Ser padre es una bendición; una de las razones para vivir más fuertes que encuentro a diario. Me encanta ser padre y disfruto también ver a otros padres en acción.
Pero yendo a lo nuestro, que es emprender, quiero tocar un punto sensible: Los errores que cometemos los padres en la crianza y educación de nuestros hijos y que pueden echar agua fría en el fuego emprendedor del chico.
No hay dudas que todo padre y madre con sentido común anhela lo mejor para sus hijos, tratan de darle la mejor educación posible y dotarlo de herramientas para salir al mundo adulto y transitarlo con éxito.
Yo soy un convencido de que todos nacemos con la capacidad de emprender pero esta capacidad es como un músculo que si no se ejercita y desarrolla se atrofia. Más aún, hace un tiempo escribí una editorial, “Emprender como niños”, que instaba a recuperar la capacidad natural de soñar, animarse, crear, etc.
Por eso, tratá de estar atento de no cometer estos errores que pueden atentar contra el espíritu emprendedor de tu hijo y enfriarlo hasta convertirlo en un esclavo de la frágil seguridad de un salario:
Tu hijo tiene fortalezas: reconócelas
Los padres solemos cometer el error de pretender que nuestros hijos se conviertan en el alumno modelo, con la creencia (equivocadísima) de que buenas notas son sinónimo de éxito futuro. Con esta pretensión ponemos en riesgo el talento creativo, la facilidad de de relacionarse, la conciencia ecológica, la conciencia corporal y hasta la inteligencia emocional del niño.
¿Ustedes quieren un alumno promedio pero con su potencial en proceso de anquilosamiento?
Tu hijo es único: se respetuoso de su individualidad
Todos en este planeta somos diferente y nacemos con talentos y habilidades personales; por eso cada uno también su propio destino.
Como padres, lo mejor que podemos hacer es ayudar a nuestros sus hijos a encontrar su camino.
Si lo que uno soñaba difiere de lo que el chico quiere, no lo cercenemos, critiquemos ni desmoralicemos. Mejor indaguemos un poco sobre la vida de seres que han dejado huella y verá que son muchos “los locos que escribieron la historia”.
No se la hagas fácil: deja que hagan las cosas por sí mismo
Un error muy común que cometemos con nuestros hijos es desligarlos de responsabilidades lo más que podamos, incluyendo los pequeños detalles de la cotidianeidad. Aunque la idea es protegerlos, solo estamos fomentando una incapacidad para enfrentar los retos diarios de la vida y una dependencia de terceros que puede ser nociva en corto plazo.
Asignarle responsabilidades es una caricia estimulante para el autoestima del niño (y una caja de sorpresas para los padres)
Permite que se equivoque
A ningún padre le gusta que su hijo se equivoque. Pocas cosas nos duelen más que ser testigos de su dolor por las consecuencias de sus decisiones (que nosotros consideramos como erróneas). Sin embargo, este un error letal para el emprendedor que todos llevamos dentro. No dejar que el niño tome decisiones, no permitir que se equivoque, coartarle la posibilidad de ser flexible y rectificar, y evitar que sufra consecuencias no es un acto de amor sino un generador de inseguridad, temor y rigidez.
Todos los emprendedores de éxito han necesitado saber tomar decisiones, equivocarse, modificar el rumbo y fracasar como parte de su camino al suceso.
Enseñale a amar el aprendizaje
Aprender no debería ser un camino forzado y lleno de presión. Si el chico crece padeciendo el estudio, probablemente crezca taponando una de las virtudes características del emprendedor: investigar y aprender por cuenta propia. Dejarlo estudiar lo que le gusta es un buen método para que el chico reemplace la obligación por el placer de estudiar.
Apoyalos. No con lo que quieras, sino con lo que necesitan
Nuestros hijos necesitan herramientas para el desarrollo de sus habilidades individuales. Usemos el sentido común y tratemos de darle aquellas que fomenten sus propias Fortalezas y no las que agranden sus Debilidades. A futuro, estarán más preparados para detectar las Oportunidades y las Amenazas
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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