Blockchain se ha convertido en un concepto de moda. Pero, ¿cómo va a evolucionar su aplicación en los negocios? ¿Y cuándo será una realidad cotidiana?
Trazar una analogía entre el desarrollo de internet y el de blockchain empieza a ser un clásico en todos los debates y congresos sobre economía digital. Si blockchain va a tener un impacto tan enorme como el que tiene internet desde hace unos veinte años, ¿en qué fase de desarrollo está? ¿Ha aparecido ya “el Google de blockchain” o estamos todavía en fase Netscape, el navegador que nació a finales de 1994? La duda se puede enunciar de forma más técnica: ¿Cuándo se va a generalizar blockchain, cuándo será una realidad cotidiana?
Para Jon Matonis, director y fundador de Bitcoin Foundation, primero tenemos que tener claro de qué blockchain estamos hablando. Al igual que en los años noventa del siglo pasado, recordó, ya existía internet y también las intranets privadas de las empresas, “que cerraban su entorno para protegerse del salvaje oeste”, hay que tener claro que el desarrollo de blockchain es distinto en las cadenas de bloques públicas y las privadas, en las que se necesita permiso de los ya miembros para operar. Matonis participó junto a otros expertos en el congreso MoneyConf, celebrado en Madrid.
En las cadenas de bloques públicas, explicó, ya hay usos generalizados: bitcoin, la moneda digital tecnológicamente basada en blockchain, se ha convertido, aseguró, en una divisa habitual para juegos para adultos y apuestas online.
“Es un indicio muy interesante, porque de ese negocio puede expandirse el uso a otros fácilmente”, explicó, citando el ejemplo de Paypal: “Mucha gente se enteró cuando salió a bolsa en 2002 de que el 70% de su volumen de negocio venía del ‘adult entertainment’ y las apuestas online”.
Matonis se atrevió a poner fecha para la generalización de las aplicaciones de blockchain en el sector financiero: 2020. Algunos grandes bancos, como BBVA, ya están avanzando con programas piloto, como este para hacer las transferencias de dinero entre España y México en cuestión de segundos.
Carlos Kuchkovshy, máximo responsable de tecnologia de New Digital Business en BBVA, explicó en el reciente evento Sharing Madrid que, para la banca, blockchain “significa dos grandes oportunidades: por un lado, la mejora de la eficiencia, con menores costes y una mejor experiencia del cliente, y por otro, aprovechar toda su vertiente disruptiva, como fuente de nuevos ingresos. En este segundo sentido, nos interesa especialmente todo lo relacionado con la economía colaborativa y el mundo del automóvil”.
En ese mismo congreso Daniel Díez, experto en blockchain de la consultora Everis, recalcó como la banca y la energía son los dos sectores más proactivos en la búsqueda de aplicaciones de la cadena de bloques, mientras que las operadores de telecomunicaciones y las aseguradoras tienen una actitud más reactiva.
Pistas de lo que está por venir
Además de programas piloto como el de BBVA, hay más indicios de que la aplicación masiva de blockchain es una realidad relativamente cercana. Matonis citó en MoneyConf la generalización de aplicaciones que usan blockchain… sin que sus usuarios sean siquiera conscientes, como Abra y Epiphyte. Ambas se dedican a las transacciones financieras transfronterizas.
Otros expertos consultados se mostraban algo más sombríos sobre la aplicación financiera de blockchain. Para Huy Nguyen Trieu, “lleva años y años aplicar algo así en el sistema financiero”.
Este experto, asesor de varios organismos internacionales y fundador de la consultora especializada en fintech The Disruptive Group, cree que existe el riesgo de soslayar el auténtico poder disruptivo de blockchain para convertirlo simplemente en una tecnología más.
Se trata de mejorar lo que ya funciona, pero la cadena de bloques también puede hacer funcionar lo que no lo hace del todo bien como, por ejemplo, la protección de los derechos de autor, la trazabilidad del transporte de alimentos y mercancías o el mercado de autogeneración de energía eléctrica. Las posibilidades son enormes, y el camino no ha hecho más que empezar.