Leo Piccioli, una de las voces más influyentes en el ecosistema empresarial y emprendedor de habla hispana, reflexiona sobre las enseñanzas que el 2020 dejó para los líderes.
Tengo una hipótesis que no te va a gustar: según estudios, del total de horas que “nos pagan” las empresas, trabajamos menos del 70%. En otras palabras, el 30% del tiempo no producimos. A eso podemos sumarle que la mayoría de las empresas tienen oportunidades de ahorro que no persiguen por “cuidar a la gente” (inversiones en tecnología que generarían desvinculaciones, por ejemplo). Entonces, llegamos a la conclusión de que, aún si el 50% de los que trabajan en empresas dejan de hacerlo, las compañías seguirán funcionando bien, sin registrar ningún sufrimiento. Se acomodarán un poco, redistribuirán las tareas, dolerá a corto plazo, pero la eficiencia será enorme. Sí, ya sé, es horrible lo que escribo.
A veces analizar lo que no queremos analizar es lo que más poder nos da.
Si esto que describo fuera verdad, luego de un período “de transición”, quedarían organizaciones terriblemente eficientes, cercanas al cliente, capaces de adaptarse a cualquier cambio mucho más rápido, sin oficinas, con altos estándares éticos, muy buenos salarios y otras cosas maravillosas. Y, por supuesto, también se sumaría un tendal de desempleados que no leyeron nunca este artículo, por lo que no se prepararon.
Soñar siempre con lo mejor, prepararse siempre para lo peor.
Si esta hipótesis fuera verdad, ¿qué harías? ¿Qué recomendarías a tus amigos? ¿Tenés claro “de qué lado” estarías?
Esa hipótesis que no querés escuchar es la hipótesis que debés escuchar.
Poco antes de comenzada la pandemia había escrito las líneas anteriores como disparador o, tal vez, despertador. Hoy, con algunas vacunas acercando el fin de esta crisis, creo que estamos más despiertos y debemos consolidar todo lo que aprendimos.
Cambiemos como si estuviéramos siempre en pandemia.
Volviendo a la hipótesis inicial, ser víctima o protagonista del cambio está en manos de cada uno. Para eso, comparto estas diez lecciones que resumen lo logrado y, tal vez, se conviertan en mandamientos para el futuro:
- Podemos hacer en un mes lo que pensábamos que demoraba al menos doce. De repente, el ecommerce se disparó, automatizamos lo que teníamos que automatizar, lanzamos productos a una velocidad nunca antes pensada y, también así de rápido, eliminamos otros. Cuando estamos todos alineados en una organización, hasta los zombies se despiertan.
- Sobrerreaccionar es mejor que subrreaccionar (sí, ya sé que la RAE todavía no la incorporó pero estarás de acuerdo en que es injusto). Muchos nos hicimos los distraídos (“es una gripe”, “tomemos un té”, “cerremos el restaurante unos días”) y salimos perdiendo. Los que actuaron como si el problema fuera peor de lo que parecía, en general, terminaron mucho mejor parados. Otra vez, el corto plazo (no reaccionar es cómodo) versus el largo (cambiar es difícil, pero nos hace bien), que separa a quienes son víctimas (“maldita pandemia”) y protagonistas (“aproveché para…”). Pensar en el largo plazo y actuar en el corto.
- ¿No te dijeron lo de los huevos? Esa tienda de ropa que por años dijo “debería hacer un sitio” tuvo que salir corriendo a implementarlo, pero ya era tarde. La que aplicó la teoría del portfolio a su negocio, diversificando al menos un poco la venta o la producción, tuvo más éxito. Lo mismo pasó con ese empleado de un cine que tenía, en paralelo, un negocio de venta de milanesas o una consultora de economía. No pongas todos los huevos, ni todo tu tiempo, en la misma canasta.
- No necesitábamos tanto brócoli como creíamos. Ni tanto de nada. Sin decidirlo, nuestros hábitos de compra cambiaron. Dejamos de adquirir tantos zapatos y lápiz labial y todos nos suscribimos a Netflix, Amazon o Disney+. Hasta dejamos de comprar pan por unas semanas para hacerlo en casa. Trasvasemos esa ansiedad que tenemos y no necesitamos a las empresas que no la tienen y la necesitan.
- Tercerizar a veces es muy fácil, tanto que lo hacemos sin darnos cuenta. De repente nos cansamos del pan de masa madre o del yogur casero y volvimos al supermercado. Ahí entendimos que cualquier compra que hacemos es una tercerización, un hábito que tenemos y debemos incorporar, más y más, a nuestros empleos y emprendimientos. Tercerizar como hábito nos hace más potentes y eficientes.
- “El ojo del amo engorda al ganado”, dijo Osvaldo, supervisor de call center, en enero de 2020. Jamás admitirá su error, pero hoy está feliz, supervisando a su equipo remotamente, deseando que no lo obliguen a volver a las oficinas. Tal vez en treinta años esa pata de pollo que dejó en el microondas en aquel momento (sí, fue él) sea hallada por unas exploradoras. Nunca digas nunca, revisá todos los dichos que aprendiste y nunca (sí, ya sé; acabo de decir que no lo usemos más) te rías de los demás, aunque estés en el año 2003 paseando por Europa y veas orientales usando un tapabocas en la Fontana di Trevi.
- Así como las oficinas pueden desaparecer, los horarios también. ¿Sabiendo que 50% del tiempo no agregamos valor, qué hacemos: exigimos que todos “estén” (y con la cámara prendida) o nos enfocamos en resultados a corto y largo plazo, aporte a la Misión de la organización o cumplimiento de objetivos? Tal vez sea hora de aprender del más vago (un tema que esbocé en Ni se te ocurra aprender a programar, pero que quiero profundizar en 2021).
- Tu negocio puede quebrar, aunque te parezca genial, y tu contrato por tiempo indeterminado no es eterno sino in-de-ter-mi-na-do. Podés preguntarle al último gerente que ingresó a Blockbuster si su contrato era parecido al tuyo. Tenemos que trabajar día a día dando el 1% más para seguir siendo protagonistas -y estando vigentes. Dejemos de buscar una ilusión de seguridad que solo nos hace daño.
- La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. Después de siglos de un liderazgo empírico, basado en hábitos, costumbres y sentido común, el avance de la ciencia (y el Excel) nos llevaron a creer ciegamente en un liderazgo científico (basado en estudios y experimentos). El problema es que el liderazgo está en el medio: tiene algo de arte y algo de ciencia. En el paso del líder guerrero al líder empáticocasi nos confundimos y nos quedamos en “el líder algorítmico”.
- Como líderes tuvimos que cambiar. Los más exitosos fueron los que se enfocaron en la misión que tenían (ellos o sus organizaciones) y, con buena comunicación, corrieron riesgos en lugar de quedarse en la seguridad del plan. Te pagan por elegir los riesgos a correr, no por no correr ninguno.
Durante todo 2020 nos bombardearon con volver a la normalidad con rezos, breaking news y plegarias… Deseábamos volver a 2019 sabiendo que era imposible.
La normalidad se terminó.
Las cosas nunca volverán a la normalidad, porque el cambio tecnológico, justamente, la modifica. Una y otra vez, y cada vez más rápido. Un buen líder no tiene que olvidarse de eso. El buen líder mira para atrás para aprender y para adelante para imaginar el camino.
El líder del siglo XXI es humilde para saber que no sabe, curioso para aprender y sereno para entender que la nueva estabilidad es estabilidad en movimiento.