Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es cumplir. Debemos convertir el discurso en acto, aprendiendo a comunicar con eficacia.
Debemos mejorar nuestras destrezas de comunicación. No somos tan fuertes cómo los animales más poderosos, ni podemos nadar debajo del agua como los peces, volar como los pájaros o cambiar de colores como el camaleón y somos tan indefensos que precisamos el amor de nuestros padres para sobrevivir: ¿Cómo hicimos entonces para convertirnos en los dominadores del planeta? Fue por la magia de la comunicación con los demás, de una forma tal que ninguna otra especie puede hacerlo y que nos permite compartir ideas, teorías, conocimientos, miedos y esperanzas.
La comunicación parece tan obvia, que la solemos pasar por alto, dando por hecho que nos entendemos en piloto automático. La comunicación es una de las habilidades «blandas» que representa a la competencia de relacionarnos. Nadie duda de la importancia de las habilidades «duras”. Sin embargo, el conocimiento técnico no alcanza sin una comunicación de calidad. Las competencias blandas no cambian con el tiempo, son las de escuchar, argumentar, cumplir promesas, manejar la lengua con soltura, recordar la herencia cultural, razonar, comprender los textos, generar ideas. La primera tecnología genérica creada por el hombre fue la lectura y es imprescindible para aprender las tecnologías modernas.
Tenemos dos orejas y una sola lengua. Es para escuchar el doble de lo que hablamos. Es preciso dedicarle tiempo a pensar cómo, dónde y cuándo conviene comunicar. No siempre tenemos en cuenta quién es el otro y cuál es la mejor manera de llegarle y convertirlo en un aliado.
No registramos la importancia de las estrategias que generan sinergia con los demás. Debemos ayudarlos a liberar su talento para que puedan aportar su mayor valor. No debemos suponer que piensan como nosotros y que le dan relevancia a las mismas cosas.
Muchas veces, construimos falsas expectativas sobre lo que saben o quieren. No solemos verlos como son sino según queremos que sean.
La comunicación empática apunta a fidelizar los vínculos. Hay que ir más allá de lo obvio, interesarse, relevar, preguntar, conocer sus necesidades. Así, el estilo del otro enriquece, enseña y flexibiliza la comunicación. Llevar esto a a la práctica es preguntarle si capta la información que le presentamos, o si la debemos adaptar. Hay que tener “in mente” el perfil del interlocutor: qué sabemos de él, cuáles son sus necesidades, sus objetivos, a qué le da prioridad. Escucharlo antes de hablar y adecuar nuestro estilo a su forma de oír. Saber si le interesan más los resultados numéricos y hablarles con estadísticas y metas cuantificables. O si prefieren saber cómo arribaremos a los resultados y explicarles el desarrollo.
El humor es un remedio infalible. Sigmund Freud en “El chiste y su relación con lo inconsciente”, escribió: “los chistes no han recibido la consideración que merecen por el rol que juegan en nuestra vida mental”. El stand up es un género teatral de humor que expresa la visión del mundo del comediante sobre temas que compartimos todos. Solo en el escenario, sin escenografía ni vestuarios, actúa lo que el mismo escribe.
Durante la actuación se ve como la persona que siempre quiso ser: sin miedos, o como el chico popular, o como el hijo favorito a quien sus padres prestaban más atención. La experiencia es tan paliativa como una terapia. Y la gente ríe porque estos temas tocan sentimientos universales.
El público se identifica con el temor, la confusión, o la ira que hay detrás del humor, con esos momentos de auto-conciencia en los que la vulnerabilidad y el secreto se transforman en palabras y se exponen. La comedia es una gran paradoja de la vida. Lo que hace bueno a un chiste es que nos lleva a lo más profundo de nuestra psiquis, y al mismo tiempo, nos permite liberar nuestra mente.
Las técnicas del stand up y su metodología se está exportando a los cursos de oratoria tradicionales porque los formatos de comunicación han cambiado y porque la gente ha perdido la paciencia para escuchar largos y tediosos discursos
No hay segunda oportunidad para la primera impresión. Al enfrentar el uso de la palabra en situaciones que escapan al habla cotidiana se siente inseguridad: ya se trate de un examen, una pregunta fuera de contexto, de hablar frente a un auditorio o de exponer por Radio o TV. Somos evaluados por lo que decimos más que por lo que sabemos, nadie puede penetrar en la mente de otro para conocerla y se basa en lo que comunica. No podemos no comunicar, comunicamos hasta cuando estamos en silencio, a través de nuestro lenguaje corporal
El problema es que tenemos demasiados kilómetros de lectura y de escucha y pocos metros de práctica de la comunicación. Es necesario progresar en el autoconocimiento, -para potenciar las fortalezas y para hacer virtudes de nuestros defectos-. También tenemos que canalizar los recursos hacia objetivos concretos -toda situación de comunicación se presenta como una posibilidad de éxito-oportunidad como de fracaso-amenaza-.
