Un hombre y su mujer van en auto desde Buenos Aires hasta Río de Janeiro. Luego de casi 24 horas en la ruta, están muy cansados como para continuar, por lo tanto deciden parar para tomar un descanso. Paran en un lindo hotel y toman un cuarto; sólo planean dormir un máximo de 4 horas y después seguir en camino.
Cuando hacen el check out, 4 horas después, el cajero les da una factura de u$s 350. El hombre demanda saber por qué el precio es tan alto; le dice al cajero que, por más sea un lindo hotel, los cuartos no valían para nada ese precio.
Cuando el cajero le dice que u$s 350 es la tarifa estándar, el hombre insiste en hablar con el gerente. El gerente aparece, y explica:
– Señor, este hotel tiene una pileta olímpica y un gran centro de conferencias, que estuvieron a su disposición.
– Pero… nosotros no los usamos.
– Bueno, pero están allí, y los pudieron haber usado. También estaban a su disposición los shows por los cuales este hotel es famoso.
– Pero nosotros no fuimos a ninguno de esos shows.
– Bueno, nosotros los tenemos, y usted los pudo haber visto.
Y así continúa con otra media docena de servicios disponibles.
Finalmente, el hombre se rinde y acepta pagar. Escribe un cheque y se lo da al gerente.
El gerente mira al cheque y se sorprende…
– Pero señor– dice el gerente– este cheque es de solo 50 dólares.
– Correcto – dice el hombre – le cobré a usted u$s 300 por acostarse con mi mujer.
– ¡Pero si yo no hice tal cosa!
– Bueno, mala suerte. Ella estaba aquí, disponible y usted pudo usarla.