¿Qué hacen varias personas trabajando en el salón de una casa que no pertenece a ninguno de ellos? Es el ‘ofihogar’, un movimiento cooperativo que es la última moda entre los emprendedores escandinavos, en la búsqueda por encontrar la mayor eficiencia laboral posible. En definitiva, otra vuelta de tuerca al modelo de coworking.
El Hoffice (como se llama originalmente el movimiento, en inglés) es la creación de un psicólogo sueco llamado Christofer Franzen, que estudia cómo puede la gente trabajar de una manera más productiva y eficiente. Contó con la colaboración de un amigo consultor de 52 años, Gosta Tingstrom, que no tenía oficina, y que se reunió con otros amigos para trabajar en una ‘ofihogar’ de forma gratuita.
Durante un año la ofihogar se mantuvo como un experimento, hasta que el pasado otoño empezaron a aparecer extraños para sumarse al proyecto. La mayoría lo conocieron a través del boca a boca, y algunos hasta querían crear sus propios ofihogares. En la actualidad el movimiento cuenta con 13 grupos, repartidos en países como Canadá, Dinamarca o Francia, y hay algunos previstos en China o Turquía.
Como una sala de estudio
Los cofundadores enseñan que cada ofihogar debe seguir una serie de principios orientados a multiplicar la productividad. En concreto, los miembros, que nunca pueden ser más de 10, deben trabajar de 9 a 5, en periodos de 45 minutos, con 15 de descanso entre ellos. Ese pequeño recreo debe servir para relajarse, jugar o salir a hacer algo de ejercicio al aire libre. Son muchos los estudios que demuestran que trabajar en periodos cortos de tiempo es más eficiente.
Antes de cada sesión de 45 minutos de trabajo, los profesionales deben contar al resto de la sala lo que esperan lograr: terminar un excel, localizar un posible cliente, etc. Al finalizar deben confesar si lo lograron o no. «Creemos que eso les hace más comprometidos con su tarea», explica Tingstrom. Además, durante el proceso, si el objetivo es demasiado elevado, el resto del ofihogar puede hacerle llegar a uno más realista. A media jornada, todos toman un descanso de una hora para comer. El anfitrión se cobra lo que gaste en el supermercado, que hasta ahora es lo único que se paga. Por ahora todos los ofihogares son el lugar de residencia de alguien.
«Es como una gran sala de estudio, pero sin el maestro al lado», explica Teresa Amabile, directora de investigación en Hardvard Business School, que estudia este tipo de trabajo. «Nunca había oido hablar de este concepto, pero es fascinante».
La mayoría de personas que recurren a una ofihogar son autónomos. Algunos acaban de empezar con sus nuevas empresas, a la espera de tener su propia oficina, mientras que otros son profesionales independientes que están cansados de trabajar desde su casa.
Fuente: El Economista