mismo no genera resultados diferentes. Lograr armonía entre ambas puede aumentar la productividad y liberar el potencial para generar la creatividad y el cambio.
Sin embargo, esta energía puede bloquearse si no se gestiona la motivación emocional, social y estratégica. Ignorar lo incómodo es una tendencia humana, descrita como «disonancia cognitiva» por León Festinger. Elegimos creer en lo que nos conviene, incluso frente a evidencias contrarias. Este fenómeno puede generar tanto estancamiento como oportunidades para la transformación personal.
La vida misma es un juego entre el orden y el caos. Según la teoría del caos, los sistemas cambian abruptamente, pasando del desorden a nuevas estructuras. Esto también se refleja en nuestras mentes: la entropía psicológica, esa sensación de desorganización interna provocada por la incertidumbre y el cambio, nos reta constantemente a adaptarnos. En lugar de resistir el caos, debemos aceptarlo como parte inherente de la vida y usarlo para reinventarnos.
La estabilidad existe hasta cierto punto, pero el cambio siempre estará presente y será inevitable, por lo que debemos aprender a desarrollar métodos que posibiliten una mejor adaptación.
La teoría del caos
Las sociedades no cambian continuamente. La vida privada predomina sobre la pública, salvo cuando aparecen las convulsiones. Son parecidas a un fenómeno natural analizado por el Premio Nobel Ilya Prigogine en su teoría del caos. Se trata de partículas que permanecen indiferentes mientras el sistema se encuentra en equilibrio. Tan pronto se desajusta, despiertan e interactúan entre ellas y con el medio externo. Comparando ciudadanos con partículas, cuando el sistema social sale del equilibrio, ellos se lanzan a la acción colectiva.
Cuando los sistemas cambian abruptamente, sus partes se tornan activas y generan comportamientos novedosos. Pasan del orden al caos, pero generan un nuevo orden innovador. Los intelectuales perciben las señales, pero a la gente no le llegan por el intelecto, sino por sus sensaciones de malestar o bienestar. Los intelectuales se impacientan ante una sociedad lenta, que cuando reacciona suele elegir una dirección inesperada.
Einstein era determinista y lo expresó en la frase “Dios no juega a los dados”. Para Prigogine el aletear de una mariposa en África puede provocar un maremoto en San Francisco. Para él el universo es creativo y provocador. Muchos éxitos surgen de fracasos que revelan contradicciones y desórdenes, pero que crean estructuras que se rehacen continuamente.
Lo viejo conocido
El cerebro se esfuerza menos si usa solo lo que sabe. Pero un problema es nuevo y precisa ideas, no se resuelve de memoria. Confunde pensamiento con memoria “estuve pensando en vos” o con creencia en: “yo pienso de esta manera”. La escuela propone automatismos. Respuesta viene de responso, el rezo a los difuntos. Lo habitual es etiquetar en categorías separadas, congelar el pensamiento. Pero así no surgen conceptos nuevos.
El equilibrio entre la entropía (conservación de energía) y la búsqueda de lo nuevo puede impulsar la creatividad. Descansar, observar y aprender de las experiencias son estrategias esenciales para manejar la incertidumbre y cultivar una mentalidad flexible y abierta. Como dijo Sócrates, «una vida sin examinar no merece ser vivida». Al tomar conciencia de nuestros prejuicios, cuestionar creencias rígidas y abrazar el cambio, el caos se convierte en un aliado para crecer.
La convivencia entre fuerzas opuestas —orden y caos, comodidad y cambio— es el motor de la creatividad y la transformación. Al aceptar la incertidumbre y desarrollar herramientas para adaptarnos, podemos convertir el caos en una fuente de renovación constante.