El olvido y la memoria no son enemigos ni amigos sino funciones complementarias y a la vez competitivas que comparten un territorio común.
El olvido es funcional para evitar la sobrecarga del sistema, aunque también puede impedir recuperar un recuerdo clave.
Esta es la curva del olvido:
En el eje vertical se mide lo aprendido y en el horizontal el paso del tiempo. El cerebro divide sus tareas en recordar y olvidar. La curva muestra cómo, para evitar una invasión de datos, el cerebro selecciona y barre a las 8 horas del suceso, y en forma abrupta, el 80% de la información que recibe. En los siguientes 30 días la pérdida es menor aunque progresiva. Hay 3 memorias: la sensorial o del instante, la que permite atender la secuencia, la de corto plazo, que es la memoria del mozo en el restaurant, y la de largo plazo que nos permite recordar las cosas de toda la vida.
Convivir con el olvido
Como la mayor pérdida se produce dentro de las ocho horas y en los 30 días siguientes la disminución es menor, hay un modo de evitar el deterioro: es programando los repasos. Para contrarrestar el “efecto caída”, es necesario repasar antes de las 8 horas. No se trata de un repaso mecánico basado en la repetición pasiva. Las huellas en la memoria se profundizan si la recuperación de su contenido se intenta con un enfoque activo, esto transforma el método de la fuerza bruta en un acto ecológico. Veamos cómo queda la curva del olvido luego de un repaso.
El fatídico número siete. Ocurre algo curioso, los datos que más se recuerdan de una lista son los primeros y los últimos y siempre giran alrededor de 7. Esta observación concuerda con un fenómeno observado por las neurociencias. Ebbinghaus fue uno de los primeros en investigar el olvido. Para eso usó listas de sílabas sin sentido para estudiarlo y observó también que la mayor parte de la información se perdía durante el primer día, pero que el decaimiento era cada vez más tenue, y mejoraba notablemente si se repetía la lista, varias veces, durante el aprendizaje.
El olvido fue olvidado por los científicos durante décadas. Quizás nos preocupe más estudiar cómo permanecer que cómo desaparecemos, ya que somos lo que recordamos. Los seres humanos tienen una necesidad de trascender. Una manera de hacerlo es dejar rastros del paso por la vida, de que existimos y fuimos importantes. Pero si ni siquiera los presidentes son recordados, salvo los más recientes y los más antiguos, como con las listas de palabras. Pero somos un mundo de recuerdos para los que tenemos cerca y quizás eso nos importe más. Por más que nos esforcemos para que las personas sepan quienes somos y qué hicimos, finalmente todos seremos los ítems olvidados como los de una lista de supermercado.
Funes el memorioso
Borges se anticipó medio siglo a las neurociencias, en su cuento Funes el Memorioso, publicado en junio de 1942 en La Nación y que relata los avatares de Irineo Funes, un peón de Fray Bentos que poseía la increíble capacidad o maldición de recordarlo todo. Allí explora los laberintos de la memoria y llega a plantear ideas que recién ahora están teniendo comprobación experimental.
A mediados del siglo XX, Borges ya decía que pensar es abstraer y que para poder recordar es necesario olvidar.
Una de las preguntas de las neurociencias es cómo hacen las neuronas para codificar y almacenar la información del mundo exterior. Así fue como descubrieron un tipo de neuronas del hipocampo capaces de generar representaciones abstractas de conceptos, como la identidad de una persona.
Por el contrario Funes era incapaz de tener ideas generales y le molestaba que el perro de las tres (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el de las tres y cuarto (visto de frente). Nosotros tendemos a recordar personas, hechos y lugares genéricos y olvidamos detalles. Algunas neuronas son capaces de abstraer. Quien no las posee es incapaz de hacer abstracciones. Lo genial es que Borges abordó el tema hace casi 70 años.
Estas neuronas responden a grados de abstracción importantes, se involucran en procesos intelectuales muy elevados y relacionan la percepción con la memoria creando la codificación abstracta que usamos para almacenar recuerdos. Si estas neuronas faltan, la capacidad para generar abstracciones sería limitada, lo que lleva a patologías como el autismo o a personajes como Funes.
Funes, escribió Borges, era «incapaz de ideas generales. Su propio rostro en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez que las veía (…) Pensar es ignorar (u olvidar) diferencias, generalizar, abstraer. En el prolífico mundo de Ireneo Funes no había nada más que detalles».
“Podía reconstruir un día entero y nunca se había equivocado o titubeado pero cada reconstrucción había demandado un día entero».
Lo interesante es cómo Borges relacionó olvido con memoria como complementarios para lograr una memoria inteligente. Funes, no podía abstraer ni olvidar y sin olvido todos terminaríamos suicidándonos como él, porque no podríamos soportar el enorme peso de tal memoria. El cerebro procede de otro modo pero le falta mnemotecnia, que es el método que permite organizar la memoria para que no funcione en piloto automático.
