Saber cómo funciona el cerebro y los métodos que lo hacen funcionar mucho mejor, es decir la educación de la mente, se han convertido en las mejores ruedas de auxilio para la memoria.
Con el paso del tiempo aparecen las canas, las arrugas y la debilidad muscular. Esos cambios se consideran normales según la edad. Lo cambios internos no se detectan a menos que se realicen estudios. Por ejemplo una radiografía de columna permite detectar una artrosis y el motivo de consulta suele ser un dolor. Cuando el cerebro envejece se perciben fallas en la memoria que generan alarma y preocupación. La enfermedad de Alzheimer es una paradoja, ya que aparece después de vivir muchos años, y se vive tanto gracias a los progresos de la medicina.
La memoria registra, graba y evoca los sucesos de la vida. Pero también tiene capacidad de borrar recuerdos, es decir, de olvidar. Quien no olvida podría vivir torturado por sus recuerdos. Funes el memorioso. En ese cuento, Borges describe a un ser atormentado que recuerda todo lo que pasa sin poderlo elaborar. Al hombre común le pasa todo lo contrario: la curva del olvido borra casi todo lo que le pasa cada 8 horas. En el cuento Funes se suicida, porque no puede soportar el peso abrumador de su memoria. El olvido y la memoria compiten y se complementan en un territorio común, creando un sistema que conviene aprender a usar.
Una buena memoria
La memoria precisa contar con una capacidad previa y necesaria, es la de prestar atención. Sin ella no funcionan sus características primarias (registrar y grabar) y por lo tanto no puede funcionar la capacidad de evocar. No es lo mismo olvidar por distracción que tener mala memoria. Es normal que la memoria muestre fallas a partir de los 50 años, como el olvido de los nombres de las personas. Diversos factores generan olvidos: estrés, ansiedad, depresión, alcoholismo, infecciones, la apnea del sueño, falta de vitaminas vitamínica, medicamentos, enfermedades. La función del neurólogo es determinar si son olvidos normales o si es el inicio de alguna patología. En el primero de los casos la persona consulta por su cuenta, mientras que en el segundo es habitualmente llevado a la consulta por la familia.
La percepción es subjetiva y aunque el neurólogo opine que todo está bien, la persona siente que le falla la memoria. Algunos recurren al psicólogo, pero como decía Freud el análisis es interminable y el sujeto necesita soluciones para ayer. Un territorio inexplorado es el de los especialistas en educación de la mente, que ayudan mucho desde la perspectiva educativa.
A partir de los 60 años, de cada 10 personas que consultan por olvidos, en 6 no se evidencia una anormalidad que requiera tratamiento, 2 suelen tener algún factor como los antes mencionados y los otros 2 sí pueden tener alguna causa cerebral que amerite diagnóstico. A partir de los 80 años cualquier persona tiene una probabilidad del 50% de contraer el mal de Alzheimer para el cual no hay cura y lo que recomiendan las neurociencias es la prevención y para eso se precisa mantener el cerebro en forma: no hay casos de Alzheimer en ajedrecistas longevos en actividad.
Con simples estudios neurocognitivos y de neuroimágenes se puede saber si se está en presencia de algún trastorno. Cuanto antes se inicie un tratamiento, mayor será la probabilidad de mejoría. Pero lo ideal es que la gimnasia mental se incorpore desde la infancia. Para llegar a viejos con buena memoria hay que aprender a desarrollarla. El niño es el padre del hombre
Experimentando con la memoria
Desde la “década del cerebro” (1990-2000), las neurociencias saben cómo funciona el cerebro, pero las aplicaciones prácticas se manifiestan más en el tratamiento de enfermedades que en la prevención. Y prevenir es curar.
Hay técnicas para mejorar la memoria como el uso de reglas mnemotécnicas pero hay nuevos caminos a los que se apunta para ser utilizados en el futuro.
Caminar hacia atrás
Dejar algo atrás es una expresión que se refiere a algo que se desea olvidar. Mirar hacia adelante expresa algo que se espera con ansias. Los investigadores mostraron a un grupo listas de palabras, series de imágenes y videos. Luego se les pidió que caminaran 10 metros hacia adelante o hacia atrás. Los que caminaron hacia atrás fueron los que más recordaron ya que ayudaron a sus mentes a retroceder en el tiempo y el resultado fue que pudieron acceder al recuerdo más fácilmente. Igual resultado tuvieron los que imaginaran ir hacia atrás sin hacerlo físicamente. En un estudio con ratones ellos aprendieron a ubicarse en un laberinto. Unas neuronas llamadas células de lugar reaccionaron en cada ubicación específica. Cuando se detenían en el laberinto, las neuronas asociadas con el lugar, identificaban el camino y se encendían en orden inverso. Ir hacia atrás en su mente los ayudó a recordar la ruta correcta.
