«Soy por naturaleza un destructor de monopolios». Así se define Travis Kalanick, el CEO de Uber, la polémica aplicación que pone en contacto a conductores con pasajeros. El perfil de Kalanick (39 años) encaja a la perfección en el manual de emprendedor estadounidense: genio precoz que montó con 18 años su primer negocio y abandonó los estudios de informática para dedicarse de lleno a su aventura empresarial. Con 31 años ya tenía US$ 19 millones en el bolsillo tras vender su empresa de intercambio de archivos Red Swoosh. Hace cinco años, tras un largo viaje en el que recorrió medio mundo, creó Uber junto a otros socios.
Uber es hoy la empresa que no cotiza en bolsa con la valoración más alta del mundo: US$ 51.000 millones.
Es considerado por muchos como la pesadilla de los taxistas. Su base de operaciones no para de crecer, con presencia en 300 ciudades de más de 50 países –a los que recientemente se sumó Uruguay– y más de 8 millones de usuarios. Francia es uno de los países de los que prefirió retirarse. La paradoja es que, al mismo tiempo que el presidente Francois Hollande exigía hace unos meses la «disolución» de la compañía, al otro lado del Atlántico, Uber cerraba una ronda de financiación por US$ 1.500 millones.
Inicios
A finales de 2008, junto con otros emprendedores, creó UberCab, destinada a que ejecutivos pudieran disponer de un lujoso vehículo con chofer. Era más caro que un taxi y la idea fuerza consistía en la simpleza. «Estaba en París con mi socio y no podíamos encontrar un taxi. Quisimos tener la capacidad de apretar un botón y que alguien nos llevara. Así de simple», recordó al español ABC en una entrevista concedida el año pasado.
Lo cierto es que con Uber, Kalanick y su equipo se reúnen permanentemente con autoridades, y se enfrentan con gremios de taxistas y regulaciones (o su ausencia). Uno de las tantas críticas señala que los denominados socios-conductores deberían pagar impuestos. «Todo el mundo debe pagar impuestos. El transporte tradicional es mayoritariamente un terreno de dinero en efectivo, y a menudo se pagan muy pocos impuestos por ello. Uber es todo digital, todo deja rastro. Los conductores deben pagar impuestos, no tienen otra opción. Lo que hace Uber es convertir una industria muy orientada al dinero en efectivo en una industria de pago digital y, por tanto, más controlable», argumentó Kalanick a ABC.
Comida y autos sin conductor
Uber también viene incursionando en el reparto de comida. Uno de los lugares donde está operativo este servicio es en España (en Barcelona) luego que la plataforma fuera excluida del transporte de pasajeros por decisión judicial.