La tecnología subió por el ascensor y el hombre por la escalera sin considerar el daño que eso genera al planeta. La educación atrasa y no es la industria pesada que se necesita.
Sin embargo la Inteligencia artificial o IA no pudo prever la pandemia generada por el corona virus. Sucede que la IA es creada y manejada por personas que la usan para bien o para mal
En el 2015 Bill Gates, alertó: “Si algo va a matar a 10 millones de personas en la próxima década será un virus muy infeccioso, mucho más que una guerra. No habrá misiles, sino microbios. Gran parte de eso es que se ha invertido mucho en armamentos nucleares pero se hizo muy poco en crear sistemas de salud para poder detener las epidemias”.
La inteligencia es la capacidad de adaptarse a situaciones o de resolver problemas. Se trata de comprender la situación, de inventar la solución y de actuar en consecuencia. Las máquinas almacenen información en diversos formatos y la procesan a gran velocidad. Son eficientes para repetir pero saben pensar. Son como un niño que aprende todo de memoria, pero que no comprende ni puede explicar eso que repite como un loro, ni hacer algo útil con la información.
Curiosidad, imaginación, creatividad, proactividad, improvisación, son habilidades blandas del cerebro, pero como no se sabe cómo las genera no se puede enseñar a las máquinas a imitarlas.
Capacidad de anticipación
La IA realiza predicciones aprendiendo de los datos, pero desconoce su por qué. Anticiparse permite decidir correctamente antes que ocurran los hechos. Es una gran ventaja competitiva. La máquina precisa entrenamiento y el hombre educación.
El aprendizaje es la base del conocimiento. Aprendemos de la experiencia gracias a que contamos con la memoria y las emociones. Las máquinas aprenden rápido pero no tienen conciencia de lo que hacen. El conocimiento para interpretar y decidir es propio del hombre.
La IA no pudo enfrentar el corona virus porque carecía de datos. El cambio permanente hace que el conocimiento se torne obsoleto y no pueda usar la armadura de la experiencia.
La memoria guarda respuestas que no puede usar ante los problemas, que por su naturaleza son nuevos. La educación enseña lo viejo conocido, no lo nuevo por conocer. Deberíamos estudiar menos y aprender más. Cuando las respuestas no funcionan hay que aprender a preguntar.
Que manden las neuronas y no los átomos. La crítica social se agudiza con categorías como “trabajos basura”. Son los que se sostienen para que sigan funcionando máquinas viejas y ahorrarle a la empresa la compra de nueva maquinaria. Como dijo Orwell, «una población que está ocupada trabajando, aunque sea en tareas totalmente inútiles, no tiene tiempo para hacer mucho más». De ahí que, se produzca basura en forma permanente. Habría que alentar esas máquinas que liberan de trabajos aburridos, repetitivos, peligrosos y sucios y nos desplazan hacia el trabajo intelectual, más enriquecedor. Mucho del trabajo que se hace es inhumano.
Rediseñar la educación
Para que enseñe a crear nuevo conocimiento y enfrentar problemas imprevisibles, frutos de la velocidad y la incertidumbre. Precisamos aprender a tener buenas ideas que surgen de nuestras capacidades innatas y montar una fábrica de ideas en el cerebro.
Reformar la empresa
Hay que reformar el aprendizaje de la organización empresarial y situar al equipo como la célula básica con principios de agilidad, autonomía y transparencia.
Rearmar la Escuela
En lugar de tenerle miedo a las máquinas hay que lograr que sean complementarias. Enseñar a descubrir problemas, generar ideas y llevarlas a la práctica.
Enseñar a ser
Nos orientan hacia objetivos equivocados. Se incentiva dañinamente a competir por recursos escasos y a producir y consumir sin preocuparnos por sus efectos, por miedo a perder el trabajo. Esto lleva a trabajar sumisamente, sin cuestionamientos. La velocidad impide levantar la cabeza y ponerse a pensar. Como la IA será capaz de hacer cada vez más cosas, la pregunta obligada es qué queremos preservar para el ser humano y para qué usar la IA.
La idea es diseñar un futuro de colaboración con la tecnología del que salgamos favorecidos.
La IA sigue evolucionando mientras los seres humanos usan el 10% de su capacidad potencial. Deberían dejar las tareas estandarizadas y buscar inventar oportunidades y problemas, crear conocimiento e inventar soluciones, con más colaboración y no con mayor competencia.
La IA no piensa, sino que ejecuta. Se le puede delegar el “cómo” pero no el “por qué” ni el “para qué”. El conocimiento lo detentan las personas y no las máquinas.
