«Tener valor es confiar plenamente en mi capacidad, habilidad y fortaleza interna, más allá de lo que ocurra alrededor»
Todos nosotros venimos con nuestra propia carga de experiencias, historias personales y vivencias desde que aparecimos en esta forma física en el mundo (y aún antes, en el vientre que nos concibió).
Con el tiempo, nos fueron entregadas muchas herramientas, y otras que fuimos conquistando a medida que crecimos, incluso aquellas basadas en el ensayo-error e, incluso, como producto de las experiencias dolorosas y límites por las que tal vez hemos atravesado en ciertas etapas.
Algunos posiblemente hayan tenido el precioso regalo de ser estimulados, amados, queridos y abrazados por los mayores y por distintas personas y seres que le entregaron su afecto incondicional. Otros, tal vez hemos sabido adaptarnos como pudimos a un mundo tal vez hostil, a veces doloroso y desafiante, lo cual nos ha fortalecido y dado impulso para salir adelante. A la distancia, nos decimos “he hecho lo mejor que pude con los recursos que tenía”.
Por eso, el valor en nosotros mismos, sobre todo cuando no hemos sido convenientemente acompañados ni estimulados desde chicos, tal vez haya sido uno de los mayores obstáculos que debimos sortear. Mirábamos con ojos niños a otras personas que, en apariencia, se mostraban fuertes y valerosas, y los observábamos con la esperanza interna de, alguna vez, desarrollar esa habilidad y hacerla propia.
Tener valor no es sólo tener coraje; en mayor o menor medida, todos hemos experimentado eso cuando atravesamos algún dolor, el primer desencanto amoroso, cuando nos atrevimos a hacer algo que temíamos o cuando pasamos esa barrera –antes infranqueable- de aquello que nos parecía una utopía a lograr.
Tener valor es confiar plenamente en mi capacidad, habilidad y fortaleza interna, más allá de lo que ocurra alrededor. Es adoptar una actitud frente a la vida y sus situaciones que van más allá de la justificación. Es aceptar al ciento por ciento mi parte de responsabilidad en cada momento, y, a partir de allí, actuar en consecuencia.
Es borrar los limitantes internos como el “pero”, el “no”, y es, decididamente, plantarnos frente al desánimo y el bajón generalizado de un mundo en constante cambio, para reforzar nuestra fortaleza interna, utilizándola como trampolín hacia lo nuevo.
Confianza en acción
Para tener valor hace falta confiar. No se trata, en este caso, sólo de una fe ciega en que algo bueno va a pasar (aunque una buena dosis de esperanza siempre aquieta nuestra ansiedad y desasosiego); sino de revisar concientemente nuestra cadena interna de confianza y, desde allí, cambiar algunos eslabones que quizás esté débiles ú oxidados, por otros más nuevos, basados en la experiencia que da el proceso de crecer y avanzar en la vida. Así, tendremos una nueva cadena de valor interno para usar como guía y apoyo cuando estemos ante los desafíos y obstáculos.
También es necesario atreverse a salir de la zona cómoda: ese espacio que hemos construido donde todo nos parece normal y difícil de cambiar… aunque se torne poco confortable. Aquí la clave es: un paso a la vez, hacia la meta que quieras proponerte. Y una vez que la alcanzaste, fijarte un nuevo pequeño escalón hacia delante. Recordá: “Pequeños cambios microscópicos, hechos en momentos estratégicos, producen un gran impacto.”
¿Nos ponemos en marcha?
Una parte de este proceso para recobrar valor es comenzar a limpiar nuestra mente y emociones de aquellas toxinas que la han contaminado durante tantos años. Aquí van algunos pequeños recursos que pueden ser útiles para restaurar el valor en nosotros mismos; sencillas formas de comenzar a operar el cambio que queremos observar y vivir de aquí en más:
- 1) Toma varios minutos al día para estar en silencio. Si no estás con disposición o entrenamiento para rotular esto como “meditación”, no hay problema: lo importante es que dispongas de un tiempo para estar a solas con vos.
- 2) Esquiva los mensajes tóxicos; por ejemplo, las malas noticias de los noticieros y diarios (sin por esto vivir fuera de lo que pasa; más tarde o más temprano nos enteraremos de todo lo que necesitamos saber). Es verdaderamente increíble lo que se opera a nivel celular y espiritual cuando dejamos de contaminarnos con tantas malas noticias.
- 4) Utiliza estímulos externos que te ayuden a conectarte con tu valor y la auto confianza en acción. La música, los aromas, los mandalas, un hobbie abandonado, pueden ayudarte a crear una mejor experiencia interna que, luego, llevarás a lo externo en tu andar por la vida.
- 5) Crea una afirmación en positivo: una frase corta, en tiempo presente, que te ayude a recobrar la calma y el equilibrio cada vez que lo necesites. Escríbela y colócala en un lugar visible, y repítela internamente cada vez que quieras.
- 6) Justo antes de dormirte, haz un breve “balance de gratitud”: una lista sólo con las cosas por las que estás agradecido. Este es un buen punto de referencia que actuará en un nivel sutil en las horas de sueño, para comenzar a crear una nueva mirada interna al ejercitarlo con constancia.
- 7) Comparte tus dones y habilidades. Muchos de nosotros quizás estemos sobre-ocupados en tareas cotidianas, y nos da pereza destinar algo de tiempo a nosotros mismos. Sin embargo, podemos encontrar un mayor equilibrio al hacerlo, también, por otros. Esta retro alimentación es fundamental para empezar a cambiar internamente en forma gradual y a sentirnos a gusto y plenos, encontrando parte del sentido de la vida.
- 8) Caminar, bailar, reír, estar con amigos del alma, leer, participar de actividades recreativas y donde interactuemos con otros, pueden ayudarte a conquistar mayor confianza.
- 9) Busca apoyo en profesionales de las áreas en las que lo necesites. Hay momentos en que necesitamos que nos ayuden, nos guíen y orienten en el camino de desplegar nuestro propio potencial. Elegí personas con la que te sientas a gusto y que promueva tu crecimiento y tu bienestar.
- 10) Conéctate con la naturaleza. Caminar descalzo en un parque, dedicar un tiempo a la contemplación de las flores, árboles, cielos, estar al aire libre y hacer algún ejercicio que te resulte placentero, produce un mayor estímulo de endorfinas, que son pequeñas proteínas derivadas de un precursor producido a nivel de la hipófisis, una pequeña glándula que está ubicada en la base del cerebro. Cuando esta glándula es estimulada, se producen efectos que, entre otros, incluyen paulatina disminución de la ansiedad y la sensación de bienestar, tranquilidad, mejora el humor y la visión positiva de los desafíos cotidianos.
Sé paciente. Los resultados se conquistan paso a paso. Este ejercicio sobre nuestra ansiedad nos traerá mayor sentido, y disfrutaremos más del proceso de recobrar el valor que todos tenemos y que, con determinación y constancia, podrás reforzar y manifestar más claramente en tu vida.