Miedo oratorio. Conocido también como pánico escénico es muy común hasta en personas que hablan por los codos en la vida cotidiana, pero al tener que hacerlo en público se les acelera el corazón, se ponen coloraros de vergüenza, tartamudean, transpiran y se les enfrían las manos.
No estamos entrenados en la comunicación como si lo estaban los antiguos oradores griegos y romanos.
No hay tiempo que perder. Hoy se admira más la improvisación y la ocurrencia. Escuchar siempre lo mismo y dicho de la misma manera, motiva a buscar otros medios. Las charlas TED son un nuevo estándar de la oratoria que se precisa en la vida profesional para escalar en la jerarquía. Stand up es un género adaptado a la época, que, con presentaciones breves de alto impacto, está dominando el mercado de la comunicación.
TED es un evento anual donde algunos de los pensadores y emprendedores más importantes del mundo están invitados a compartir lo que más les apasiona. “TED” significa Tecnología, Entretenimiento y Diseño, tres grandes áreas que en conjunto están dando forma a nuestro futuro.
Este nuevo formato para hablar en público apela a la literatura y a las artes escénicas. Se suele contar una historia para crear un momento único y sorprender. Valen el humor, el suspenso y los silencios teatrales. La atención es un recurso escaso y se precisa competencia para captarla.
El mensaje eficaz. Antes de exponer hay que preguntarse: ¿para qué hablo, qué voy a decir, a quiénes me dirijo, cuanto tiempo necesito, cómo lo haré? Luego hay que preparar el discurso por escrito y practicarlo. La ventaja de escribir el texto es que las palabras vuelan y se las lleva el viento. Además el escrito puede ser posicionado en internet potenciando su alcance. En la preparación se deben generar las ideas y escribir sobre ellas con párrafos de enlace que las conecten. Conviene hacerlo con anticipación, porque el inconsciente trabajará con el tema y producirá nuevas ideas.
Cómo planear el discurso. Seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé, sus nombres son, Cómo, Cuándo, Dónde, Qué, Quién y Por qué», dijo Rudyard Kipling. El buen plan es una hoja de ruta que responde al cuestionario y hace el inventario de lo que falta.
El «Por Qué» se refiere a los motivos. El «Cómo» a la estrategia, a cómo llegar a la meta. El «Cuándo» es el tiempo de duración. El «Dónde» el escenario pasado, actual y futuro. El “Qué” indica los objetivos y las metas de la exposición. El «Quién» es la gente y la retroalimentación
Abusos con la metáfora. Su lenguaje figurado y no literal en el discurso sirve para hacer comparaciones abreviadas. Está bien y sirve si la analogía funciona, como en “el tiempo es oro”, porque ambos son bienes escasos y valiosos. La metáfora no muestra, oculta, no va de frente y promueve el pensamiento mágico. Adjetivar sustantivos es mejor, hay que sospechar de las metáforas porque crecen en la mente “como bola de nieve”. Ja, Ja: Acabo de usar una. Es necesario advertir cuando las metáforas distorsionan el pensamiento.
Cuando lo mejor es no opinar. La naturaleza es un texto que no se refiere a algo concreto. Las cosas no hablan pero tienen un lenguaje. Es el hombre el que significa y referencia con palabras que luego toman vida propia. El tono de convicción y sinceridad con el que expresa lo que dice, le sirve para convencerse, convencer a otros y para no tener que pensar. Una opinión también puede ser absurda. Convencer no es constatar, hay que verificar la verdad de las definiciones. Es sabido que al buen observador le sobran las palabras.
Las 4 C de la comunicación. Debe ser clara: es más importante ser comprendido que admirado y tiene que cerrar la brecha entre lo que dice el orador y lo que escucha el receptor. Correcta: todos los datos deben ser verificados para evitar el hablar en el aire. Concreta: en lenguaje directo, con pocos adornos. Concisa: lo bueno y breve dos veces bueno. Cómo dice la frase: “no aclares que oscurece”.
