Los profesores John Rogers de la Universidad de Illinois e Igor Efimov de la Universidad de Washington han desarrollado una revolución en el tratamiento cardíaco gracias a una malla plástica con compontes metálicos, una impresora 3D y un smartphone con la intención de salvar vidas y llevar un paso más allá la evolución del marcapasos.
Actualmente los marcapasos cuentan con datos recopilados por dos o tres electrodos, sin embargo, con el nuevo sistema inventado por estos médicos se amplía más de 30, pudiendo captar así mayor información, ser más precisos en los impulsos eléctricos y, además, ocupando un menor espacio dentro del cuerpo del paciente.
Según detalla la revista Wired el nuevo sistema revolucionario para las enfermedades del corazón consiste en la implantación de una malla de plástico biomédica en la que se incorpora una serie de sensores que permiten obtener más información del corazón y poder así realizar una mejor respuesta. Esta malla cuenta con la particularidad de que se pone alrededor del corazón, con lo cual se hace a medida para cada paciente.
Para realizar la malla se realiza un escaneado geométrico del corazón del paciente que permite realizar una copia exacta del órgano a través de una impresora 3D. Con el molde impreso se fabrica la citada malla, a la que se le incorporan una treintena de puntos de contacto con el que «se combinan algoritmos para detectar problemas cardíacos, proporcionar una visión en alta definición de la actividad del corazón y aplicar ajustes más finamente dirigidos», explican los doctores a la publicación.
Impulsos más pequeños, pero más precisos
Este gran número de electrodos lleva a que los pacientes reciban una dosis mejor medida de impulsos eléctricos en el corazón, «se puede imaginar que actualmente no es agradable recibir una descarga de 1.000 voltios», comenta Efimov a Wired, quien argumenta que el nuevo sistema administra los impulsos haciendo que éstos sean más precisos y pequeños gracias a los datos constantemente recibidos.
Y es que la revolucionaria malla cuenta con un emparejamiento de los sensores con los smartphones que son procesados por un complejo sistema informático, pero que permite a los médicos y pacientes realizar un seguimiento del órgano en tiempo real.
Proceso de fabricación del dispositivo. ‘Imagen: U. de Illinois y U. Washington.
Autonomía y seguridad
La idea de Efimov y Rogers es que el dispositivo cuente con un sistema de autorrecarga de la batería gracias al movimiento del propio corazón, sin embargo, también barajan con la posibilidad de que se implemente un sistema de inducción que permitan cargarlo desde fuera.
Sin embargo, éste es uno de los principales retos, lo que hace que el avance tarde unos «10 o 15 años» en ver la luz de forma segura ya que «los materiales tienen que ser probados desde una perspectiva mecánica y funcional. Los marcapasos y otros dispositivos médicos implantables deben durar una década o más y una amplia investigación biocompatibilidad».
Efimov asegura que «las grandes empresas tecnológicas acabarán entrando en este tipo de mercado», ya que, «los wearables son noticia hoy pero los implantables serán la moda en el futuro».
De momento, el futurista dispositivo se está probando con corazones de animales a los que se les mantiene latiendo fuera del cuerpo en una solución salina y rica en oxígeno, como se puede ver en el siguiente vídeo.
Fuente: El Economista