Había una idea dando vueltas en el universo que decidió bajar a tierra. Eligió un corazón apasionado y un espíritu perseverante y a partir de ese día, te convertiste en un emprendedor.
Emprender es algo serio, aunque ya te conté que es imprescindible emprender como niños, por eso hay detalles que parecen pequeños pero que de mínimos no tienen nada.
Hay decenas de artículos en Emprendedores.News sobre la importancia de los planes de negocios, estrategias de marketing, ventas, pricing, comunicación, recursos humanos, Management, etc., por eso te voy a dejar esta vez, un único tip para tu emprendimiento y tiene que ver con el carácter y el genio.
Carácter no es tu buena o mala onda, tu mucha o poca paciencia; eso tiene que ver con tu buen o mal genio.
Buen carácter es voluntad firme, tenacidad inconmovible, fortaleza interior, capacidad para aceptar el fracaso y avanzar, entre otras cosas.
Maltrato, impaciencia, modos agresivos, palabras duras no son rasgos de carácter fuerte sino de mal genio. Aquí es donde quiero que te detengas un instante a analizarte instropectivamente. Si te das cuenta que el trato que tenés con tu equipo está más cercano al mal genio que al bueno, ya diste un primer gran paso al reconocerlo. El segundo es emprender los cambios necesarios para reconvertirlo.
Tal vez, el siguiente cuento te sirva para comprender la importancia del buen trato:
Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio.
Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el control tenía que clavar un clavo en la parte trasera de la puerta.
El primer día, el niño clavó 37 clavos en la puerta. Durante las siguientes semanas, como había aprendido a controlar su rabia, la cantidad de clavos comenzó a disminuir diariamente. Descubrió que eras más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos.
Le contó a su padre sobre ésto y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera controlarse sacara un clavo
Los días transcurrieron y el niño finalmente pudo contarle a su padre que había sacado todos los clavos
El padre tomó a su hijo de la mano, lo llevó hasta la puerta y le dijo:
– “Haz hecho bien, hijo mio, pero mira los hoyos en la puerta. La puerta nunca volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual que esta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí”
Por eso, querido emprendedor, pensá dos, tres, diez, cien, mil veces antes de hablar. La lengua deja heridas que pueden no cerrar e infectar tu emprendimiento.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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