Dijo Séneca que no hay vientos favorables para el que no sabe a dónde quiere llegar. La inteligencia que dirige a todas las demás es la inteligencia interior, esa que resuelve el dilema planteado por Sócrates cuando dijo: conócete a ti mismo. Autoconocimiento es el proceso de conocer al ser que vive en nosotros. Parece sencillo pero no lo es. El que siente que se dirige a alguna parte se energiza, el que no va para ningún lado se paraliza.
Cualquier acto inteligente comienza por conocer la meta, si no, el cerebro no puede señalar el camino. Es un trabajo interno de aclarar las metas, a veces esquivas, de analizar que deseos están cumplidos, cuales no se pueden diferir y los que son viables y los que no. Hay que medir al mismo tiempo las ganas, las posibilidades y los recursos. Terminar una carrera es un proyecto propio, abrir un negocio puede ser un proyecto compartido.
Contamos con un poder interior que en el mundo conoce como empowerment y que se convierte en poder inteligente (smart power) cuando conjuga el querer con la eficacia. Acceder al querer implica armonizar la vocación, el talento y el mercado laboral. Un primer bloqueo es la desinteligencia emocional, la falta de correspondencia entre la vocación y las emociones. También se bloquea por falta de imaginación, o la bohemia: calentar la pava pero no tomar el mate. El bloqueo estratégico es no saber fijar metas: el que falla al planear planea fracasar. Otro error es no saber ejecutar el plan. Son destrezas a entrenar (aprender a aprender y a emprender). Una virtud clave es la inteligencia social: es elegir bien a los compañeros de ruta. El capital social es la sumatoria de las relaciones productivas. Todos tenemos una inteligencia especial en el marco de las inteligencias múltiples. Pero la inteligencia se potencia con el “desarrollo”, que no es lo que tenemos o sabemos sino lo que hacemos con eso.
Para que el genio que nos habita no quede encerrado en la lámpara de Aladino, debemos crear ideas y llevarlas la práctica. Los desafíos son la sal de la vida. Educar es la industria pesada que potencia la inteligencia y es la empresa que fabrica los ciudadanos del futuro.
Potenciar la inteligencia de los niños. El niño es el padre del hombre que será. Saber decidir y evaluar riesgos son destrezas que no surgen por el mero hecho de crecer, hay que intervenir activamente para que los aprendan: retirarle el pecho al bebe si muerde o bajarlo al piso si nos pega estando en nuestros brazos. Así, con la cultura del ejemplo, aprenden a decidir, a saber qué pasa si se equivocan, a evaluar alternativas. Si sólo hay castigos nos olvidamos que el error es una parte natural del aprendizaje. Entonces los chicos se paralizan: prefieren callarse, no contestar a menos que estén seguros, no descubrir por temor a equivocarse. De ese modo pierden oportunidades de pensar, de evaluar sus decisiones, de descubrir la causa de sus errores. Los chicos cometen errores pequeños, los adolescentes cometen errores grandes, justo cuando los padres no están cerca para ayudarlos. No podemos esperar que crezcan para que sepan qué hacer cuando fallan, que no deben buscar culpables, que aprendan a capitalizar el error y a encontrar la causa, a ampliar las opciones pensando en qué otra cosa podrían hacer y en qué información o conocimientos les faltan.
El pensamiento adolescente es omnipotente («¡a mí no me va a pasar nada!»), eso ocurre cuando se les enseña que mamá y papá hacen todo por ellos. Para no verlos sufrir van generando su omnipotencia. No estudian y mamá manda una nota para que no le tomen la prueba, se olvida algo y se lo lleva para que no sufra. El adolescente necesita haberse equivocado y mucho, haber descubierto el valor de esos errores y crear una inteligencia cristalizada y consolidada, para que gran salto de crecer sea más realista y acotado por las experiencias pasadas.
Feliz no es el que más tiene. Para la inteligencia de la felicidad da mayor placer invertir en experiencias que gastar en bienes. Hay cosas que el dinero no compra: lo que se vivió puede ser resignificado recordando lo vivido en color de rosa. La felicidad se conecta con el poder inteligente: saber lo que se quiere y vivir felizmente hasta conseguirlo. La felicidad no está sólo en la estación a la que se arriba sino en la forma de viajar.
Aprender a emprender: El pensamiento basado en el diseño o design thinking es vital para emprender. Para potenciar la capacidad de innovación hay que dividir la dinámica clásica del pensamiento creativo en una primera etapa «divergente» (de generación de ideas, sin filtro) o brainstorming y en una segunda «convergente», para llevar a la práctica las mejores.
