Es la pregunta que solíamos hacernos en la infancia. Según la teoría de las inteligencias múltiples todos nacemos con un genio interior. Cuando somos grandes la energía productiva se vuelca a lo laboral. Hoy en día la falta de límites entre el trabajo y el ocio, extendió el trabajo al fin de semana. Muchos dicen que trabajan porque deben vivir de algo y lo hacen sólo por dinero. Otros tienen tanto que no precisarían trabajar pero le dedican casi todo su tiempo. Están también los que trabajan en lo que los apasiona, son los que están en el mejor de los mundos.
La infelicidad es un desajuste entre la vocación y el trabajo que nos tocó en suerte. El deseo es el motor de la inteligencia porque genera una energía que supera cualquier límite y logra que se trabaje hasta cualquier hora, sin importar los resultados ni esperar nada a cambio.
Vocaciones múltiples. Los que dedican tiempo a sus hobbies orientan su potencial creativo a espacios de crecimiento y expansión, en los que sienten la plenitud. Algunos fueron cambiando de prioridades y de foco y lo que fue parte del tiempo libre pasó a ser su ocupación principal al convertirlo en actividad laboral. Pueden ser profesionales, ejecutivos o empresarios, que en un momento de su vida producen un clic, la reconversión se instala, el hobby se transforma en ocupación y se llega a la armonía perfecta entre pasión, ocupación y compensación.
Desde niños, uno se plantea que lo más difícil en la vida es llegar a ser lo que se quiere. El alma humana es muy inquieta, plantea situaciones de placer según las experiencias vividas, y se pregunta si sólo hay una vida, una sola profesión o si poseen vocaciones múltiples. Son seres inquietos que necesitan desafíos y exploran para crear. Cuando descubren su doble vocación intentan compatibilizar ambas pasiones.
Más que un hobby. Hay un tenso equilibrio entre ganarse la vida y satisfacer los gustos personales. Muchos desarrollan una doble vida porque descubren que no tienen una vocación única. No les basta con un solo proyecto, ni un único rol social. Hace 50 años la diversidad era vista como negativa, hoy es un rasgo que suma a quien se apasiona por lo diferente. Destacarse en otra área es una competencia positiva. Asumir un hobby, perfeccionarlo y dedicarle tiempo se transforma en valor, genera placer y su nuevo talento lo convierte en alguien más atractivo a la vista del otro.
La capacidad para descubrir un hobby y la disposición para sostenerlo es un recurso psicológico importante. Aquellos que despliegan actividades ligadas a gustos personales tienen menor propensión a padecer depresiones, apatía y a no encontrarle sentido a su vida. Confucio lo dijo: «Encuentra una ocupación que ames y no tendrás que trabajar un solo día de tu vida”. No es lo habitual, pero algunos tienen esa dicha. La presión cotidiana es tan fuerte, en quienes tienen grandes exigencias laborales y responsabilidades, que deben contar con válvulas de escape
El tironeo entre el deber y el querer. Existen contradicciones, fricciones con el entorno, el tira y afloje interno y el reclamo de la familia. La vida contemporánea entrena para la multiplicidad y la diversificación, pero no libera del tironeo de la culpa a la hora de elegir. El paradigma de la productividad con el que crecimos no es único o hegemónico, ni la idea de tener que elegir una carrera a los 18 años para toda la vida.
Son cada vez menos los que ven con ojos extraños la posibilidad de formarse en distintos modos de ser feliz y de poder trabajar en ambos.
La orientación vocacional ya no es sólo un asunto de jóvenes. En cualquier momento alguien puede tener que volver a evaluar su potencial a la luz de los cambios. La segunda carrera es un fenómeno del que suelen ser protagonistas los que llegando los 50 años deciden emprender un desafío. Eso no existía hace algunas décadas. Compartir la vida con una nueva actividad ayuda a ser perseverante. La flexibilidad para reconocer que es un hobby y que no tiene que competir ni ser trascendente, es un factor clave para dedicarle cada vez más tiempo porque cuando lo hace se siente feliz.
