por Dr. Horacio Krell*
El presupuesto de una persona suele incluir comidas, vestuario, gimnasio, recreación, viajes, vivienda, salud, educación formal, etc. Lo que difícilmente se incluya en el mismo es la inversión en un presupuesto cognitivo que tiene que ver con la capacitación y entrenamiento del cerebro para adaptarse a un mundo que cambia dramáticamente mientras el cerebro no se prepara para eso. La inteligencia es la capacidad de resolver problemas y de adaptarse a situaciones nuevas. Implica analizar la situación, encontrar la solución y actuar en consecuencia.
Como la racionalidad es limitada hay que prestarle mucha atención a lo que pensamos o hacemos y no dejar librada al azar la inversión de tiempo y de energía mental y sí aprender a administrarla, evitar derrocharla y crear un presupuesto que pronostique los recursos a ingresar, las necesidades a satisfacer y las herramientas cognitivas a sumar.
El cerebro no funciona como una calculadora
Por eso debe ser revisado con frecuencia para implementar estrategias proactivas y reactivas que estimulen la reflexión con las primeras y disminuyan la distracción en las segundas. La reflexión es el pensamiento más valioso porque genera el mayor rendimiento de la inversión ya que accede a lo mejor que tiene la mente, en lo creativo y en lo que es significativo emocionalmente (compasión, empatía, perdón y capacidad para el disfrute). Reflexionar es un esfuerzo que trae recompensas, es que pensar vale la pena.
Las apariencias engañan
Le ofrecen un billón de dólares con la condición de contarlos antes uno por uno. La mayoría no advierte el vicio oculto, del factor tiempo. Tampoco leemos la letra chica de los contratos, porque nos engañamos o por no querer saber. La tentación de la conveniencia, o ver con el cristal de las creencias o de la ideología, impide ver que no es oro todo lo que reluce. Los que quieren engañarnos ofrecen espejitos de colores. Para evitarlo hay que partir de tener objetivos claros y métodos inteligentes de observación para detectar las fallas de escritura del otro y las propias de lectura. Así llegaremos a la conclusión correcta que es no aceptar el billón de dólares, ya que aceptando el dinero habría que trabajar 63 años tan solo para contarlo. Hay ejercicios que muestran como el pensamiento natural se equivoca fácilmente.
El pensamiento rumiante
Es un pensamiento que consume el tiempo y la energía sin que genere beneficios. Uno queda atrapado, el problema crece, se amasa, se nutre con nuevas ideas, circula por la cabeza, se mastica un poco más y nunca se resuelve. Lo peor es que son asuntos del pasado o del futuro, mientras que el presente -lo real- se pierde en el divague.
Rumiar es el ladrón de tiempo y de energía del presupuesto cognitivo
Es un pensamiento que no brinda alimento al cerebro y se denomina así por analogía con el ciclo de las vacas de masticar, tragar, ubicar en uno de sus estómagos el alimento, vomitar y volver a masticarlo.
En el cerebro rumiar es reproducir eventos de memoria sin obtener información nueva ni progresar. Consume el tiempo y la energía mental que podría invertirse mejor y es más de lo mismo, convirtiéndose en el principal enemigo del proceso. Se haga lo que se haga y se esté donde esté, siempre se acaba pensando lo mismo. Y cavilar gasta la glucosa, el combustible del cerebro sin poder pasar de página, ni parar y seguir dando vueltas y vueltas.
Agotados de pensar
Esos pensamientos generan y despiertan estados de ánimo negativos que alteran la química cerebral y el día a día, a golpe de pensamientos. Lo curioso del pensamiento circular es que intentando resolver el problema se acaba convirtiendo en el auténtico problema.
Se supone que la memoria ayuda a no repetir situaciones traumáticas. Pero en este caso usa el mecanismo contra sí mismo y se queda atrapado ante lo que pueda venir.
El pasado puede servir para ahondar en la adicción a determinados estados de ánimo.
