La parte invisible de la inteligencia son los métodos que, según Nietzche, constituyen la mayor riqueza del hombre.
La conducta inteligente se ve en los resultados. Una persona inteligente sabe lo que quiere y usa los recursos que tiene para conseguirlo. Las claves del poder inteligente son el querer y la eficacia. Hay un poder interior o Empowerment: es tomar conciencia de lo que se desea y actuar en consecuencia.
Sócrates era partero de almas. Su método era preguntar: ¿Qué es la belleza? ¿Las cosas bellas son la belleza? ¿Qué hace que lo bello sea bello? El interrogado respondía hasta reconocer su ignorancia. Sócrates dijo “sólo sé que no sé nada”, hacía parir ideas pero no podía dar a luz. Y lo hacía aplicando un principio clave: “conócete a ti mismo”. Era el momento en que nacía el saber.
La orientación vocacional busca optimizar la elección de la carrera. Es una decisión capital porque diseña el futuro y define la misión personal. Una mala elección provoca un malestar permanente que influye en el desempeño y rebaja la autoestima que es un capital intangible imprescindible para cualquier logro significativo. Para navegar hacia el autoconocimiento hay que administrar las vacilaciones que se presentan entre no saber lo que nos gusta, desconocer nuestras destrezas, sentirnos mal por haber transitado por varias carreras; y no tener en claro el futuro ocupacional.
Dijo Nietzche, “el que tiene un porque puede superar cualquier cómo”. La clave es saber quién quieres ser, para que lo que eres o crees que eres no obture la senda de tu realización personal.
La inteligencia vocacional
Es la madre de toda inteligencia, pero no está escrita en ninguna parte, es invisible y hay que descubrirla. Lo mismo sucede con la inteligencia emocional: es más importante que la intelectual porque es la que la guía. Sin ella el corazón tiene razones que la razón no entiende y debe asociarse con la racional como un ciego y un paralítico perdidos en el bosque. Las emociones son impulsos que preparan al organismo para la acción. Ante la pasión, la mente pierde el equilibrio. Aristóteles se adelantó a los estudios modernos de inteligencia emocional cuando dijo: “es fácil ponerse nervioso, lo difícil es hacerlo con la persona correcta, con la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la manera correcta”.
Las emociones pintan el paisaje. Se dice que traban la capacidad racional, son los que asocian pasiones con «bajos impulsos», apetitos y reacciones irracionales. Eso lleva a desoír las emociones «negativas»- como miedo, enojo, culpa, tristeza, frustración, vergüenza, celos o envidia.
Sin embargo ellas envían un mensaje valioso acerca de lo que queremos. Son como las luces del tablero del auto que indican el nivel de combustible, cada emoción ilumina un problema a resolver.
Como hacen sufrir se busca eliminarlas con anestesia. Pero reprimirlas lleva a hacer o decir lo que luego se lamenta. Al negarlas se tornan invisibles y actúan desde la sombra, lejos de la conciencia, no se sienten pero se ejecutan agrediendo o proyectándolas en otros, sin verlas en uno mismo.
Las emociones expresan la vitalidad esencial; son respuestas auténticas a la realidad interna y externa. Son intensas y efímeras. Los sentimientos son la huella que dejan al pasar por la conciencia. Y la solución es prestarles atención, ya que, una vez expresadas, provocan el alivio.
Aprender a meditar
Para no quedar presos de ellas, y para develar sus mensajes, se usa la respiración para centrarse, calmar el cuerpo y observar cómo se presentan. Una respiración lenta y abdominal es ideal porque aquieta, disminuye la agitación, permite explorar la emoción en el cuerpo, discriminar si es una opresión, una pulsación, una contracción. Escribir, dibujar, colorear o hablar de ellas es un buen modo para contactarlas y darles cauce. También bailar, caminar, correr o recurrir a alguna práctica, como el yoga. Es en el cuerpo donde se hacen visibles las emociones.
Las emociones buscan -por medios propios o impropios- retornar al amor que es la esencia de la naturaleza humana. Y se manifiestan en el asombro, la gratitud, la compasión y la alegría.
Inteligencia social
Inteligencia emocional es administrar las emociones, inteligencia social es administrar las relaciones con los demás. Como no existe la inmaculada percepción y sí la racionalidad limitada, hay que dudar de la propia percepción ya que es habitual interpretar a favor de uno mismo, condicionado por emociones incontrolables y por creencias, valores e impulsos egoístas formados en una sociedad competitiva que conducen al autoritarismo consecuente.
