El cerebro sostiene sus errores usando buenas razones con las cuales se engaña y nos engaña.
La realidad está ahí, pero al privilegiar su percepción, se aleja de la verdad. Precisa ser veloz en ciertas situaciones. Pero su racionalidad es limitada y su respuesta subjetiva. Esto lo lleva a equivocarse ante la complejidad pero también a tomar decisiones rápidas y acciones efectivas.
Sesgo cognitivo. Es la desviación que produce al procesar información, una distorsión que lo lleva al error de juicio, a la interpretación ilógica o a la conducta irracional. Las fallas más comunes son su imprecisión para calcular probabilidades, la fabulación para ver patrones inexistentes, la atribución de significado divino a las coincidencias y la afirmación de causalidad donde sólo hay casualidad. Al creer que puede orientar los hechos a sus deseos, valora herramientas dudosas como la oración, la plegaria, los ritos y a gurúes con poderes especiales.
El sesgo retrospectivo modifica el recuerdo de lo que creía al conocer el resultado. (Y cree que sabía lo que iba a ocurrir). “Con el diario del lunes” se habla con el resultado puesto. El sesgo de correspondencia sobrevalorara los motivos personales para explicar la conducta, sin considerar las circunstancias. (Lo hizo porque le convenía). El sesgo de confirmación busca o acepta sólo la información concordante con lo que se cree. (Esto tenía que pasar). El sesgo egoísta se atribuye los éxitos y culpa al contexto cuando fracasa. El sesgo del falso consenso cree que piensa como la mayoría. (Todo el mundo está de acuerdo). El sesgo de memoria altera el contenido del recuerdo y notifica hechos que son erróneos. (Lo recuerdo perfectamente).
La trampa originaria. El tronco cerebral como el del reptil controla los instintos y no aprende de la experiencia. El mamífero al procrear por parto aportó el área afectiva. La razón derivó del lenguaje y se instaló en la corteza. El cerebro es el fruto de la evolución pero no es tan preciso como la mano, que sustituyó a la garra. El niño nace imperfecto pero podrá elegir su futuro.
La arquitectura. El hemisferio izquierdo alojó la razón y el derecho las emociones y un cable de fibras nerviosas los comunica. Según Pascal “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. La emoción lo lleva a la acción, la razón a sacar conclusiones. La entropía es una fuerza poderosa que usa para sobrevivir y trata de conservar la energía con el descanso. Pero el menor esfuerzo se opone la necesidad de buscar lo nuevo (creatividad). La trampa que lo traba es no poder armonizar las novedades con la rutina. La repetición automatiza el pensamiento.
Lo viejo conocido. El cerebro se esfuerza menos usando lo que sabe. Pero el problema es algo nuevo por definición y precisa nuevas ideas, que desbloqueen las redes fijas. La trampa de la memoria es no adecuarla. Un problema no se resuelve de memoria. Se confunde pensamiento con memoria al decir “estuve pensando en vos” o con creencia en: “yo pienso de esta manera”.
Incentivar el juego creativo. La escuela tiene a enseñar respuestas automáticas. Respuesta viene de responso, el rezo a los difuntos. Hay algo muerto allí, ya que pensar no es responder.
Lo habitual es etiquetar en categorías separadas que no se tocan. Es como si el pensamiento se congelara. Cada cubito de hielo es una categoría separada. Cuando a un concepto se le agrega otro, puede surgir un concepto nuevo. Los métodos son la mayor riqueza del hombre.
Tomar conciencia. El hombre es el único animal que choca dos veces con la misma piedra. Tiende a generalizar desde un solo hecho particular o a ver todo como bueno o malo, sin matices intermedios. Nadie está exento de caer en la trampa. La solución es hacer conscientes los pensamientos automáticos o prejuicios y observarlos para que no permanezcan ocultos.
No hacer cinco cosas a la vez. Con la multitarea cada una recibe el 20% de la atención; diluye su potencia y rebaja la concentración. Lo mejor es concentrarse y enfocar un tema a la vez. La facultad de domar la atención vagabunda, es la raíz del juicio, del carácter y de la voluntad.
Respetar la evidencia. El cerebro va de la mano de sus intereses que lo llevan a creer que es cierto o mejor, lo que no lo es. Prefiere la información que concuerda con sus creencias o con las opiniones de sus amigos, a pesar de la evidencia en contrario e incluso de los fracasos.
La trampa de la edad. Su capacidad de aprendizaje está relacionada con su aptitud para cambiar o neuroplasticidad. La mente, con el pensamiento, puede modificar una red neuronal El cerebro no es menos creativo por la edad. La juventud lo hace más inocente e ignorante, para aceptar ideas radicales. Si aprende a tener desafíos, seguirá pensando como joven toda la vida.
