Imagínese que a un año de haber hecho una inversión, obtuvo un rendimiento del 12% en dólares. ¿Cómo se sentiría? Probablemente “bien” por ver crecer a sus inversiones. Pero, ¿qué hubiera pasado si un día antes, su compañero de trabajo le cuenta que él ganó un 18%? ¿Se sentiría igual de satisfecho con su 12%?
Charlie Munger, socio de Warren Buffett en Berkshire Hathaway, tiene un patrimonio de más de 1.200 millones de dólares, y es conocido por su filosofía en el mundo de las inversiones. Charlie dijo: “El secreto de la felicidad es mantener bajas tus expectativas… esto es, aquello contra lo que compramos nuestra experiencia. Si tus expectativas son muy altas, sólo te sentirás feliz cuando las cosas sean exquisitas, y probablemente nunca te sentirás feliz ni agradecido. Siempre habrá alguna falla. Pero si mides tu experiencia con bajas expectativas, encontrarás en el mundo mucho para disfrutar en cada pequeña cosa”.
Definitivamente, lo que Charlie dice tiene su fundamento. En el 2005, salió una edición de la Review of General Psychology en donde Sonja Lyubomirsky, Kennon Sheldon y David Schkade estudiaron los factores que influyen en la felicidad en el largo plazo. Los autores encontraron que un 50% de la felicidad se explica por factores biológicos y sólo un 10% por factores circunstanciales como edad, sexo y (tal vez esto lo sorprenda), situación financiera. El 40% restante es debido a las cosas que elegimos como el ejercicio físico o el cumplimiento de nuestros propios objetivos. Es decir, existe una gran parte de nuestra felicidad que está en nuestras manos y no en factores externos.
Claro, usted podría pensar: “Con 1.200 millones de dólares cualquiera puede ser feliz. Si el dinero no compra la felicidad, es porque no lo está gastando en el lugar correcto”. Pero no es así. Un estudio de la Universidad de Princeton revela que los americanos que ganan más de USD 75.000 al año, no son más felices por el sólo hecho de ganar más. Es decir, que el efecto de pensar que uno puede ser más feliz teniendo un poco más, empieza a desaparecer más allá de ese punto.
Tener bajas expectativas no significa tener poca ambición. Robert Kiyosaki suele decir que “el tamaño de tu éxito se puede predecir por el tamaño de tus sueños y la forma en que manejas las desilusiones”. El punto de Charlie tiene que ver sólo con la segunda parte de la frase. Nuestras expectativas no mejoran ni empeoran los resultados, sólo cambian la forma en que vivimos la experiencia.
Todo esto tiene una tremenda importancia en el mundo de las inversiones porque nuestra satisfacción es independiente del resultado numérico. Lo que para uno puede ser muy bueno, para otro puede ser decepcionante. El secreto está en las expectativas de cada uno.
En este sentido, los medios de comunicación suelen jugar un rol crítico. Cada vez que se publica una historia tremendamente exitosa, se producen 2 efectos bien distintos: por un lado, se estimula el ingreso de nuevos jugadores (emprendedores e inversores) seducidos por sus grandes promesas. Por el otro, se genera una expectativa exageradamente alta en quienes deciden hoy apostar por estas opciones. El problema es que un caso de mucho éxito no es la regla general, sino la excepción, haciendo que, tarde o temprano, todos aquellos que no logren igualar el éxito que los motivó a emprender/invertir se sientan decepcionados.
Cada año, Warren Buffett escribe su carta a accionistas en donde cuenta pasado, presente y futuro de Berkshire. No es casualidad que el “Oráculo de Omaha” se muestre siempre sorprendido por los buenos resultados pasados, y sea extremadamente conservador respecto a las previsiones de resultados para el año siguiente. Siempre pide a sus inversores que esperen resultados modestos, sin embargo, los números muestran que en promedio ha duplicado consistentemente los rendimientos del índice S&P 500 en los últimos 50 años. Algo que ningún inversor logró en tan largo plazo. Desde la comunicación, él baja al máximo las expectativas de sus inversores, dejando que sus números anuncien la sorpresa positiva. Nada de esto es obra de la casualidad. Si tiene posibilidad de entender inglés, puede escuchar un audio de Charlie Munger hablando del marco teórico que desarrolló sobre la psicología del juicio erróneo del inversor, hace 22 años atrás, en este link. El modo en que Buffett habla con sus inversores, es el resultado de una meticulosa estrategia para fortalecer el vínculo de largo plazo. 50 años después, podemos decir que da un gran resultado.
En conclusión, las expectativas no cambian el resultado, pero sí el significado que le damos a esos números. Es preferible tener bajas expectativas y ser sorprendidos por buenos resultados, que tener muy altas expectativas y ser sorprendidos por resultados que no nos satisfacen, aun cuando en ambos casos el resultado sea exactamente el mismo. En el largo plazo, nuestra felicidad dependerá más de la forma en que atravesamos las experiencias que de los números.
Espero tenga un próspera y feliz vida como inversor!
Sebastián Ortega