El optimismo inteligente es el poder individual para desarrollar asertivamente una posición positiva hacia la vida y las situaciones, más allá de las circunstancias desafortunadas que siempre ocurren.
¿Te suena aquello del vaso medio vacío o medio lleno? Tiene que ver con el optimismo, que es la capacidad de poner las emociones apropiadas a cada acontecimiento de la vida, y de no anticipar con lo negativo las cosas que aún no han sucedido.
Estas son características del proceso cognoscitivo humano, regido por el cerebro. Cuando las personas crean problemas aún inexistentes, agigantando sus miedos, padecimientos y visiones negativas, están restringiendo por completo su rico universo creativo. Es así que estas interferencias no les permitirán disfrutar de la vida y sus logros; y tampoco colocar en su justa medida la gestión emocional de los acontecimientos desafiantes.
Ser optimistas nos hace más felices, debido a que el optimismo es una condición emocional que podemos entrenar si la observamos adecuadamente. A veces, sucede que hay personas que se pasan de la raya, y entran en una fantasía positivista en extremo.
Lo ideal es buscar el equilibrio entre los datos objetivos de la realidad y el optimismo, con el fin de diseñar el “pre-diseño” de los anhelos y metas, sin caer en la predisposición al pesimismo.
La otra amígdala
El cerebro tiene un órgano interno, llamado amígdala, que, junto con la corteza cingulada anterior rostral, forman un dúo excelente para imaginar eventos positivos a futuro, versus los negativos.
Quiere decir que las personas negativas no poseen la suficiente activación de estos dos sectores estratégicos. Y esto puede deberse, fundamentalmente, a cuestiones culturales, como las creencias y al historial de vida. En experimentos de los neurocientíficos, las malas noticias activan otras partes del cerebro, justamente aquellas asociadas con los trastornos depresivos y el pesimismo.
También se ha demostrado que un aumento de dopamina influye en las expectativas positivas, y por consiguiente, se disminuye el impacto de lo negativo. Esto significa que el cerebro participa activamente en la regulación de la información que deriva en las emociones en individuos sin problemas de salud, y puede generar optimismo o pesimismo.
El optimismo inteligente
Un gran dilema popular dice que es casi imposible ser optimista todo el tiempo, sobre todo por la influencia del entorno, muchas veces negativo. O bien, que las personas positivas son negadoras e la realidad.
Esto no guarda relación con las afirmaciones científicas, ya que, independientemente de las condiciones de vida, incluso estudiando zonas de extrema pobreza a nivel mundial, hay miles de muestras de personas realmente necesitadas que son optimistas y manifiestan felicidad. Y lo contrario también: individuos colmados de experiencias que se podrían calificar como positivas, que viven deprimidos.
Entonces, ¿qué determina el optimismo inteligente? Para comprenderlo rápidamente, se trata del poder individual para desarrollar asertivamente una posición positiva hacia la vida y las situaciones, más allá de las circunstancias desafortunadas que siempre ocurren.
Un aspecto esencial es la posición del aprendiz permanente: de todo se saca algo para evolucionar.
“Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad” Winston Churchill
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Claves para vivir mejor
Como el optimismo es un mecanismo de protección que desarrolla el cerebro ante la adversidad, y permite darle un nuevo significado a los problemas de la vida. Para desarrollar estos hábitos, hemos de enfocarnos en las fortalezas, y no exclusivamente en las debilidades -que de esto, los pesimistas son especialistas-.
Observar tu autoimagen: si lo que te devuelve el espejo lo expresas constantemente en forma negativa, verbalmente o en tus pensamientos, necesitas trabajar en eso. Potencia la consciencia sobre los aspectos positivos -que sí los tienes, todos los tenemos-, y expándelos mucho más.
Ponte en movimiento: es un hecho que las personas optimistas siempre tienen proyectos, conocen gente nueva, amplían su visión del mundo y son curiosos por naturaleza. Incorpora estos recursos diariamente, y observa los resultados.
Detén los pensamientos negativos: como inevitablemente van a aparecer, reconócelos, dales las muchas gracias, y déjalos pasar. Esto no significa que negarás la realidad; en realidad estarás re-enfocando la mente y las emociones en los aspectos de aprendizaje ocultos detrás de los problemas.
Suelta los prejuicios: por ejemplo, si has vivido en un entorno pesimista y triste, es probable que tengas este patrón inconsciente dentro tuyo, y hayas determinado algo así como “ser feliz no es para mí”. Este es un prejuicio hacia tú mismo, porque en lo que crees y piensas, es en lo que te conviertes. Dale la vuelta; deja lo que te limita; busca ayuda; y haz tu plan de optimismo con pequeños pasos cada vez.
Cambia tu mirada: cuando pasamos la vida observando sólo lo negativo, esas emociones están siempre a flor de piel. Esto impide que los acontecimientos felices se manifiesten más abiertamente en ti. En vez de mirar lo que te falta, agradece lo que tienes. Desplaza tus ideas oscuras por aquellas que traigan claridad a tu vida. Re-enfoca tu mente en positivo. Al principio necesitarás estar muy atento para lograrlo. La buena noticia es que el cerebro tiene neuroplasticidad, y, si la entrenas, cambias su mirada.
Escoge conscientemente tu actitud: el sobreviviente a los campos de concentración nazis y psiquiatra Viktor Frankl, en su libro “El hombre en busca de sentido”, que te recomiendo entusiastamente, dijo: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”. La actitud determina directamente los resultados de tu vida.
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Fantasea en positivo: si bien la vida presenta muchas situaciones malas, también las hay buenas. El optimismo inteligente es aquel te permite entusiasmarte con el porvenir en un sentido positivo; de esta forma ayuda en tu avance y evolución humana. Entonces, ya que vas a fantasear, ¡al menos gana en tu fantasía! Te costará lo mismo y tendrás mejores sensaciones y resultados, si lo practicas cada día.
Cambia tu auto charla negativa: “No sé…”, “Es que…”, “Pero…”, “No soy capaz”, “No puedo”, son apenas un esbozo de lo que te dices internamente todos los días. Toma consciencia de que esto te limita y te impide crecer. Reemplaza cada expresión por otras asertivas, que contribuyan a tu desarrollo: “Lo voy a hacer”, “Quiero lograrlo”, “Estoy decidido”, “Si no sale como pienso, igual me queda un gran aprendizaje”, son ejemplos para apoyarte.
Persiste y no desistas: tu cerebro le dan una orden a tus emociones y procesarán la información en el sentido que le indiques. Entonces, ante las dificultades, aplica tu confianza y céntrate en las oportunidades de salir airoso de ese momento.
Ejercítate diariamente: es probable que el primer mes haya resistencia al cambio; es normal. A partir del día treinta y tres aproximadamente, el inconsciente se amoldará para acompañar el cambio positivo que estarás haciendo.
Aumenta el consumo de alimentos que ayudan a la felicidad: comer nueces y almendras, el chocolate -cuanto más negro, mejor-, legumbres de todo tipo y pescados azules, entre otros, aumentan la serotonina, la hormona del cerebro que regula el bienestar. También incorpora una caminata al aire libre, y tomar sol con los cuidados necesarios.
Recuerda lo que dijo William George Ward: “El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas.” Sé el capitán de tu barco, y no el grumete. Haz la experiencia, aprende, y paso a paso, irás obteniendo la maestría de una vida en equilibrio, paz y optimismo inteligente.