Séneca decía que no hay vientos favorables para el que no sabe a dónde quiere llegar. El poder inteligente es un querer con eficacia.
Preguntas disparadoras ¿Por qué causa te levantarías muy temprano a la mañana?¿Qué haría que tu pasión vuelva a estar presente?¿A quiénes ves y te preguntas: ¿Por qué no hacerlo yo? ¿Dónde vas a sentir más alegría? ¿Qué cosa siempre quisiste hacer y nunca te animaste a encarar?
Existe un «por qué» que invita a justificar la resistencia que impide el bienestar y un «para qué», que reflexiona sobre actitudes que impactarán favorablemente en el futuro. Reprimir el deseo limita el aprendizaje necesario para alcanzar el futuro deseado. Las hay de distintos tipos:
Resistencia al cambio. Es el temor es a ser cambiado, o que el cambio lo transforme en quien no quiere ser. Los cambios más resistidos suelen ser los que no se explican o son impuestos.
Resistencia al futuro. El futuro provoca temor. Las malas experiencias, provocan resistencias que se apoyan en angustias no resueltas. Abrirse al futuro es la llave para desafiar los temores infundados.
Resistencia a cambiar el orden. Si bien algunas veces el origen del orden establecido es desconocido por quienes lo sostienen, es sorprendente cómo se defiende y se valida sin darle oportunidad al cambio. Es menos problemático hacer las cosas como siempre, pero es más peligroso.
Resistencia a lo desconocido. Lo desconocido genera incertidumbre y ella temor; el temor provoca resistencia sobre eso que no se conoce. Resulta sencillo aferrarse a lo conocido, dado que proporciona seguridad, pero lo seguro no promueve los cambios.
Resistencia a lo nuevo. Las nuevas ideas fueron resistidas siempre. Lo conocido es cómodo, pero no prepara para los cambios y entorpece comprenderlos y aceptarlos. Cuando lo nuevo no cubre las expectativas, se generan resistencias.
¿No saber, no poder o no querer? En el desafío de distinguir la resistencia del aprendizaje, puede ocurrir que uno mismo sea el enemigo. Se juega en contra de sí mismo sin advertir que se traba la posibilidad de abrir las posibilidades de mejorar.
¡No más excusas! Los cambios suelen ser sucesos externos. Resistidos desde el principio de la historia, provocan parálisis, duda, ira y negación en los que reciben su impacto y tristeza y frustración entre los que los proponen. Aferrados a los viejos tiempos o anhelando que vuelvan, aparecen las quejas con lo que pasa a cada momento. Se produce el abandono de la ignorancia previa cuando los resultados no acompañan a las viejas ideas
Aprender a aprender habilita opciones de cooperación con los demás, a dejar de resistir el presente y a transformar el obstáculo en oportunidad.
El aprendizaje comienza descubriendo la ceguera cognitiva propia, cuando se observan objetivamente los resultados obtenidos. El siguiente paso es la declaración de ignorancia («sé que no sé»), y abordar la falta de conocimientos a partir de un querer saber. Para que el cambio se convierta en un hábito hay que encontrar el valor que representa desafiar las creencias erróneas para poder alcanzar los objetivos.
Tener garra. Es perseverar, planificar el futuro, adaptarse a los cambios y superar obstáculos. La garra es considerada como un factor más importante que la inteligencia en las personas exitosas. El que fue criado en un lecho de rosas suele tener menos motivación y fuerza, mientras que el que sufrió la adversidad suele ser superado por los desafíos, se frustra y deja de intentar. La igualdad de oportunidades construye la autoestima porque es estimulada con una sana competencia. Para que una vocación progrese y se consolide hay que aprender a superar obstáculos.
*Ceo de Ilvem, mail de contacto [email protected]