El aprendizaje real
El aprendizaje comienza al nacer y nos acompañará hasta el último día de nuestra vida. El elemento clave para que podamos caminar, conversar con amigos, leer o escribir, es la cantidad de horas de práctica. Al principio somos lentos y torpes pero tal dedicarle horas y horas aprendimos. No necesitamos tanto estudiar como sí practicar.
El proceso que convierte la información en conocimiento, se llama aprendizaje. Como dijo Aristóteles, “lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo”. La mejor comprobación del saber es poder hacer. La actividad de formación debería parecerse al ciclo que comienza con una motivación para resolver un problema, escoger luego una estrategia exitosa para abordarlo, aplicar el material recopilado, comprobar el resultado, corregir errores, reflexionar e incorporar la nueva conducta. La principal habilidad de un buen educador consiste en diseñar experiencias y no en proveer información. Y la segunda cualidad es la empatía con los alumnos. La educación es desarrollo y quienes participan necesitan saber cómo funciona su cerebro.
No puedes enseñar si no sabes cómo se aprende y no puedes enseñar lo que no sabes hacer.
Bill Gates tuvo a su favor las 10 mil horas de práctica. El éxito no se logra por ser bueno, la práctica es la clave. Hay eventos que le permitieron abandonar Harvard y armar su propia empresa. Fue a una escuela secundaria privada con una terminal de computadoras en un momento en el cual pocas tenían Internet. Su casa estaba cerca de la Universidad de Washington y así tuvo acceso a computadoras complejas. Cuando Harvard lo aburrió decidió retirarse sin obtener su título de ingeniero. Gates es brillante, pero la suerte lo ayudó. Había otros brillantes como él. Como dijo Pasteur: el azar sólo favorece a las mentes preparadas.
Los padres son el principal agente educativo de una sociedad y a día de hoy, o bien saben poco de aprendizaje o las ideas que tienen matan involuntariamente el instinto de aprender. Si los padres supiesen enseñar, el proceso educativo sería más efectivo y placentero. Una habilidad crítica es aprender a enseñar, a motivar y a que se desarrollen con independencia.
Las 4 A de la educación son aprender a ser, a aprender, a hacer y a convivir.
Darse la mano sellando acuerdos
En Suiza los niños desde pequeños se saludan entre sí y a la maestra o al maestro con un apretón de manos al llegar a la escuela. En estos tiempos de pandemia ya no se puede. Resulta monstruoso pensar un mundo sin confianza. Algo parecido sucede con el uso de la máscara. El otro es un rostro singular. La máscara uniforma e impide la emergencia del rostro. La máscara del otro funciona como un espejo que refleja el miedo.
La mano es mucho más que algo útil. Para Aristóteles es el instrumento de los instrumentos.
Solo alguien que piensa, puede tener una mano así, que además es capaz de aplicarse al trabajo. La palabra, como el elemento del pensar, está presente los gestos que una mano realiza o evoca. A través de la mano el ser humano que habla manifiesta al mismo tiempo que piensa.
Es a través de la mano que se manifiestan la plegaria y el crimen, el saludo y el agradecimiento. Pensar es una obra de la mano desplegada con el ejercicio de la escritura. A través de su mano, el hombre se muestra cordial u hostil. La mano que acaricia puede golpear y matar, la mano que da es también capaz de robar. Hoy la mano se despliega en un mundo de desconfianza por el miedo al contagio, sin la integración de otras manos, sin la posibilidad de correspondencia.
El cerebro humano no es tan preciso como la mano, que sustituyó a la garra del animal.
Breve historia del cerebro
En los orígenes se vivía de la caza. Descifrar las huellas del animal fue el paso previo a la creación del alfabeto, implicaba un diagnóstico y un pronóstico. El gesto más antiguo del intelecto es el cazador agachado en el barro examinando las huellas de su presa. Con la bipedestación las manos transfirieron la locomoción a las piernas y se dedicaron a tomar el alimento. Entonces el rostro se aplanó. En posición erecta el cerebro creció. Lejos de la tierra la cabeza fue el símbolo intelectual y los ojos su instrumento. Se dividió lo sensorial y lo intelectual. El abdomen se ligó a la naturaleza. El estómago percibe mediante sensaciones.
En el cerebro el hemisferio izquierdo se hizo dominante y a las partes que controla, como a la mano derecha, se asociaron virtudes morales en frases como andar por derecha. Se asentaron en él las destrezas de pensamiento, análisis, objetividad y en el derecho el sentimiento, la intuición, la perspicacia, la creatividad, la subjetividad, la capacidad de gesticular y la analogía.
