La National Football League (NFL) de fútbol americano, organizó la final del Super Bowl en el estadio Cowboys de Dallas, el más lujoso del mundo, cuyo costo fue 1200 millones de dólares y posee una capacidad para 103.000 espectadores. Los Empacadores de Green Bay, que resultaron campeones, son el antimodelo ante la creciente privatización del deporte profesional, ya que sus dueños son los ciudadanos del estado de Wisconsin.
En sentido opuesto el club privado el Washington Redskins había demandado en 2009 a una abuela de 72 años, antigua simpatizante del equipo, porque no pudo pagar el abono.
En 1919 empleados de la Indian Packaging Company, crearon el equipo campeón que casi fue a la quiebra en 1923. 100.000 hinchas pusieron dinero para evitarla. Desde entonces logró 13 títulos. Jamás habría ganado el Super Bowl sin el apoyo de la gente.
Sus jugadores salieron en defensa de los trabajadores ahora que el gobernador Scott Walker -que declaró a febrero «el mes de los Empacadores»- quiere imponer un recorte de salarios. Es curioso qué el equipo campeón de la NFL no tiene fines de lucro y que trabajadores con salarios recortados financien los contratos millonarios de los jugadores.
El fútbol como modelo empresarial. El fútbol 11 como el fútbol americano emplea a jugadores ricos. Nadie conoce a los trabajadores de las empresas, pero los futbolistas son estrellas ¿En qué se diferencia un trabajador del fútbol del que trabaja en una empresa?
Un jugador debe tener condiciones físicas y técnicas y debe tomar decisiones propias sujetas a su intuición. Los asalariados actúan según instrucciones de sus jefes.
Los jugadores entrenan para mejorar la coordinación, en las empresas se supone que todo es cuestión de que cada uno haga bien su tarea. En el fútbol se reconoce al que trabaja en equipo, como al que ayuda para que su compañero haga el gol.
Cuando un jugador es transferido debe reemplazarse por otro que aporte resultados similares, en las empresas un trabajador puede ser reemplazado por cualquier otro. Los jugadores son los vendedores del club, si ganan consiguen mejores sponsors y más se cotizan. El empleado medio no suele interesarse en las ganancias de la empresa.
Escuela de fútbol. El jugador aprende jugando y es evaluado por sus resultados, el trabajador fue antes un estudiante que aprendió en el aula. Al jugador no se le pide un CV, ellos deben mostrar sus logros y colaborar con las otras estrellas del plantel. Los trabajadores se seleccionan según sus estudios previos y antecedentes reflejados en su CV.
El club tiene un sistema interno de reclutamiento en las divisiones inferiores, allí se crece practicando. El trabajador proviene de escuelas donde lee, memoriza y repite textos.
El entrenador del futbolista fue jugador, así que conoce el trabajo por haberlo realizado. Los jefes de las empresas suelen no saber hacer lo que sus empleados realizan.
El jugador no tiene clases teóricas, practica todo el tiempo, el estudiante simula en el aula el trabajo que deberá realizar.Mientras que los chicos del fútbol desean quedarse en el club y llegar a primera división, los estudiantes ven su futuro lejos de la escuela.
El error del sistema educativo es creer que la vida es una gran escuela y que, para que todo salga bien, hay que saber cada vez más. Para el estudiante la universidad es un trampolín al trabajo y las empresas esperan de ellas profesionales que sepan hacer su trabajo.
El jugador aprende siempre, tiene feedback directo con la realidad y ensaya variantes que luego pone a prueba. En la escuela sólo hay que tener buenas notas para aprobar.
En el fútbol se piensa en el equipo, en la escuela uno compite con los demás alumnos.
No se pueden practicar deportes de equipo sin desplegar habilidades de colaboración, comunicación, toma de decisiones, liderazgo y resolución de problemas.
La clave es que el jugador trabaja en lo que le gusta, ¿cuántos empleados pueden decir lo mismo? La actitud del jugador tiene un peso fundamental. Lo que afecta el rendimiento es la condición anímica. Si los jugadores no colaboran, el equipo no funciona por más buenos que sean. En el futbol, muy pocos equipos triunfan, por eso aprenden también de la derrota.
Un equipo es impensable sin una visión compartida con valores y reglas para alcanzarla. Todos conocen el objetivo y su rol. Pocas empresas pueden decir lo mismo. Lograr el alineamiento con los objetivos empresarios es el anhelo frustrado de muchos directivos.
