Fueron famosos Tom Peters y Robert Waterman, quienes vendieron tres millones de ejemplares de En busca de la excelencia, y Reingeniería, de James Champy y Michael Hammer, que desencadenó la moda global de la revisión de procesos. A la venta de libros hay que agregarle los honorarios por las disertaciones en distintos lugares del mundo, lo que les ha proporcionado una muy buena cantidad de dólares, lo cual no tiene nada de malo. Se lo han ganado honestamente, mediante charlas o derechos de autor.
El fenómeno más interesante tiene carácter social. Varios miles, si no millones de dirigentes del mundo, de distinto nivel, han invertido su tiempo y dinero para acceder a sus enseñanzas, con más marketing que contenidos. El mecanismo era el siguiente: un personaje se hacía famoso por sus propuestas revolucionarias sobre nuevas orientaciones en la dirección del negocio. En ese momento se convertía en gurú, lo que lleva a significados remotos, con origen en la India hace miles de años, equivalente a maestro espiritual.
Los Beatles los remasterizaron, en los 60, con sus peregrinaciones para recibir las enseñanzas del Maharishi Mahesh Yogui y tomándolo como fuente de inspiración para sus canciones. El concepto, tal vez por la composición etaria de los ejecutivos de la época, se trasladó a las empresas y así fue como lograron una repercusión masiva. Para superar las dificultades de conducción de las corporaciones era necesario, o casi imprescindible, escuchar las enseñanzas de un gurú. Se suponía que, como los Beatles, volvían de cada encuentro renovados, con nuevas ideas que aplicarían inmediatamente.
No hay información confiable sobre los resultados luego de haber sido iluminados. The Economist afirma que «pocos de los nuevos expertos pueden moverse a través de distintos sectores como Tom Peters, y mucho menos a través de los siglos y de múltiples disciplinas intelectuales de la manera que lo hacía el ya fallecido Peter Drucker». Y agrega: «El problema principal es que el negocio de los gurúes está alcanzando el final de un largo ciclo de creatividad. Durante las últimas dos décadas fue conducido por dos terremotos de cambio económico: el auge de los países emergentes y la revolución digital».
Por este motivo, la desaparición de los gurúes es una consecuencia, pero los problemas continúan, con otras particularidades. Aquellas enseñanzas masivas ya no tienen efecto comprobado. La época dorada de los gurúes empresariales se había acercado mucho a los libros de autoayuda y los pastores evangélicos. Cuando leemos el título de un best-seller que hizo furor, como el de Stephen Covey, Los siete hábitos de las personas altamente efectivas, uno no puede hacer menos que desconfiar. En siete pasos se alcanza el éxito. ¿No es demasiado fácil?
La complejidad con la que se enfrenta cualquier dirigente, de cualquier nivel, en cada una de las organizaciones, es tan vasta que será difícil resolverla con apenas siete cambios de hábitos, a lo que podemos agregar que un solo cambio de hábito tampoco es cosa fácil.
Tal vez esta situación haya dado paso al coaching, un apoyo personalizado, necesario, ante un mundo diverso, infinito y, para colmo, cambiante.