La Ping Pong Door de Tobias Fränzel tiene un uso primario y más o menos atrayente y un buen puñado de usos secundarios que la hacen muy interesante.
El uso primario, por supuesto, es el de transformarse en un mesa de ping pong para echar una partida rápida. Los aficionados (entre los que, desgraciadamente, no me encuentro) sabrán valorar esta faceta en su justa medida.
Por otro lado, tenemos una puerta capaz de transformarse en una mesa con un solo movimiento, separando a dos personas en habitaciones diferentes. Eso nos lleva directamente a pensar en ella como una mesa supletoria de parejas cabreadas, una trampa para invitar a gente a casa y luego dejarlos en el umbral murmurando como zombis o, por supuesto, una superficie eficiente sobre la que practicar un sexo tan furioso como sorprendente que no puede esperar a la cama.
Mención aparte merecen aquellas personas que se esconden bajo la puerta cuando acaece un terremoto; nada más cómodo para ellas. Allí se pueden dejar sus bolsas de Doritos, los ceniceros, el cargador del móvil y demás elementos de supervivencia. Pocos usos mejores se pueden hacer de una puerta, la verdad.
http://youtu.be/rpl4pKzKGzM
fuente: No Puedo Creer