Quizás tengas dudas respecto a saber si eres el cabecilla que guía a tu equipo laboral, aunque estas inquietudes deben ser evaluadas por unas sencillas preguntas que tú mismo te harás. Bien es sabido que no todos nacen con capacidades de liderazgo, pero pueden desarrollarse en un futuro. Tu capacidad de inspiración e influencia de líder en el trabajo puede medirse, ¿cómo? Contesta a esto…
¿Quiero realmente ser el líder? Quizás tengas madera aunque es posible que por circunstancias concretas no te interese. Antes de obsesionarte con llevar el mando, pregúntate si estás realmente interesado.
¿Estoy preparado para asumir la responsabilidad de un líder? Debes de tener en cuenta de que la gente va a copiar tu trabajo e imitarte, lo que puede llegar a gustarte o no. La agenda del líder va a influenciar al resto de forma notoria.
¿Entiendo las consecuencias de ser líder? Aquí distinguimos dos tipos de mandamases; el resonante, que maneja a la perfección la inteligencia emocional y el disonante, que es autocrático. Elegir un modelo puede ser el factor de éxito o fracaso laboral de toda la empresa.
¿Tengo una visión clara? Para ser líder hay que tener la capacidad de arriesgar sin miedo. Para ello, has de tener muy en mente tus metas y cometidos –y transferirlos al resto-.
¿Soy alguien útil para mi equipo? Eso lo sabrás cuando eres ofertable, te motivas y valoras las cosas buenas del grupo. A veces un líder trae más quebraderos que alegrías.
¿Tengo equilibrio emocional? Tendrás que encontrar un punto medio entre ser duro y saber escuchar cada situación de manera individual. Ser taxativo es bueno pero, ¿eres empático?
¿Por qué me sigue la gente? Por último has de saber que para ser seguido y sentirte un líder no es necesario que tengas poder o autoridad. Puedes ser un líder y trabajar en un puesto medio pero influir al resto de tus compañeros. Si te siguen es por un factor personal que guardas, no por tu cargo o jerarquía en la empresa.
Christian Rodríguez
fuente: Forbes