La memoria bien estructurada evita repetir errores. Conocer sus límites enseña a negociar sin arrogancia, a considerar que si dos no quieren uno no puede y a ser responsables. Somos libres para decidir pero sepamos que los mejores resultados surgen cuando inteligencia social dirige la poderosa red de interacciones entre actos propios y ajenos.
Como en el ajedrez somos piezas del tablero social en interacción con otras piezas y con las reglas del juego. Un peón puede ganar una partida y una neurona vale más si está conectada con las demás. El principio base de la inteligencia social es que solo no se puede.
Dijo John Donn cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por consiguiente: Nunca preguntes por quién doblan las campanas, las campanas doblan por ti.
La tendencia a ver y juzgar a los demás desde una perspectiva egocéntrica, y a engañarse separando lo que se dice de lo que se hace, promueve acciones contradictorias con los principios que se enuncian. Como formamos parte de numerosos grupos cuyo éxito será también el nuestro, aprendamos a generar un comportamiento en el cual los errores se conviertan en guías del aprendizaje social: seamos creadores de equipos de alta productividad con inteligencia social.
El test de la excelencia consiste en estudiar los grupos humanos en los que intervenimos evaluando el resultado de nuestras producciones sociales en familia, amistades, trabajos y relaciones. Así podremos evaluar el capital social que creamos: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
¿Ansioso yo?
La ansiedad es una forma de miedo, una respuesta automática a amenazas reales o a sentimientos de estrés, de agotamiento, de tener muchas cosas en la cabeza o de postergar tareas, decisiones o encuentros. El miedo es una emoción que puede interferir en todo, quitándonos la capacidad de disfrutar aunque todo vaya bien. Adquirir la práctica de tomar conciencia plena del momento presente y aprovechar el aquí y ahora, es percibir con todos los sentidos y concentrarse en la experiencia sin juzgar, buscando disfrutar y ser más efectivo. Esto reduce el estrés, aumenta la autoconciencia, mejora la memoria, acaba con el insomnio y favorece la creatividad y el bienestar. Una práctica constante lleva al hábito de adquirir un autoconocimiento emocional que permita regular las emociones y aceptarlas, dejar de anticiparse al futuro y vivir el momento.
Esa sintonía propicia el estado más perfecto para el rendimiento, la paz interior y la satisfacción que lleva a la liberación y a aumentar la efectividad. Un cerebro atento propicia un ser humano feliz.
La risa es un remedio infalible
Reírse es una expresión muy básica de las emociones, como se puede ver en el bebé, la risa es previa a la palabra. Reconocemos la risa de donde venga, aunque sea de culturas muy diferentes. Los circuitos neurales de la risa tienen que ver con las zonas emocionales del cerebro e implican inhibir la de la solemnidad, de las decisiones y del control.
La risa es un síntoma y, a su vez, un productor de salud: puede mejorar la función cardiovascular y apoyar a nuestro sistema inmune. Estar de mejor humor mejora la relación con los que nos rodean.
Lo que nos da risa es la incongruencia, es algo que hace perder el sentido lógico. También da risa anticipar lo que vendrá, sentirse superior a quien comete un error, o para aliviar una situación tensa.
La ilusión del tiempo
La tendencia a la optimización es, desde hace décadas, mayor en casi todos los deportes. No hay margen para desventajas de ningún tipo y la edad suele ser una de ellas. Por eso impactó tanto al mundo del deporte que Roger Federer, a los 35 años, se consagrara por octava vez campeón en Wimbledon. En este y otros desafíos a las leyes darwinianas, se refugia quizá nuestra esperanza de poner en raya al tiempo, el único retador al que no han podido vencer ni los más grandes campeones. Parte de la admiración que nos provoca está en la ilusión invisible de que hombres comunes y corrientes puedan alcanzar metas extraordinarias y que nada logre detenerlos.
El otro lado de la esperanza
Kaurismäki, conocido tanto por su humor exótico y corrosivo como por su pesimismo casi constante, tiene una visión crítica de la sociedad capitalista. Piensa que nos deja existir porque tenemos que consumir y que el capitalismo global nos está matando a todos.
El otro lado de la esperanza es un film que forma parte de una trilogía sobre el espinoso tema de los refugiados que se inició en 2011 con El puerto (Le Havre), donde inventa un mundo propio que, a la vez que refleja crudamente aquellas miserias que lo sofocan, y produce sus espacios de autonomía y liberación momentánea. Un universo poblado de personajes hieráticos, malhumorados o decididamente ridículos que sin embargo muchas veces son capaces de tejer lazos de encuentro y solidaridad insospechados. Gente a la que el sistema le cuelga automáticamente el cartel de perdedor pero que consigue sus pequeñas victorias cotidianas con una épica cuya belleza es tristemente desconocida para los winners del capitalismo global.