Final del formularioMnemotecnia: la técnica de la memoria. Es también muy importante cómo se siembra la información: «no hay una segunda oportunidad para la primera impresión«. Para eso conviene dejar pistas potentes para facilitar la evocación. Reguemos el camino de la memoria con miguitas de pan como hicieron Hansel y Gretel para asegurar el camino de regreso. Otra clave es armar bien el almacén con un mapa jerárquico de los conceptos.
A veces al «tener algo en la punta de la lengua», esforzarse puede ser contraproducente. Por el contrario, si se emite una buena señal y se deja actuar al inconsciente, como ocurre durante el sueño, el recuerdo retorna sin darnos cuenta, como en la resolución creativa de problemas.
La curva del olvido se puede dominar. El factor clave es considerar a la memoria como un sistema que se construye. En ese contexto el método de los repasos es la herramienta que cumple con el principio de que lo que no se usa se pierde.
Cómo ayuda la mnemotecnia. Decía Nietzche que los métodos son la mayor riqueza del hombre. La mnemotecnia es un conjunto integrado de métodos y procedimientos que ayudan a la memoria para recordar. Las neurociencias, la psicología y la medicina deben integrarse para lograr la educación integral de la mente. La neuroplasticidad es el cambio que producen en el cerebro la experiencia y el conocimiento. Aprendiendo a organizar su memoria el hombre puede convertirse en el arquitecto creador de su propio cerebro.
¿Eres búho o Alondra?
La manera de tomar decisiones cambia a lo largo del día. A la mañana las decisiones son más precisas y lentas, mientras que por la tarde y noche son más rápidas, pero menos precisas. Diversas tareas cognitivas son sensibles al reloj biológico que regula la actividad neuronal. Por la mañana hay más tiempo de planificar. Si eres alondra te despiertas temprano y desarrollas tu proceso creativo y dejas para la tarde tareas rutinarias. Conocernos mejor, ajustarnos a esa evidencia y el tiempo interno a las demandas externas, es preciso para evitar el «jetlag social».
La memoria emotiva. En el momento de miedo extremo, los recuerdos, los colores y las percepciones en general se vuelven «extra vívidas». En esas instancias somos capaces de recordar muchos más detalles, y esto tiene una explicación desde la psicología evolucionista: si uno sobrevive a una situación de vida o muerte, es útil recordar luego, lo mejor posible, cómo se hizo para lograrlo. El que tiene recuerdos emotivos se encuentra con que llega al mismo lugar de los sucesos, pero por un camino distinto, y si se deja llevar por la experiencia termina enganchándose. Así es cómo los adultos mayores, que no saben ni dónde dejaron las llaves, pueden emocionarse recordando cosas que le contaba la abuela.
«En búsqueda del tiempo perdido» es la novela de Proust que fue el resultado de asociaciones de ideas provocadas al mojar un biscocho en una taza de té. El olor y el aroma lo conectaron al pasado. Este estímulo agradable – un signo analógico parecido a la realidad que representa- se coló hasta acceder a ciertos recuerdos inaccesibles para su conciencia y desencadenó el relato. El buen olfato difiere de otros sentidos porque es leído velozmente por el sistema emocional. El buen olfato -propio del animal-, se deterioró en el hombre cuando la bipedestación lo alejó del suelo. Entonces el cerebro cambió: la boca delegó en las manos las tareas ejecutivas, se amplificó la visión y se desarrolló el lenguaje. El buen olfato trajo emociones lejanas y profundas al área analítica de la corteza cerebral dando lugar al proceso explícito del recuerdo. Estas memorias, más estas palancas que las ponen en movimiento, son vitales para decidir.
Cuerpo sano en mente sana
El sedentarismo es un factor de riesgo y la actividad física mejora el metabolismo y los músculos. Antes se creía que aumentando el flujo de sangre al cerebro se producía el impacto positivo, pero ahora se sabe que la causa es la producción de neurotrofinas, sustancias hormonales que activan el crecimiento y la supervivencia de las neuronas. El ejercicio también incrementa su producción y libera a la sangre la hormona de crecimiento que también llega al hígado, desde dónde también estimula a las neuronas.
La carencia de neurotrofinas participa en enfermedades mentales, como la depresión, el mal de Parkinson, Alzheimer y epilepsia.
La actividad física logra que el cerebro las produzca automáticamente y con menor esfuerzo, porque hace funcionar canales neuronales que no se usan rutinariamente. Esto se consigue también cerrando los ojos en la ducha y buscar el jabón o el champú, usando la mano no dominante para todo, leyendo en voz alta para activar otras zonas cerebrales, usando diferentes caminos para ir de un lugar a otro, cambiando la ubicación de los objetos y las rutinas, aprendiendo algo, reconociendo objetos a través del tacto, conversando con personas de otras edades e ideas, haciendo cosas diferentes, usando las escaleras, tomando vacaciones en el campo, playa, etc.
La práctica neuróbica es el ejercicio de entrenamiento neuronal que completa la gimnasia aérobica. La educación del cerebro es un gran aporte a la salud. Cabe destacar que no hubo casos de Alzheimer en ajedrecistas famosos que siguieron jugando hasta la vejez.