Una nueva investigación mostró que cuando los humanos recordamos un evento, reconstruimos la experiencia en nuestra mente en orden inverso. Cuando vemos un objeto por primera vez notamos primero los estampados y los colores, y luego nos damos cuenta de qué es. Cuando tratamos de recordar un objeto pasa al revés: recordamos el objeto y luego los detalles.
Dibujar
Un estudio se hizo con jóvenes y viejos, con una lista de palabras que deberían recordar. A la mitad se le pidió que dibujara cada una, a la otra que las anotaran. Más tarde, los pusieron a prueba. Los detalles de los dibujos facilitaron el recuerdo, sin importar si estaban o no mejor dibujados. Aún en palabras complicadas de dibujar, la acción en sí misma creo una diferencia tan grande que los viejos recordaron tanto como los jóvenes. Dibujar ayuda hasta a los dementes. Es que dibujar implica considerar las cosas en detalle, y este proceso más profundo ayuda a recordar. Escribir también lo hace y es por eso que al llegar al supermercado y darse cuenta de que se olvidó la lista, se recuerda más que si no hubiese escrito nada.
Pero dibujar es ir un paso más allá y la calidad del dibujo no hace la diferencia.
Hacer algo de ejercicio, en el momento justo
El ejercicio aeróbico como correr, puede mejorar la memoria. El ejercicio regular tiene un efecto general leve, pero para aprender algo en particular, es mejor el ejercicio intenso. Si se hace en el momento justo, el beneficio para la memoria puede ser mayor. La gente que hizo 35 minutos de entrenamiento a intervalos cuatro horas después de aprender una lista de imágenes emparejadas con lugares, fue más exitosa cuando trató de recordar las cosas, que aquellos que lo intentaron inmediatamente.
No hacer nada
Cuando después de aprender la lista se sentaron en una habitación oscura sin hacer nada por 15 minutos, lograron recordar el 49%. Desde entonces, la misma técnica ha sido utilizada en varios estudios. En las personas sanas, un descanso corto después de aprender algo, ayudaba incluso a recordarlo una semana después de haberlo aprendido.
¿Cómo saber que la gente que se quedó a oscuras sin hacer nada por 10 minutos no se la pasó en ese tiempo repitiendo lo que había aprendido para no olvidarlo? Para evitar esto, se usaron palabras en otro idioma -muy difíciles de pronunciar- que no podían ser repetidas exactamente por ellos mismos. Estos estudios muestran cuán frágiles son los recuerdos nuevos, tanto que una pausa breve puede marcar la diferencia entre que se recuerden o desaparezcan.
Dormir una siesta
Dormir ayuda a consolidar los recuerdos al repetir o reactivar la información que acabamos de aprender, y que el dormir no tiene por qué ocurrir sólo por la noche. Descubrieron que cuando la gente debía aprender, podían recordar más después de dormir hasta 90 minutos, que después de mirar una película. El aprendizaje visual se deteriora a lo largo del día. Con la siesta, su rendimiento no se deteriora y a menudo mejora
Aprender a usar la memoria
Cuando se pierde la memoria se pierde la vida, el caso más dramático es el mal de Azheimer. Por eso debemos aprender cómo funciona para poder optimizarla y saber cómo protegerla e incluso blindarla ante las enfermedades mentales.
El espejo de la mente
Cómo uno se puede autoengañar es bueno contar con un back up (resguardo) de los sucesos importantes para tener un registro donde controlar si la memoria funciona y contar con un recurso para guardar lo que no puede albergar la memoria humana.
La mente es un espejo de la vida. Al nacer es una página en blanco a completar con la imitación del ejemplo familiar, la educación y la experiencia. Hoy internet se suma a la tarea. El producto que se presenta al público no es la verdad porque vender es lo que importa. La sociedad se construye entre todos. O aportamos algo valioso o estaremos vendiendo espejitos de colores.
La memoria posee cuatro funciones
1) Entrada. 2) Retención. 3) Duración. 4) Recuperación. A veces funciona mejor que una PC, y en otras, no puede retener dos números de siete cifras.
Retenga este número de teléfono: 901 – 0347. Ahora recuerde el: 795 – 2118. Cierre los ojos e intente evocarlos. Uno casi seguro se habrá borrado. La paradoja que encierra la memoria de corto plazo es que si nos detenemos para registrar, no podremos recibir nueva información.
Memoria sensorial (MS), de corto plazo (MCP) y de largo plazo (MLP) son las divisiones temporales de la memoria. La paradoja es que la capacidad de 7 dígitos de la MCP contrasta con la inagotable capacidad de la MLP, capaz armar una red asociativa con la comprensión que es su herramienta, para organizar la información, tal como ocurre en un film, que se graba en la memoria sin esfuerzo alguno. Lo importante es poder relacionar lo nuevo con lo viejo de manera tal que se evoquen mutuamente mediante asociaciones: «Esto me hace acordar que …” El espejo cerebral es interno e invisible, son millones de neuronas interconectadas.