Salir del pensamiento rumiante requiere un esfuerzo. Si la persona se deja llevar, volverán los mismos pensamientos. La clave está en tomar distancia entre el pensamiento y el pensador. Al observar el proceso de ida y vuelta se advierte su fugacidad. Al poderlos observar, se puede intervenir en ellos y decidir dónde poner la atención. Las llamadas técnicas de parada requieren persistencia y disciplina. Se trata de una herramienta para interrumpir el diálogo negativo,
Identificar el malestar
Consiste en investigar la secuencia de los pensamientos obsesivos y hasta verbalizarlos. Se trata de identificar lo que hace daño y buscar otra actividad para interrumpir esta cadena de pensamientos. Hay que entrenar la atención y ser capaces de dirigirla hacia dónde queremos. Viajar en piloto automático puede ser muy cómodo, pero deja a la persona en manos de sus hábitos, y ya se sabe dónde lo llevan. Estar haciendo mil cosas a la vez sin concentrarse tampoco ayuda. La mente lo seguirá atormentando. Justamente en ocupar la cabeza a conciencia es el fundamento de las técnicas. Una de ellas es el mindfulness (atención y conciencia plena del momento presente. Consiste en estar en el presente y atento a la experiencia, sin precipitarse). Concentrarse en los hechos, aceptarlos sin juzgar ni interpretar.
Guía para controlar el runrún
Aprende a meditar. La ansiedad te conduce hacia el futuro y la melancolía al pasado. La meditación te conecta con el aquí y el ahora utilizando el control mental. Lograrás generar espacios entre tus pensamientos, energía vital, voluntad y ganas de crear. En un lugar cómodo visualiza una imagen de paz. Deja pasar todos los pensamientos que aparezcan y vuelve siempre a la imagen. Inspira, retén el aire y exhala contando hasta 2.
Repite un mantra como Om o mira una imagen típica llamada Yantra. O usa un elemento que te invite a enfocarte, como una vela o un sonido. Combina tus manos y dedos en gestos que elijas. También puedes meditar con la ayuda de movimientos corporales o elegir una postura y poner tu mente en blanco o en algo que te motive. Meditar es sencillo, no hay peor intento que el que no se realiza. Empieza hoy mismo y practica a diario.
Correlación no es igual a causa
Formulamos muchas explicaciones erróneas. Cuando aparecen dos variables juntas, una puede no ser la causa de la otra, aunque la correlación ayuda a identificar la causa. La causa es el motivo que genera algo. No es lo mismo que coincidencia. Para demostrar la falsedad de algo basta con un contra-ejemplo. Esta técnica se denomina “reducción al absurdo”. La relación entre las variables puede ser el resultado de otra que ‘causa’ que explica las otras, y que hace que parezcan estar relacionadas. Por ejemplo, si en una escuela primaria midiera la relación entre las habilidades aritméticas de los estudiantes y sus estaturas, se concluiría que, de hecho, existe una correlación positiva entre ambas.
En este caso es evidente que hay un tercer factor que lo explica: es la “edad” de los estudiantes. Hay una tendencia a inferir una relación de causalidad sobre la base de una correlación. Se debe ir más allá de los hechos empíricos y buscar una teoría aceptable que conecte las variables. Una teoría es a los datos lo que un edificio a un montón de ladrillos. Una teoría sujeta a prueba es la base de las relaciones causales. Cuando uno no conoce la causa de sus problemas, esa es la verdadera causa de que existan.
Cómo eliminar la rumiación
De modo intencional y no casual hay que detectarla para luego hacerla a un lado, creando billeteras mentales propiciatorias de los cambios, billeteras llenas de reflexión para generar acciones positivas. Los que aprenden a usar el presupuesto cognitivo, son mejores inversores porque apuestan a largo plazo.
La mente posee un sistema inconsciente, rápido y automático que responde de memoria, y otro racional que se ocupa de lo complejo. El sistema 1 se activa automáticamente y rastrea la información según la Ley del menor esfuerzo. El Sistema 2, es más lento y prudente.
Observa y controla el pensamiento, dejando que actúe o modifica sus sugerencias. Muchas acciones son inconscientes. Las consecuencias son errores frecuentes, opiniones sesgadas, juicios irracionales. Sólo el Sistema 2, que invierte en un esfuerzo cognitivo, permite resolver los problemas complejos. Conviene analizar la racionalidad a través de los errores más que de sus triunfos. Errores que aparecen y que nos golpean por no tener el cerebro blindado.