De la mano al cerebro
La vinculación mano-cerebro se reforzó con la escritura, lo escrito queda, las palabras se las lleva el viento. El estudio de la firma muestra que escribir implica un compromiso. Cada mano cuenta una historia y la escritura permite fijar lo que se piensa, repasarlo y crear una huella mnémica. Grabando pensamientos positivos en la mente se aprovecha su capacidad autosugestiva, que le permite transformar en acto lo que decide aceptar.
El movimiento de la mano iluminada por un pensamiento motoriza una cualidad a desarrollar y su repetición orienta al inconsciente y es guiado por él. La apertura hacia lo profundo conecta a la totalidad del ser con el inconsciente. Lo que se escribe hace crecer lo que se quiere ser.
Contactos con tacto
Los momentos más intensos se sienten en el cuerpo. La visión permite contemplar, pero no garantiza la existencia. Hasta la memoria es sensible a la experiencia: recordamos el 5% de lo que oímos, el 20% de lo que vemos y el 90% de lo que hacemos. Hay que desarrollar una escucha y una mirada que toquen y que conviertan la percepción en acto.
La multimedia nos bombardea, el tacto nos acerca y libera nuestro mundo interior. Sin embargo ante la pandemia la tecnología permite crear un capital social en las redes sociales.
Recordamos el apretón de manos, el abrazo en lugar de la comunicación distante del teléfono móvil, Internet o TV. El estrés se nota en una sociedad muy alienada, es el grito del cuerpo que reclama el retorno de una inteligencia arcaica y profunda, que brinda la necesidad de encuentro.
Se trata de un cambio de modelo mental, de estilo de vida. De hacerlo distinto o hacer lo que antes no se podía. No te vuelves saludable por ir al gimnasio 2 veces a la semana mientras el resto de tu vida sigue igual. Tampoco somos ecológicos por dejar de usar bolsas plásticas.
El cambio no se produce de la noche a la mañana. Es radical, progresivo, permanente e irreversible ¿Esperaremos a que ocurra otro desastre para colocar a las neuronas en el centro o pasamos del cambio como reacción a otro como propiedad intencionada y consciente?
Nada es posible sin cambiar la educación. Para usar adecuadamente las neuronas es necesario aprender. Y eso exige dejar de enseñar lo que no vale la pena porque las máquinas lo hacen mejor. Si entrenamos a los niños para ser dependientes, luego no podemos esperar emprendedores. La principal habilidad a enseñar a los niños es a reinventarse, es decir, a aprender. El cerebro no crece como la lechuga sino a través de la educación.
Mejor prevenir que curar
Se educa al cerebro para resolver problemas cuando se presentan, no para anticiparse para que no ocurran. Hoy se recarga la agenda para aprovechar el tiempo, time is money, si no se hace algo es porque algo anda mal. La falla es no separar lo urgente de lo importante y la amenaza de la oportunidad.
La empresa busca transformar la naturaleza y hace uso del saber para conseguir sus fines y beneficios. Por eso financia las investigaciones que le convienen. No le interesa el bien común como al Estado. El desafío educativo es recuperar la dimensión universal del saber. Una ciencia sin conciencia es la ruina del hombre. Los errores de predicción son moneda corriente, por eso los modelos del conocimiento deben adaptarse a la realidad y no la realidad al modelo. La predicción de Bill Gates fue desoída porque todos hicieron oídos sordos a los reclamos del uso de las tecnologías blandas y a los reclamos de igualdad.
La economía real sucumbió ante la financiera, el uso de la tecnología se orientó a la inteligencia financiera y la concentración de la riqueza aumentó la desigualdad.
La tecnología subió por el ascensor y el hombre por la escalera sin considerar el daño que eso genera al planeta. La educación atrasa y no es la industria pesada que se necesita.
Lo esencial es complementar la chispa humana con una organización que funcione. El talento busca oportunidades porque la realidad cambia. Algo desaparece, algo aparece, la tecnología cambia. Si la organización no se reinventa a sí misma perece, no hay que esperar desafíos externos para cambiar. La organización es específica, pero no debe serlo totalmente, para que, ante los desafíos, realice las adaptaciones que en condiciones normales no hubiera intentado.
La educación debe cambiar para poner la tecnología al servicio del bienestar general.
Dr. Horacio Krell. Director de Ilvem. [email protected]