Internet de las cosas. La inteligencia acumulada en Internet dará un salto exponencial gracias a la Internet de las Cosas. Hay aplicaciones que permite abrir la puerta de la habitación de un hotel con el reloj Apple. Tecnologías que permiten entregarnos a vivir la experiencia sin estrés, así la valija conectada con GPS evita el trauma de perderla en el aeropuerto. Las aplicaciones para telefonía móvil, la navegación satelital, la geolocalización, hacen que hoy muchas personas se abran al serendipity, un término que referencia a 3 princesas de la Isla de Serendipia que tenían poderes sobrenaturales de observación. Las aplicaciones permiten abrir ventanas para interactuar con el azar y potenciar la inteligencia.
Inteligencia Colaborativa. Los dos emprendimientos más exitosos en este terreno, Airbnb y Uber ya vienen mostrando el potencial disruptivo de este modelo de transacciones de persona a persona. Airbnb ya alcanzó un volumen tan grande de operaciones que generó a su alrededor todo un mercado secundario de servicios, que proveen servicios adicionales de limpieza, reparaciones, etc.
Realidad virtual. Hay dispositivos que combinan todos los sentidos, estimulan el cerebro y traen posibilidades enormes. Así se pueden generar opciones y elegir con más elementos a mano y optar por la que más se adapta al gusto personal luego de vivirla por inmersión. El ejercicio cognitivo nos aleja de la rutina, esa zona de confort en la que todo sucede como está previsto y que es lo contrario de explorar. El hecho de moverse implica sumergirse en la incertidumbre o en los obstáculos a superar y esa gimnasia es un motor que potencia nuestra inteligencia al ejercitar los músculos cognitivos de un modo que no logran los procesos rutinarios. El que no sabe ve lo que ve, el entrenado ve lo que vino a ver.
Lugares llenos de ideas Para inspirarte puedes diseñar un itinerario que incluyera laboratorios, empresas y universidades icónicas de la creatividad y elegir como destino vacacional algún «oasis» de innovación de los que brotaron en el mundo y viajar en modo esponja de conocimientos.
Inteligencia artificial, realidad virtual, aplicaciones, redes sociales: cualquiera diría que el futuro tendrá un devenir frío y deshumanizado. La paradoja es que sucede lo contrario: la revolución digital propició el desarrollo de plataformas colaborativas que hacen que la experiencia sea más humana que antes. Con relaciones directas entre demandantes y oferentes y un ecosistema más transparente, una plataforma popular puede hundir a un negocio que miente. Lo virtual transforma a las personas y ellas transforman al mundo. Traslademos esta actitud a todos los órdenes de la vida.
Inteligencia ecológica. En agosto de 2003 unos emprendedores nórdicos lanzaron Skype. Hoy vivimos en el reino del revés: antes teníamos que pagar para hablar, ahora hablamos por el tiempo que sea, estemos donde estemos, usamos video, y todo gratis. Lo mismo que pasó con las comunicaciones puede pasar con la energía. El sol y la tierra nos regalan millones de veces el consumo energético actual del planeta, bajo la forma de luz, radiación, vientos, mareas o calor proveniente del planeta. Hoy quemamos petróleo para aprovechar la luz solar capturada por la tierra desde tiempos remotos, porque no sabemos capturar y aprovechar ese regalo energético. Los nuevos mecanismos de captación y almacenamiento están permitiendo lograr que el costo de generar electricidad con paneles solares sea menor al precio pagado por recibirla de la red. Y muchos países, con su sol y sus vientos, pueden ser la meca de las energías renovables. Otro recurso escaso es el agua, pero si algo abunda en el planeta es agua. El problema es que casi toda es salada y desalinizarla es caro porque consume mucha energía. Si la energía tuviera un costo bajo como en las comunicaciones digitales, ya no pelearíamos por petróleo o por agua. Hoy discutimos, como en 2003, por algo que va a dejar de ser importante.
