Somos escultores de nuestra vida y para modelarla positivamente aún en los momentos difíciles, Daniel Colombo comparte cinco estrategias prácticas para salir adelante.
Cuando el camino se pone áspero y nos hace tambalear y hasta dudar de nosotros mismos, siempre está la oportunidad de elegir nuestra mejor actitud.
Frente a tantos inconvenientes y problemas, si miramos en perspectiva los desastres del mundo, posiblemente podemos encontrar algún punto de referencia que nos permita observarnos en la real dimensión de las cosas.
Quienes atravesamos problemas realmente graves y sin solución inmediata, sabemos que hay varias cosas que podemos hacer. Sin embargo, hay una, quizás la fundamental, que nos permitirá trascender ese momento y dotarlo de significado: la voluntad.
Cuando se aborda el tema de la voluntad muchas personas lo asocian con las ganas, aunque es mucho más profundo y trascendente: tiene que ver con la determinación, la decisión consciente, constante y consecuente, de seguir adelante pese a todo.
Si la vida nos confronta con situaciones extremadamente dolorosas y difíciles, tenemos dos opciones: entregarnos al desánimo y dejarnos caer, o tomar eso como un escalón de aprendizaje y avance para salir adelante. Es difícil, desafiante y muchas veces con grandes dosis de incertidumbre sobre el resultado final.
Más allá de eso, está la opción de cómo vamos a atravesar este momento: si lo vamos a hacer llorando y quejándonos, lo que hará que nos regodeemos en el dolor y nos sometamos a un sufrimiento mayor; o si escogemos la actitud de aceptar lo que sucede, arremangarnos y ponernos manos a la obra para reconstruirnos con lo que queda. Desde esta perspectiva de escultores de nuestra vida es que comparto cinco estrategias prácticas para salir adelante. No son recetas: pueden servir de caminos o disparadores para orientar el rumbo frente a la situación que los aflige y consterna.
1. Silénciate y medita
En situaciones graves, nuestra mente -si está en condiciones de hacerlo- hace procesos a la velocidad de la luz; y somete a un desgaste adicional a las quizás exhaustas fuerzas del momento. El silenciarnos significa tomar espacios de quietud para nosotros. Meditar es tomar consciencia del aquí y ahora. Una buena forma de hacerlo es intercalar unas cuatro o cinco veces en el día minutos de respiración serena: inhalar y exhalar profundamente, y visualizar en nuestra mente con la capacidad creativa que tenemos, esa foto que refleje un estado positivo sobre cómo queremos vernos, sentirnos y estar cuando hayamos salido de esta instancia.
2. Pide apoyo
Palabras sencillas, alguien que nos lea algo estimulante; algún amigo que nos acerque esa música que tanto nos gusta; un ser querido que nos tome de la mano y comparta en silencio; la lealtad de nuestra mascota; un profesional que aporte su conocimiento y oído para que podamos sacar afuera lo que nos atormenta por dentro. De esto se trata pedir apoyo: formar una red de contención que, a medida que la necesitemos, tengamos la certeza de que estará disponible si así lo dispones.
3. Escribe tus pensamientos
Esta técnica es sumamente valiosa para dejar ir todo lo que nos duele y nos ata del presente -e incluso del pasado si lo recordamos con dolor, rencor, rabia o resentimiento-. Es saludable dejar que fluya, que drene -como cuando tenemos una infección donde hay que liberar eso que está obstruido-. Hazlo en silencio, quizás con una música suave, y deja reposar esos sentimientos negativos fuera de ti. Es una forma de transmutar desde adentro hacia fuera eso que tanto nos oprime y preocupa internamente. Si lo deseas, arroja esos papeles en el sanitario, o bien quémalos en un lugar seguro, como una forma simbólica de dejar atrás esa pesadumbre.
4. Toma conciencia de tus avances
Por pequeños que sean si tu actitud permanece enfocada no demorará mucho tiempo en que observes pequeños indicios. Hechos sencillos, como estar dispuesto a mirar por una ventana, a responder una llamada telefónica, a comentar sinceramente lo que te pasa con alguien que te quiere bien, a llorar e incluso a reírte, son pistas certeras de que estás en buen camino.
5. Da un paso a la vez
Tal como cuando hemos tenido un dolor físico muy fuerte, lo que queremos la mayoría de los seres humanos es que desaparezca de una vez. Recuerda: la persistencia es una gran maestra. Nos permite explorar los límites, la paciencia y el ritmo interno de transformación de las cosas. Si tomamos decisiones en un momento de profunda congoja, enojo, bronca o tristeza, quizás nos equivoquemos con consecuencias complejas. Sé paciente. Sólo así podemos ir conquistando el nuevo Ser interno que está surgiendo. Un ser lleno de fortaleza y sabiduría. De madurez y entendimiento, primero con uno mismo, y luego con el entorno y los demás.
Para terminar, un plus: hazte consciente que cada vez que calificamos las experiencias de vida como “buenas” o “malas” las limitamos. En cambio, si asumimos que lo que viene “simplemente es”, automáticamente estamos observándolas desde la perspectiva saludable del aprendizaje. Y es justo desde aquí donde se abre un abanico de posibilidades infinitas para resolver los problemas, paso a paso, y a nuestro ritmo. Por eso, sigue siempre adelante, y no te desanimes: busca la experiencia detrás del golpe de la vida, y así le darás un nuevo sentido y propósito, para evolucionar en esta escuela llamada vida.