En el VIII Simposio de Neurociencias organizado por Fleni en Buenos Aires la doctora Deborah Gustafson, investigadora del Centro Médico Dowstate, de la Universidad Estatal de Nueva York, dijo que los principales factores de riesgo para el corazón son los mismos que para el cerebro: la obesidad, el sobrepeso y la inactividad física. Ramón Leiguarda, presidente de Fleni, recomendó el ejercicio físico y mental. Mantenerse intelectualmente activo produce una reserva cognitiva que controla el avance de la enfermedad mental.
Las neuronas sanas neutralizan a las enfermas. No se han detectado casos de Alzheimer en ajedrecistas famosos. Un estilo de vida saludable, que se recomienda para el cuidado del corazón, también contribuye para lograr la salud cognitiva.
Los médicos cuando se reúnen con colegas de otras áreas amplían y potencian su mirada. Sin embargo son especialistas y están condicionados por el martillo de su saber que los induce a mirar siempre el clavo.
Pascal: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Hoy que las conocemos habría que humanizar las soluciones médicas educando al cerebro y al corazón en el marco de la teoría de las inteligencias múltiples. El error del voluntarismo es creer que la información es la que genera la sabiduría, pero ésta depende de la combinación estratégica del conocimiento con la experiencia.
Si bien es válido decirle “no” a la obesidad y al sedentarismo, lo que hay que lograr es que el “sí” sea más fuerte que el no, optimizando la asociación cerebro-corazón con la brújula del autoconocimiento. Pero la sociedad de consumo incentiva al radar de nuestras “neuronas espejo” para que imiten a los ricos y famosos.
Primero el corazón. Las emociones del corazón son más veloces que las razones del cerebro, su campo electromagnético es más potente y decide antes que el cerebro se entere. El corazón posee un sistema nervioso autónomo que aprende y recuerda. Los proyectos magnéticos pueden darle inteligencia a la pasión y alejarnos del triste destino de durar. El poder interior y el estado de flujo mejoran el rendimiento físico, emocional y mental; cuando armonizan el querer del corazón con la eficacia del cerebro.
Por ese palpitar. En latir del corazón influye sobre el pensamiento y si las razones del cerebro se asocian con sus emociones positivas se genera un estado de coherencia que mejora el aprendizaje y la salud, armonizando la presión, el ritmo respiratorio y cardíaco y las ondas cerebrales.
El entrenamiento asociativo se logra activando el cuerpo calloso. Este puente que une los dos hemisferios cerebrales -es el haz de fibras nerviosas más extenso del cerebro- y su función es comunicarlos para que trabajen en forma complementaria, sintonizando el cerebro frío con el corazón caliente.
Einstein donó su cerebro a la humanidad. Al estudiarlo se comprobó que su cerebro no era la computadora biológica de un genio y que su punto fuerte era la conectividad. Su cerebro pesaba 1.5 kilogramos, lo mismo que un cerebro común, no valía por su peso o por su calidad de origen sino por cómo lo hacía funcionar. La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para autoformatearse con la actividad que realiza.
Einstein fue un maestro de la conexión. Sus frases: «nunca descubrí nada con mi hemisferio racional”, “la imaginación es más importante que el conocimiento”, “el arte llega a las verdades más profundas por el camino más sencillo», demuestran que practicaba una alianza estratégica entre el corazón y el cerebro, entre el arte y la ciencia.
Los métodos de Einstein están hoy al alcance de todos los que quieran profundizar el camino de su crecimiento personal. La PNL ( programación neuro lingüística), la MI ( metodología intelectual) y el Coaching facilitan alcanzar las metas. Pero lo prioritario es el rumbo: “No hay vientos favorables para el que no sabe a dónde quiere llegar”.
Dr.Horacio Krell. CEO de ILVEM [email protected]