Terminado un partido se analiza lo ocurrido para reforzar la conducta deseada y corregir errores. Cada jugador conoce de primera mano cómo va todo y puede expresarse libremente. Se lleva un registro de las estadísticas en entrenamientos y partidos, el tipo de alimentación, el estado físico, y todo lo que permita evaluar su rendimiento.
La competencia. En el fútbol gana el equipo que marca más goles, a mayor posesión de la pelota mayor es la probabilidad de ganar. Un equipo triunfador tiene mentalidad ganadora. El que juega al contraataque depende del azar. El prototipo de la cultura ganadora es el Barcelona español, otros tienen buenos jugadores pero no pueden o no se animan a jugar.
Los que juegan, se divierten y construyen. En muchas empresas la tarea es rutinaria.
La mente tiene que independizarse de las piernas. Los automatismos individuales y colectivos liberan al cerebro para aplicar conocimientos y destrezas a crear jugadas que terminan en gol. En un trabajo rutinario es poco habitual que un trabajador genere ideas.
La creación implica saber variar ante un obstáculo, también la incertidumbre ante el contexto y el rival. El tercer aspecto es la capacidad de anticiparse para llegar primero.
La identidad. Es necesario armonizar la identidad individual (cada cual con la suya) y la identidad colectiva (común para todos). Es tan malo que la identidad colectiva sea débil por falta de cohesión, como que aplaste la identidad individual. La armonía está en un punto intermedio entre la anarquía y el totalitarismo. Un líder consigue que las personas actúen con la convicción de que ha comprendido. Un líder es alguien de quien se aprende.
Mientras que un jugador tiene cada semana un encuentro con los hinchas que lo alientan o critican y los medios están pendientes de él, los trabajadores reciben tan solo un feedback indirecto de sus jefes o de los consumidores que demandan los productos de la empresa.
Cerebro individual y cerebro social. El cerebro participa en la supervivencia al anticipar la incertidumbre. Como el corazón necesita sangre para funcionar, el cerebro precisa desafíos. Si todo es previsible, el cerebro no tiene estímulos. Pero si la incertidumbre es excesiva y nada es previsible, se frustra porque no resuelve lo que no puede anticipar.
El goce intelectual incluye indicios de anticipación y episodios para la sorpresa. Un equipo es una empresa humana y, como tal, su grandeza depende de los seres que la integran.
Sin el apoyo de la tecnología es difícil concretar los objetivos. El futbol es, ante todo, un negocio y por esa razón atrae dinero y egos. Un equipo es un modelo de organización del conocimiento que tarde o temprano muchas empresas terminarán imitando.
Es difícil reunir en una persona las funciones claves del cerebro. El que logra el equilibrio compensa sus debilidades asociándose con cerebros complementarios. Es la esencia del trabajo en equipo. El líder debe reunir la diversidad y el mérito sin rodearse de amigos.
Los equipos de alta competición tienen creativos que aportan las ideas, analíticos que eligen las mejores, innovadores que las concretas, estabilizadores que generan la rutina y armonizadores con el contexto. La calidad bien entendida empieza por conocerse. La sinergia positiva armoniza las partes con el todo, creando un poderoso cerebro social.
La actitud es lo que cuenta. El intelectual trabaja con conceptos, el hombre de acción con personas. El creador innovador le da forma a la ideas, es un cre-actor entre dos mundos. Jefe y empleado miran distinto, pero la empresa se debe a su cliente. Un señor pide un trago, no le gusta, recién el 3ro lo satisface ¿Por qué el barman no lo hizo bien de entrada?
La actitud es un intangible esquivo, escurridizo y esencial. Sólo a 1 de cada 5 lo apasiona su trabajo. No siente la sensación de desafío ni obtiene feedback por lo que hace.
Si algo te gusta lo practicas y así lo perfeccionas. La escuela no halló tu vocación ni te enseñó a concretarla. Sólo aprendiste a rendir exámenes y a graduarte. Lo que necesitas es un cerebro pensante, libertad y menos jerarquías. Hay que gestar otra actitud que evite personas reactivas, temerosas, pasivas, a las que el jefe les indique lo qué deben hacer. Confucio dijo: «elige un trabajo que ames y no trabajarás un solo día de tu vida». Sé feliz.
Dr. Horacio Krell. Ceo de Ilvem, consultas a [email protected]