La cuarta revolución industrial. La primera revolución fue pasar de la producción manual a la mecanizada, entre 1760 y 1830; la segunda, en 1850, trajo la electricidad y la fabricación en masa. La tercera, en 1950, llegó con la electrónica y la tecnología de la información y las telecomunicaciones. La cuarta se basa en las nanotecnologías, neurotecnologías, robots, inteligencia artificial, biotecnología, drones, impresoras 3D, sistemas de almacenamiento de energía. La fábrica automática inteligente no será un nuevo desarrollo, sino el encuentro de desarrollos que ya existen, nuevos sistemas que están construidos sobre la infraestructura de la tercera revolución digital pero con un rasgo diferencial: la velocidad, el alcance y el impacto en los sistemas. Tal velocidad no tiene precedentes y afecta a todas las industrias y países. Las fábricas inteligentes se basarán en redes inteligentes que podrán autocontrolarse, a lo largo de toda la cadena de valor. El peligro es que podría acabar con millones de puestos de trabajo. Esto significa que beneficiará a los que tengan inteligencia situacional: es la de innovar y adaptarse a los cambios.
Pensar un futuro sin escuelas. El futuro del empleo son trabajos que hoy no existen, industrias que usarán tecnologías nuevas, en condiciones que no experimentamos antes. Ser disruptivo es la regla de oro, pero es difícil de llevar a la práctica. En el desarrollo tecnológico, siempre hay perdedores y la inequidad que más preocupa es la de los valores. Es que puede crecer la desigualdad en los ingresos y traer dilemas de seguridad geopolítica. No hay excusas para la ingenuidad: la tecnología suele destruir los marcos sociales, éticos y políticos necesarios para hacer buen uso de ella
La educación actual evalúa por «calidad», suma las respuestas satisfactorias en algunas áreas del conocimiento (matemáticas, lectura y ciencias), y permite correlacionar los resultados con las variables que mejor lo explican estadísticamente, pero impide comprender el cambio que se viene.
Hay universidades virtuales que brindan cursos de graduación usando el correo electrónico y otros recursos como videos con clases grabadas y encuentros a distancia de profesores y alumnos. Pero la gran mayoría de los estudiantes continua asistiendo a edificios. El prestigio social y la legitimidad surge el sentarse en los pupitres. Los sectores de mayores recursos comprendieron la oportunidad que se abría: los horarios más flexibles y que lo importante es aprender, mientras que la disciplina, la obediencia, el orden, los tiempos rígidos y el permanecer sentado un día entero en un edificio cerrado empiezan a ser marcas de obsolescencia. Las evaluaciones estandarizadas y masivas deberían cesar.
Los que aprovechan las ventajas del e-learning van creando tiempo libre y el Estado se ve acuciado por demandas sociales de ofrecer también gratuitamente estas posibilidades. A los más pobres también les conviene la educación online para incorporarse antes al mercado de trabajo.
El nuevo mundo sin escuelas físicas dará a las empresas de contenidos, software y redes posibilidades ilimitadas de negocios. Si la educación online suple o acompaña a las instituciones escolares, los límites entre en el cuerpo humano, las distancias y la tecnología se acortan. Las escuelas fueron el ámbito de transmisión del saber durante unos tres siglos, tan solo el 0,2% del tiempo desde que nació el homo sapiens.
Un doble camino. Hay que enseñar a usar el cerebro para optimizar la percepción: la velocidad y comprensión en la lectura, la capacidad de escucha, la agudeza sensorial y de observación. En el procesamiento: técnicas de estudio, concentración y memoria. En la comunicación: oratoria y redacción. En la aplicación: técnicas para la resolución de problemas. El segundo recorrido es aprender a convertir espíritu en materia. La inteligencia espiritual es la batería que brinda y recarga la energía. La inteligencia emocional la pone en marcha, la creativa aporta las ideas, la estratégica las convierte en planes, la corporal ejecuta el programa, la social permite trabajar en equipo, la digital consolida el proyecto en internet.
Convertir el espíritu en materia. La inteligencia potenciada logra que un proceso se concrete en logro, que el espíritu se convierta en materia. Estudiando a los grandes hombres se comprobó que su éxito no dependía de factores innatos. Einstein tenía un cerebro parecido al de cualquiera, la diferencia estaba en el software con el que lo hacía funcionar. La PNL o programación neurolingüística descubrió que aprendemos imitando. Entonces imitemos a los mejores hombres y a las mejores técnicas. Gestionar el conocimiento significa no empezar de nuevo cada día, como si no existiese la experiencia. Know-how (saber cómo) es la fórmula del poder inteligente. “Saber” lo que uno quiere es imprescindible para lograr un comportamiento eficaz. Pero no alcanza con eso para potenciar la inteligencia. Falta el “cómo” se consigue. Según afirmó Nietzsche: “los métodos son la mayor riqueza del hombre”. La unión de la inteligencia individual y la colectiva crearon el poderoso cerebro social.