Debajo de la coraza armada para combatir el desconsuelo, hay un Kaurismäki sosegado y cálido que todavía tiene ilusiones. El último plano de El otro lado de la esperanza, notoriamente uno de los más tiernos, es una demostración hermosa y contundente.
Estrés bueno, estrés malo
Un poco de estrés es bueno. Una cantidad excesiva daña la salud y los sistemas: inmunitario, cardiovascular, neuroendocrino y nervioso central. Empieza con una alarma: el organismo se prepara para defenderse o huir. El hipotálamo –un puente entre el cerebro y el sistema hormonal– envía una señal a la hipófisis para que libere ACTH, hormona que, a su vez, le ordena a las glándulas suprarrenales producir más cortisol, otra hormona que viaja por la sangre a todos los rincones del cuerpo para luchar y mantener ese equilibrio ante la amenaza.
Como consecuencia, aumenta el nivel de azúcar en sangre para disponer de más energía, la presión arterial, el ritmo cardíaco y el estado de alerta al mismo tiempo que se frenan otras funciones.
La resistencia, donde los sistemas de defensa y de adaptación alcanzan su máxima eficacia y rendimiento, permite una pulseada eficaz contra aquello que sobrecarga o ataca al organismo.
Pero si esta etapa se prolonga, se llega al agotamiento, donde finaliza la adaptación y caen las defensas del cuerpo con la aparición de distintas enfermedades. Se producen alteraciones del sueño nocturno, aceleración de la actividad cardiovascular, mal funcionamiento tiroideo, angustia, depresión, propensión a las infecciones, inducción de trastornos autoinmunes.
Son cuatro los factores universales e invisibles que provocan el estrés: 1) Lo desconocido, ya que siempre la mente lo interpreta como un riesgo inminente.2) Lo imprevisible.3) Lo que no se puede controlar.4) Lo que resulta una amenaza. Por supuesto que el riesgo es mayor si se presentan de modo simultáneo. La clave es identificar la causa y obtener ayuda para neutralizar los daños.
Lo que no se mide no se puede mejorar
El estudiante medio desconoce cuán productivo es para estudiar. Se compara con sus pares y adopta los parámetros de normalidad de su grupo. Prefiere ser normal que ser mejor. Productividad en el estudio es el coeficiente entre el tiempo empleado y el esfuerzo realizado con los resultados obtenidos. Hay tests para hacer visible lo invisible, para medir la comprensión en la lectura, en la escucha, la capacidad de observación, las técnicas de estudio, concentración, memoria, facilidad de palabra, creatividad, resolución de problemas.
Se puede mejorar lo que se puede medir
Pregúntele a un estudiante si conoce su nivel de velocidad y comprensión en la lectura. Le contestará que no. Esta es la fórmula: PLM= (palabras leídas por minuto) = palabras leídas sobre tiempo empleado. Un lector muy lento lee entre 20 y 50 palabras por minuto. Los mejores superan las 500 palabras y los aventajan también en comprensión.
No saber administrar el tiempo impide llegar preparado al día del examen. No presentarse a rendir se decide días antes de la fecha, lo que revela una clara pérdida de tiempo. El pensador estratégico sabe dónde está hoy, dónde quiere estar mañana y qué hará para conseguirlo.
Benchmarking
Así como el pez es el último en advertir que el agua existe, porque es su medio natural, el estudiante no advierte sus fallas. Una forma de mejorar es compararse con modelos de excelencia. El benchmarking es confrontar con las mejores prácticas: ¿Qué puedo mejorar? ¿Quién será mi modelo? ¿Qué diferencia me separa? ¿Cómo cerrar la brecha? Elegir el blanco es crucial, luego hay que elegir bien la ruta. La admiración es una fuerza psicológica potente.
PNL, Programación neurolingüística
La admiración se hace emulación y deseo de igualar al modelo. La PNL enseña a ver cómo organizamos el mundo en nuestra mente. Usa la comunicación para crecer, conocer mejor a los demás y conocerse a sí mismo. Casi todo se aprende por imitación. Aprender es modificar la memoria incorporando lo nuevo y adquirir así la capacidad para enfrentar los desafíos que presenta la vida. Lo más importante es pasar de la imitación a la innovación y a la invención. Es la diferencia entre creatividad bohemia e innovación aplicada. Los japoneses, después de la 2da guerra mundial, copiaron los productos que fabricaba EEUU, los mejoraban, bajaban su costo y luego se los exportaban. Así se convirtieron en la 2da potencia mundial. La parte invisible de la inteligencia son los métodos que, según Nietzche, constituyen la mayor riqueza del hombre.