Parálisis por exceso de análisis o decisión apresurada. La percepción lo hace creer que es el sol el que se mueve y no la tierra. El pensamiento natural va directo a la acción, eso está bien para elegir la corbata para el traje, pero en asuntos serios lleva resolver el problema equivocado. Se aprecia más al intuitivo que al analítico porque no debe justificarse. El mundo es resultadista pero también se pierde jugando bien. La clave es ser flexible y cambiar según los resultados.
La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana. Premiar poco al que acierta, castigar el error, y no al que provoca daños por no decidir; incentiva a no hacer nada. El miedo al fracaso inhibe. El que no hace no se equivoca pero tampoco aprende. El deseo nubla la razón. La sociedad de consumo ofrece un radar para imitar a ricos y famosos. Para decidir mejor hay que contar con la brújula interior que permite conocerse a sí mismo. Debemos estar atentos para detectar cuando el cerebro hace trampas. Su materia prima es la materia gris y no crece como la lechuga. Puede crecer sin desarrollarse. La materia gris solo florece con educación.
La gran simulación. Para adecuar la realidad a lo que cree, el cerebro lentifica la búsqueda de pruebas, pide largos informes periciales, habla menos con los testigos que con los sospechosos y no llega a definiciones. Cuando conviene al argumento estira los tiempos o mete o saca temas del freezer. Actuando de este modo es ovacionado por los miembros de su cofradía.
El viaje al sentido común. Es difícil de hacer luego de tantas anomalías que llevan a perder el sentido de la realidad y, en lugar de honrar las garantías, con demagogia se practican sus antípodas. La sociedad fábrica asesinos y la universidad profesionales que ven con un solo ojo.
Son combinaciones explosivas que nadie sabe o que no quiere o no puede desactivar.
Epidemias silenciadas. Mueren más personas jóvenes en accidentes de tránsito que por asesinatos. Sin embargo no figuran en las preocupaciones de la mayoría. El cerebro conspira para que no se adopten precauciones. El sesgo cognitivo conocido como ilusión de control, hace sobreestimar sensación de seguridad por el simple hecho de que es uno mismo el que maneja.
Lo que no se mide no se puede mejorar. Se pueden contrarrestar las fallas cerebrales para aportar objetividad. Usando la tecnología se colocan sensores en los autos para detectar cómo se maneja. Lo que se mide, mejora. Dar visibilidad a una variable y recibir el feedback modifica la conducta. Tener un sensor y saber que una maniobra será detectada, afecta el puntaje y la prevención. Y ante el olvido, una app en el celular hace tomar conciencia y volver a la buena senda. Este sistema permite a los padres saber cómo manejan sus hijos sin su presencia.
Accidente o negligencia. Cuando algo se puede prevenir, no es un accidente, sino una excusa para evadir la responsabilidad. Tomar acciones para controlar las fallas cerebrales puede ser una política de Estado. La tecnología hace más seguros a los autos, pero no compensa el manejo temerario. Medir ayuda a advertir que uno es parte problema y puede ser parte de la solución. Lo importante es que si se cree mejor, se anime a verlo en números y con sus propios ojos.
No es lo mismo conocimiento que sabiduría. El conocimiento sirve para ganarse la vida; la sabiduría ayuda a vivir. La experiencia es algo que le ocurre a la persona, en general no se planifica y marca un eslabón en la cadena de su vida. Deja una huella. La experiencia implica la responsabilidad de elegir una actitud, tomar una decisión y responder por las consecuencias.
El experimento, en cambio, es un evento previsto y dirigido a producir un resultado, a confirmar o corregir una hipótesis, a partir del mismo. No es igual vivir una experiencia que participar de un experimento. Del mismo modo en que no lo son el conocimiento y la sabiduría.
Elliot se preguntó una vez: ¿dónde está el conocimiento que se perdió con la información? y ¿dónde está la sabiduría que se perdió con el conocimiento?
La sociedad es inconsciente a que, ante una tecnología que cambia velozmente, no basta con adquirir habilidades. Hay que enseñar y aprender a pensar para ver más allá de lo inmediato, a mirar la vida en su conjunto y en su diversidad, y no atender a un único punto creyendo que es el todo. El especialista tiene un martillo y sólo puede ver el clavo, sabe más y más sobre menos y, por último, sabe todo sobre nada. El conocimiento sólo puede incorporarse a través de la experiencia, no hay otro modo de saber. Se puede conocer mucho y saber poco. Sabiduría es aprender a hacer algo mejor con la experiencia. El experimento aumenta el conocimiento pero no entrega las herramientas para abordar el amplio espectro de alternativas que la vida propone.
Emergencia intelectual. La diferencia entre quien se encuentra en emergencia intelectual y el que no, es que el primero lo advierte y el segundo actúa sin darse cuenta. La gente no puede ser puramente racional y comete fallas, pero se puede sostener una duda metódica ante cada una. Noticias contradictorias, datos de dudosa interpretación, argumentos falaces, señuelos; la realidad se encarga de provocar los todo el tiempo con el peligro de incentivar errores de juicio.