Audiencia. El problema es que padecemos de la enfermedad de la atención. Son tantos los estímulos que nos habituamos a eludirlos. Para evitarlo hay que sorprender a los oyentes o se escaparán hacia la pantalla de los celulares, si lo que escuchan no los seduce. En el stand up se pone mucho de uno mismo y eso genera empatía. Y en la comunicación real permite suavizar las presentaciones, hacerlas más atractivas. No lucir como aburrido es una de las premisas. Su discurso sigue las reglas del entretenimiento. Lograr el impacto es la cuestión. Por eso el discurso debe ser entretenido, informal y efectivo. Para perder el miedo se puede buscar en el público alguien con quien empatizar y darle pie para que se ría.
Hay que saber leer las señales. En ciertas presentaciones se puede tirar algún chiste, pero en otras, no. Eso también lo brinda el entrenamiento.
Al hacer contacto visual con el auditorio, se puede leer el mensaje que se recibe del público. Y casi siempre es un sí o un no bastante claro.
Técnicas stand up. Hay ejercicios propios. Se trabaja mucho en la interacción con el público, en saber leer lo que le pasa al auditorio. Si el orador tuvo un problema, en lugar de disimularlo, es mejor compartirlo con la gente. Blanquear lo que ocurre es muy propio del stand up, a la gente le gusta eso, se identifican con él. El humor se trabaja en la medida en que uno lo sienta como propio. Si no se lo siente, es mejor no usarlo.
El humor abre puertas. En la vida, en el trabajo, triunfan más los que son capaces de hacer reír. La gente está comprendiendo que la confrontación no lleva a ninguna parte, por eso vienen a aprender a cómo hacer reír o cómo frenar una discusión con humor. Si bien hay algunos que tienen un don natural, hacer reír es algo que puede aprenderse. Lo que tiene el stand up es que siguiendo ciertas reglas se puede provocar la risa.
El que expone tiene que seducir con algún recurso. El humor es uno de tantos, pero hay que saber usarlo para no quedar como tonto o desubicado.
Comunicación en las redes sociales. Pueden iniciar o amplificar las conversaciones públicas, y volverse inmanejables por la pobre calidad de la discusión, la opinión desbordada, la descalificación rápida, la problemática relación con los hechos y la tendencia al ajuste de cuentas.
Antes el espacio público eran los medios tradicionales. Hoy hay cosas que se inician en las redes y son tomadas por los medios, y viceversa.
Todos tenemos el dispositivo de captura y de circulación, todos podemos ser víctimas o culpables de las cosas que se dicen. Y ese «vasto rumor» de conversaciones de café, prensa y televisión, está atravesado por la lógica de las redes que ya se instalaron como el quinto poder.
Las redes son regidas por regulaciones impuestas por las compañías privadas, que son dueñas de esos espacios y que determinan desde lo que se puede decir, lo que no y hasta lo que cada uno ve en su pantalla. Es una sociedad del relato, de consignas y frases hechas, que necesita de la pura emoción, del impacto. Quizá por eso las discusiones son más sobre la existencia de los problemas que sobre pensar en sus soluciones.
Si la opinión precede a los datos, todos opinan porque nadie puede rebatir a nadie. Opinar es fácil, atractivo, tiene un costado de empoderamiento, pero es preocupante cuando las decisiones de política surgen de opiniones sin fundamento. La práctica del «panelismo» de TV, la «polémica» con intercambios subidos de tono, es la puesta en escena de la pobre calidad de los debates. El marketing político cuando se basa en la opinión, cierra temas y no abre interrogantes. Hoy las redes van más rápido que la política, subvierten lo políticamente correcto y hacen visibles cosas no dichas.
Un diálogo productivo. Es el que expresa lo que se siempre se calla, la sinceridad es el dominio de la ética: “decir lo que se piensa”, la comunicación es la capacidad de acción, “dialogar con precisión”. Las palabras mueven al mundo. Escuchando, decidiendo con argumentos, haciendo promesas responsables se reúne la competencia con la sinceridad. Por lo tanto hay que distinguir el discurso defensivo que se limita a la conveniencia, a la ilusión, a tener razón, a negar la verdad; del razonamiento productivo que saca la venda de los ojos y nos sitúa cara a cara con la verdad. Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es cumplir. Debemos convertir el discurso en acto, aprendiendo a comunicar con eficacia.
Como dijo una vez Séneca: “las palabras que no se convierten en hechos no sirven para nada.
*CEO de ILVEM, mail de contacto [email protected]