Crowfunding, P2P, business angels, VC, incubadoras, aceleradoras, bancos, etc.; son la meca de todo emprendedor en sus inicios. A veces parece que la financiación está cercana, pero en realidad suele estar más lejos de lo que parece. Sin embargo, por más que el acceso al capital se amplíe y simplifique, la principal fuente de recursos siguen siendo las «3 F»: friends, fools and family (amigos, tontos y familia)
Son la fuente de capital inicial para la mayoría de los emprendedores que piensan lanzar un negocio y tal como afirma el comparador español HelpMyCash.com; es el paso más lógico al iniciar la búsqueda de financiación, ya que se trata del entorno más cercano.
Tiene lógica que los amigos y la familia aporten al negocio ya que comparten un vínculo emocional y afectivo con el emprendedor, los tontos, en cambio, pueden no conocer previamente al emprendedor, sino ser simplemente personas que por alguna razón han coincidido con el fundador de la empresa y que han decidido apostar por el proyecto.
Las ventajas de los FFF
Los amigos y la familia, al ser el entorno más cercano del emprendedor y tener una relación emocional con él, suelen ser más fáciles de convencer de la idoneidad del proyecto que los prestamistas privados. Además, al haber una vinculación afectiva, hacerles ver lo necesario de su participación en el proyecto aportando capital será mucho más fácil.
Respecto a los inversores inexpertos, los “locos”, al no ser inversores profesionales, exigirán menos contrapartidas a la hora de invertir en el negocio y los contratos serán más laxos.
Y sus inconvenientes
Para empezar, al no ser empresas privadas especializadas en conceder financiación, el capital que podrán aportar no será muy elevado. Si la inversión necesaria para emprender no es muy alta, amigos y familiares pueden ser una alternativa adecuada, pero si se necesita un capital abultado, es probable que éstos solo puedan aportar una parte. En ese caso, amigos y familiares pueden actuar no tanto como fuente de financiación sino como garantía para que la empresa privada conceda un préstamo, siempre conociendo y analizando los riesgos que supone avalar una operación de este calibre.
En segundo lugar y no menos importante, implicar a amigos y familiares en un negocio que está en vías de desarrollo y que no se sabe cómo marchará es probable que genere presiones personales e, incluso, ciertos enfrentamientos. Aceptar una ayuda de este tipo supone una gran presión porque la otra parte no es una persona desconocida, sino alguien de nuestro entorno y fallarle no implica únicamente problemas legales y deudas, sino enfrentamientos personales.
Además, hay que tener en cuenta que si alguien decide aportar dinero, también puede querer formar parte del negocio. Al principio puede parecer una idea atractiva, pero cabe la posibilidad de que en el futuro, cuando el negocio funcione, sea difícil “deshacerse” de él y suponga un inconveniente en el buen desarrollo de las actividades de la empresa.
Por último y más en relación con la última de las “tres efes”, los tontos, su falta de profesionalidad y de experiencia en el sector de la inversión no nos traerán los beneficios que sí podrían aportarnos un grupo de inversores experimentados, como puedan ser recomendaciones, contactos, futuras aportaciones de capital y experiencia.
En definitiva, amigos, familiares y tontos son un recurso a tener en cuenta, pero antes de lanzarse hay que analizar los pros y los contras de recurrir al entorno más cercano y a esos “locos” que apuestan por un negocio sin experiencia previa.