A veces el ajuste lo hace el cerebro; en otras ayuda el entorno, y otras veces las leyes de seguridad en el tránsito, las que obligan a transparentar la información de los productos, las que exigen a los bancos mostrar todos los costos financieros en sus préstamos, las que prohíben el consumo de sustancias adictivas, y algunas políticas que se meten en las decisiones diarias de los individuos, para minimizar la ocurrencia de posibles sesgos cognitivos.
No todos los sesgos son dañinos. La evolución nos dotó de un catálogo de facultades ventajosas para la supervivencia, pero sobrevivir no siempre requiere una racionalidad mecánica. Hay atajos lógicos que ayudan, como elaborar estimaciones en lugar de perder el tiempo buscando resultados exactos. Detenerse a examinar la probabilidad de que una serpiente lo ataque aumenta exponencialmente la posibilidades de esto ocurra. A las fallas naturales del cerebro hay que sumar el cambio acelerado del contexto, para el que no viene preparado.
Momento semilla. Es un episodio traumático en la vida; un estrés en el que germina una semilla que podría manifestarse en el futuro. La hipótesis bien puede extrapolarse al plano colectivo. Podría decirse que hubo muchos «momentos semilla». Eventos que, vistos en retrospectiva, fueron configurando, no sólo una oposición, sino una transformación. Nadie compra lo que uno vende sino lo que cree. Martin Luther King dijo: “Yo tengo un sueño” y era la visión de país que la mayoría tenía. No marchaban sólo por él sino también por ellos mismos.
Cambio o transformación. El cambio viene impuesto desde afuera, es el choque de fuerzas que luchan y está ligado a los «debería»: reducir gastos; dejar de fumar; correr por la mañana. Existe una necesidad (dejar la nicotina) y una resistencia (fumar es un placer). La transformación es la internalización del cambio. No es alguien que lo impone sino decidir ser parte activa. Por eso, toda transformación es un cambio con sentido: el propósito es una fuerza transformadora.
Los innovadores son los primeros en aceptar el cambio. Una minoría se anima a probar la novedad. Le siguen los adoptadores tempranos y luego un % de la sociedad. Cuando se llega a ese %, se produce el giro. Pero, ¿cuál podría ser el propósito que empuja la transformación? La ilusión o la fe en que, tal vez, se logre trascender el destino de las múltiples tragedias.
Metodología intelectual. El Sistema lógico posterga las sugerencias del sistema emocional, e invierte en esfuerzo cognitivo para resolver problemas complejos. Los errores aparecen de forma inadvertida para la mente consciente y tienen un carácter irresistible.
La ilusión de validez afecta a los expertos en entornos difícilmente predecibles, provocando un exceso de confianza en predicciones infundadas y poniendo en duda a reputados especialistas. El Sistema emocional está preparado para creer, no para dudar y tiene tanto miedo que salta rápidamente a conclusiones precipitadas. Así se entiende el fanatismo y la seguridad dogmática con que se sustentan en la ignorancia, o en evidencia insuficiente, y por qué el escepticismo del Sistema lógico sigue siendo tan impopular. La racionalidad es la capacidad de amonestar a la parte vaga del pensamiento. Una persona “racional” no es la que tiene una visión del mundo más consistente, ni la que es capaz de contar mejores historias. Tampoco es más racional quien rechaza las emociones en nombre de razón desencarnada, sino quien examina sus prejuicios y asume que errar es natural. Como dijo Sócrates: “Una vida sin examinar no merece ser vivida.”
Técnicas intelectuales para los sesgos cognitivos 1. Método del abogado del diablo. Se realiza un plan y un análisis crítico, para tomar conciencia de los peligros. 2. Método de la indagación dialéctica. Se realiza un plan y un contra plan, para conocer los pros y contra. 3. Método de la perspectiva externa. Se toman como referencia estrategias anteriores de fracaso o éxito que se puedan comparar. De esta manera se podrá evaluar si es factible o no la estrategia.
Trampas que se pueden evitar. Muchos errores derivan de asociaciones incorrectas. Imagine una heladera blanca, una tiza blanca, una camisa blanca y responda: ¿Qué bebe la vaca? Por fallas de organización muchos cerebros responden leche en vez de agua. Un error común en muchas instituciones es colocar el cartel THING, porque no se puede obligar al cerebro a pensar sin un problema a la vista. Hay una frase del acervo popular que muestra el cuidado que debemos tener con las trampas del cerebro: “hecha la ley, hecha la trampa”. El primer paso es tener in mente y claro el objetivo. El segundo es trazar el plan y controlar su ejecución por si se aleja de las metas. El tercer punto es tener creatividad y flexibilidad para variar el plan cuando la realidad nos muestra que algo está fallando. Así como a un soldado se le enseña a manejar el arma, debemos aprender a manejar el cerebro, porque es nuestra principal herramienta.