La posibilidad de comunicarnos mediante el habla, es una de las características que nos definen como seres humanos.
Desde pequeños aprendemos a comunicarnos mediante palabras y a expresar nuestros gustos, disconformidades, anhelos, en suma, nuestra forma de ver y pensar el mundo.
Así como el habla nos define desde nuestra más temprana edad, la posibilidad de expresarse y ser escuchados en todos los ámbitos de desenvolvimiento es una motivación para las personas. Y la empresa es uno de esos ámbitos.
Pero cuántas veces sabemos escuchar realmente a los demás? En cuántas oportunidades somos concientes de la necesidad que tiene el otro de hablar y ser escuchado? Cuántas veces nos aseguramos de comprender, antes de ser comprendidos?
En general, predomina la tendencia de querer exponer nuestras propias razones y olvidamos que nuestros interlocutores también las tienen.
La escucha empática propone ponerse en el lugar de la otra persona, intentar ver la realidad desde el marco de referencia de ésta, evitando teñir toda la comunicación con nuestras propias apreciaciones y preconceptos.
En las empresas, el tema de la escucha adquiere una particular importancia. Cuántas personas se autocensuran la posibilidad de expresarse libremente y dejan de proponer ideas brillantes por temor a no ser escuchadas? Cuántos conflictos existen entre departamentos por no compartir información y no escuchar lo que el otro tiene para decir?
En estos tiempos, donde «lo único constante es el cambio» y donde la incertidumbre tiene connotación negativa, es común que las personas se aferren a conceptos o comportamientos conservadores porque se sienten menos vulnerables que enfrentando los cambios.
El concepto de cambio genera dudas, resistencia, desconfianza. En este sentido, la escucha empática es de gran ayuda cuando deseamos que las otras personas se sientan motivadas a realizar un aporte y adoptar comportamientos proactivos.
Las empresas, en su búsqueda por lograr la participación y el consenso de los empleados, una de las primeras cosas que deben autocuestionarse es qué lugar se le está concediendo a los colaboradores para sumarse al cambio. Sólo cuando una persona se siente parte de un proyecto (en este caso, el proyecto empresarial), será capaz de comprometerse y dar lo mejor de sí misma.
María Alejandra Di Fonzo (Área R.H.)