Sin memoria seríamos vegetales: incapacitados para ver, oír, pensar o crear. No tendríamos identidad. Gracias a ella podemos mirar hacia atrás y afirmar: «Somos lo que recordamos».
En la vida cotidiana un instrumento educativo es «el espejo de la mente», un diario íntimo que refleja lo que nos importa para controlarlo temporalmente. Es algo así como el back-up que se utiliza en informática para resguardar la pérdida de información ante cualquier accidente.
Dadme una palanca y moveré el mundo
La memoria puede compararse con un sistema informático, valorando su capacidad de seleccionar, procesar y registrar información. El archivo humano funciona con principios orientadores: el interés personal y la libertad de elección.
La memoria debería funcionar como un imán que atraiga las observaciones pertinentes y las dirija a los sectores con los cuales se relaciona, ya que lo nuevo se aprende a partir de lo viejo.
Si la información y los estímulos se orientan a sí mismos el resultado es el olvido. Por el contrario, si se logra gobernarlos, aumenta la capacidad del sistema para la acción.
Aprender a retener lo que vale la pena, a recuperarlo en el momento justo y a olvidar lo innecesario, produce una memoria útil: la memoria palanca. Parafraseando a Freud hay que lograr una memoria que olvida cuando quiere olvidar y recuerda lo que hay que recordar.
La función clave del cerebro es producir ideas. La educación enfatiza una memoria de enciclopedia, una memoria no pensada para pensar. Y una mentalidad práctica prioriza la experiencia, o como hacer más de lo mismo. Pero la experiencia se adquiere practicando y resolviendo problemas distintos. Para ser sabio no basta con tener información, conocimientos y experiencia; hay que saber combinarlos. Producir inteligencia demanda recursos estratégicos que dinamicen el universo de la experiencia: los hechos que pasan, los signos que los representan y las ideas que surgen del intercambio.
Hay un espejo interno que refleja los hechos, ya que no se pueden guardar en formato físico sino en neuronas y en cadenas neuronales. Se debe crear un espejo externo que lo represente y que pueda influir e interactuar con él. Sin métodos el cerebro opera al azar y en piloto automático.
La rueda de auxilio para la memoria son los métodos, que como dijera una vez Nietzsche son los que construyen la riqueza del hombre. En este sentido el concepto se opone al esgrimido por Sarmiento: la letra con sangre entra.
Claves de la memoria
¿Qué importa más?: ¿el capital con el que ya se cuenta o la capacidad de incorporar lo nuevo?, ¿desarrollar la capacidad o aprender las reglas mnemotécnicas? Mientras la tecnología sube por el ascensor, el hombre desciende por la escalera. La información crece exponencialmente mientras que su capacidad se mantiene constante o disminuye. La prisa lo lleva a correr con la “mentalidad del bombero”: apaga el fuego sin averiguar la causa, por eso cada vez apaga más incendios. En lugar de buscar la clave recurre a la viveza (que incide sobre el efecto) en lugar de a la inteligencia (que opera sobre la causa).
La escritura fue el primer enemigo de la memoria cuando en lugar de recordar algo, se lo registra. La paradoja es que todos tenemos reloj pero no tenemos tiempo. La vida nos examina continuamente y no tenemos el tiempo ni los archivos a mano, porque vivimos anotando. El registro reemplaza a la memoria. Y google se ha convertido en nuestra biblioteca circulante.
Hace mucho se inventó la mnemotecnia. Simónides la aplicó en el año 477 a. C. Y pudo recordar los nombres los comensales desfigurados, cuando se cayó el techo durante una cena.
La mnemotecnia puede ser un recurso de la viveza para no afrontar el problema central: se usa solo el 10% de la capacidad. Y por falta de un “software” o metodología intelectual (la función de la mente), el “hardware” (el cerebro) rinde cada vez menos. La mayor parte de la gente no sabe cómo funciona su cerebro. Sabe que lo lleva puesto pero no cómo optimizarlo. El problema es motivarse para lograr un alto nivel de energía y maximizar el rendimiento. La eficacia tiene que ver con el resultado y la eficiencia con hacer las cosas bien. La clave es combinarlas.
Cuando Sócrates dijo «conócete a ti mismo«, afirmó la importancia de adquirir un sentido de identidad. El hombre ya no se conoce y se mueve como una hoja arrastrada por el viento.
El imperativo socrático, nos induce a escuchar la voz de la conciencia, a alcanzar el autoconocimiento para poder de constituirse en el arquitecto creador del propio destino.
Conocerse, desarrollar el potencial, adquirir una metodología que permita conseguirlo; son las claves que se necesarias para obtener el poder personal, ya que poder es querer con eficacia.
Saber cómo funciona el cerebro y los métodos que lo hacen funcionar mucho mejor, es decir la educación de la mente, se han convertido en las mejores ruedas de auxilio para la memoria.