Hace ya varios años, los hackers impusieron un método de trabajo: para hackear durante largos períodos de tiempo era necesario colaborar unos con otros, en equipo, entre pares, de manera horizontal y complementaria. Surgió así el hackatón, un evento bautizado con la unión de las palabras hacker y maratón. El hackatón fue pensado para programar o buscar soluciones de forma colaborativa. Cada vez más organizaciones recurren a este tipo de experiencias para beneficiarse de una forma de trabajar que interpela a los participantes desde el compromiso.
Lejos del mundo hacker, los hackatones son cada vez más habituales en distintos ámbitos. Hace pocos días, el museo MAR, de la ciudad balnearia argentina Mar del Plata, organizó un hackatón para discutir de qué manera la comunidad podía comprometerse con ese establecimiento, percibido localmente como un ámbito pensado para el turista y no para el vecino.
Los hackatones sirven como disparadores de ideas y como buscadores de soluciones y respuestas colectivas, rápidas, efectivas y creativas. Son formas de resolver problemas en las que los egos (y las viejas concepciones de liderazgo) quedan de lado. Es un trabajo entre pares, en el que cada participante se compromete y aporta al objetivo.
El hackatón llega al mundo de las empresas para innovar. El intercambio es plural y horizontal. Empleados de distintos departamentos y con los más disímiles escalafones, desde un becario hasta los más altos ejecutivos, pueden aportar puntos de vista que enriquezcan a la organización.
“Puede ser una unión entre representantes de finanzas e investigación y desarrollo para resolver un problema de logística”, ejemplificó Carlos Martínez, director general de Meta4 en México, al sitio Expansión.
Un hackatón no sólo enriquece a la compañía por sus resultados (los proyectos e ideas que surjan de él), sino también por el proceso. Los empleados hablan y se escuchan en un plano de igualdad, se sienten partícipes del destino de la organización.
En otras palabras, estas reuniones pueden profundizar el compromiso y la fidelización de los trabajadores, mientras se generan y fortalecen entornos colaborativos. Y pueden ser también espacios para detectar, fomentar y, en última instancia, retener talento.
Este tipo de convocatorias también pueden servir para devolverle vida a la organización. La rutina, el aburrimiento, es un factor de descontento entre los empleados de las nuevas generaciones. Los llamados millenials suelen apelar a este tipo de argumentos para explicar por qué cambian de trabajo, más allá de que la organización busque retenerlos con buenos salarios.
Por eso, los hackatones son una manera de apelar al compromiso del empleado y de motivarlo. Así lo entendió la multinacional de origen argentino Globant que organiza hackatones en los que premia la creatividad de sus trabajadores y la fomenta con salas de música y de brainstorming.
El Grupo Nicxa, que opera restaurantes, hoteles y otros negocios inmobiliarias en México, aprovecha las sinergias que surgen entre distintas áreas de la compañía con actividades entre departamentos, en las que deben trabajar en equipo para resolver un problema dado.
Un hackaton es, en definitiva, un espacio para que cada empleado aporte su conocimiento, demuestre su iniciativa, colabore y compita con sus compañeros de equipo. Un ámbito que favorece el compromiso con la compañía y la innovación. Todas cuestiones importantes para pensar el futuro (o el presente) de cualquier empresa.