El pensamiento natural falla
Las trampas mentales son, en general, los prejuicios, hábitos, emociones, que impactan al cerebro sin que nos demos cuenta y sin tomar conciencia de su existencia. La mente juega contra la razón de diversas formas. Somos pésimos para calcular probabilidades. El cerebro cree encontrar, patrones y conspiraciones inexistentes y suele atribuirles un significado divino, así como afirma coincidencias que no son tales y encuentra relaciones de causalidad donde hay solamente casualidad. Cree que puede orientar los hechos en favor o en contra de lo que desea. Muestra de ello es la importancia que atribuye a la oración y la plegaria por la salud de un enfermo y el creer que hay relación de causa y efecto entre rituales gurúes con poderes especiales y acciones, en resultados que son de naturaleza aleatoria.
La dirección de la atención
Como la energía mental es limitada y el día tiene solo 24 horas, la clave del rendimiento del presupuesto cognitivo está en la elección de la inversión.
Para lograr la recompensa de la reflexión y evitar la trampa de la rumiación se precisa un plan que dirija la energía y el tiempo que se dedican para ejecutarlo.
Debido a que el propósito del presupuesto cognitivo es mantener el enfoque en las cosas que producen, debe ser tanto proactivo como reactivo: proactivo para promover las acciones resultantes del pensamiento reflexivo y reactivo para evitar los mecanismos de la mente inconsciente, que con demasiada frecuencia conducen hacia un pensamiento contraproducente. Las mitades proactiva y reactiva de nuestros presupuestos cognitivos están representadas por los tipos de pensamiento que buscan y evitan: reflexión y rumiación, respectivamente.
La función del presupuesto cognitivo
Como dijimos la función del presupuesto es dirigir proactivamente la energía mental hacia donde se quiere que vaya (reflexión) y evitar que vaya de manera reactiva a donde no quiere (rumiar).
Debido a que la mente es impredecible, el presupuesto cognitivo es una brújula, que incorpora el escribir las intenciones, empujarlas y generar la reestructuración cognitiva.
Identificar las reflexiones a abortar es complicado, pero vale la pena para reconocerlas cuando surjan. Pueden sacarse a luz con preguntas: ¿Qué es lo que lo hace sentir peor cuanto más piensa en ello? ¿A qué tema regresa constantemente sin hacer ningún progreso hacia una solución o un sentido de resolución? ¿Qué momentos dolorosos se reviven sin sacar nada de ello?
Así será más fácil reconocer esos pensamientos cuando surjan. El presupuesto cognitivo es desordenado y contextual, así que no hay que quedar demasiado atrapado en la redacción: las ideas subyacentes son las que importan. Definir los temas en los que se quiere y en los que no se desea perder el tiempo pensando. Cualquier combinación que logre eso es buena.
¿Qué temas de reflexión tendrán los mejores resultados? Las siguientes son categorías útiles al considerar la vida laboral. Misión: identificar lo que le importa en la vida, aumentar el tiempo dedicado a eso, encontrar formas de hacer más. Crecimiento: Adquirir habilidades, que agreguen valor y permitan avanzar en la carrera. Relaciones interpersonales: construir relaciones, mejorar la dinámica, fomentar las conexiones. Estrategia: Identificación de problemas, pronóstico de condiciones, conexiones. Operaciones: mejorar la eficiencia, impulsar la eficacia, priorizar la medición. Lo que no se mide no se puede mejorar. Innovar: impulsar la capacidad de generar ideas, mejorar su implementación, y crear valor.
Herramientas necesarias en el presupuesto cognitivo
Cuando se inspeccionó el cerebro de Einstein no se notaron diferencias biológicas significativas. Quizás lo que era diferente era el manojo de fibras nerviosas que conecta los hemisferios cerebrales. Posiblemente no nació con esa correlación virtuosa que mostraron los estudios, sino que fue el resultado de que trabajaba con el cerebro completo, complementando la imaginación creadora, propio del hemisferio derecho, con la capacidad lógica característica del hemisferio izquierdo. Hoy existen cursos de entrenamiento de las habilidades blandas y duras del cerebro. Estas virtudes deben ser parte de la educación. Los países que las incluyen son los que lideran en el mundo, y las personas que se destacan son las que aprendieron a usar el capital que se aloja entre las dos orejas.
La educación es la industria pesada de cualquier nación, porque es la que fabrica ciudadanos.