Las relaciones laborales están llenas de emocionalidad. Lo dicho y lo no dicho -lo que subyace- conforma una trama que, como una telaraña, vicia y entorpece las relaciones. El vínculo con el jefe no es la excepción, y las diferencias se presentarán más tarde o temprano.
Entonces, ¿Cómo discutir con tu jefe y no perder el empleo? Aquí tienes 13 claves prácticas que te servirán, incluso, para limar asperezas y mejorar el vínculo.
Escucha
La actitud de escucha es fundamental para sentarte a plantear las diferencias
Aplica la empatía, que es la habilidad de ponerte en los zapatos del otro, y observar el problema desde su perspectiva. Deja que el otro se exprese libremente; no le interrumpas, y silencia tu auto charla negativa que posiblemente estará rumiando dentro tuyo. Apunta en un papel los conceptos claves que escuchas, y súmalos en tu argumentación. Recuerda: no hay una sola verdad; hay tantas verdades como visiones de cada uno.
Prepara y avala tus argumentos
Un error frecuente es acudir en estado de ebullición a una discusión con el superior. Por más que pienses que necesitas “decirlo todo”, necesitas tener la información que sustente tu reclamo. Mejor aun es que, por cada situación a resolver, lleves al menos 3 soluciones. Esto te dará una gran ventaja competitiva, y abrirá un mundo de opciones frente a frente.
Mantén la calma
Es difícil lograr acuerdos cuando estás fuera de equilibrio. Respira y prepárate interiormente para mantener esta conversación difícil, al igual que lo harías cuando tienes algo similar en el plano personal.
Observa el lenguaje corporal (de ambos)
El cuerpo habla, y las emociones se expresan a través de él. Conviértete en un buen detective de la tensión y los músculos rígidos, el tono de voz, los gestos contenidos o muy ampulosos. Todo esto permite que, tanto en ti como en tu jefe, detectes dónde puedes mejorar desde lo corporal.
Calibra la conversación
Significa que harás paso a paso todos los ajustes necesarios para que el intercambio fluya. Por ejemplo, puedes adoptar suavemente algún rasgo de la postura corporal, no imitando directamente, sino acompasando (yendo al compás del otro). Verifica al mirar directo a los ojos cómo se expresan las pupilas. ¿Qué ves allí? ¿Qué observas en ti mismo?
Haz preguntas resolutivas
Sin necesidad de apurar el trámite, es fundamental que chequees más información de la que, de antemano, tu tienes. Por lo menos cada dos minutos intercala preguntas pro positivas que vayan hacia el futuro y apuesten a resolver las cosas.
Arriba a pequeños acuerdos
Si bien considerarás que te gustaría un resultado global desde tu perspectiva, es fundamental que logres pequeños acuerdos paso a paso, por mínimos que sean. Cuando sea tu turno de expresarte, deja en claro lo que acaban de acordar para ver si has entendido bien. Ofrécele, incluso, redactar un memorándum interno para dejar eso por escrito entre ambos.
Recapitula intercambios claves
Si has tenido una discusión compleja con muchas aristas, es necesario frenar cada cinco minutos aproximadamente, ir hacia atrás ese tiempo y focalizarte sólo en los resultados positivos obtenidos, por mínimos que resulten. Esto sirve para traer a la consciencia de ambos que hay disposición a mejorar el curso de las cosas.
Divide la conversación por tramos
Cuando debas abordar más de un tema, o se deriven situaciones inesperadas, divide todo en partes; no intentes abarcar todo en cinco minutos.
No traigas temas del pasado
Si bien puede haber un marco de referencia anterior, es importante que te focalices en lo que hoy están discutiendo. No sirve retrotraerse a situaciones de enojo de tiempo atrás, porque te quita energía para estar presente y proyectar hacia el futuro.
Enfócate en la solución
En sintonía con lo anterior, no vayas sólo con problemas, sino con soluciones concretas; presenta tu visión sobre cómo implementarlo; no hagas un rosario de quejas, sino de oportunidades que se abren
No seas engreído
Un punto crítico es cuando interfiere tu ego. Como no podrás controlar el ego del otro, al menos hazlo con el tuyo. Mantenlo equilibrado y controlado; no es necesario que seas soberbio ni engreído frente a tu jefe. Después de todo, es tu superior, y eso, de momento, quizás no cambie. Entrena tu humildad y disposición para las soluciones, no para complejizar los asuntos -que es lo que hace más del 80% de las personas-
Prepárate para un resultado adverso
Como puede que no todo salga como esperas, prepara escenarios alternativos. Podrás reconvenir una nueva reunión; probar un tiempo con los acuerdos del momento, y, a futuro, retomar los otros, o cualquier otra fórmula que muestre tu flexibilidad y disposición para llevar a buen puerto las discusiones.
Para terminar, haz un acuerdo de confidencialidad con tu jefe si es necesario y cúmplelo de tu lado a rajatabla. Esto habla muy bien de ti, porque ya sabes lo que sucede cuando ven a alguien discutiendo con el superior: todo el mundo quiere estar al tanto; y quizás no sea lo más conveniente en estos casos.