Erich Fromm abordó hace 40 años el vacío provocado por la muerte de Dios en la sociedad y propuso el nacimiento de un nuevo humanismo. El problema del hombre es su confusión entre ser y tener, que genera consumidores angustiados, vacíos, aislados, aburridos de la vida y que compensan su depresión con un consumo compulsivo. Deberíamos cambiar la estructura socioeconómica para lograr su despertar y liberación.
La investigación científica actual tiene paralelismos con la fe. El poder de turno determina qué conocimiento es valioso y promueve saberes para controlar a las masas. Primero dominaron los mitos, dioses que reglaban el comportamiento. Con La Biblia, la religión fue la fuente de control y poder. Cuando Galileo fue obligado a retractarse, dijo en voz baja: “sin embargo se mueve”. La iglesia no quería perder su poder. Si su teoría demostraba que Dios no era el creador del universo, su influencia decaería. El poder determina qué es lo normal y lo aceptable.
¿Por qué el capitalismo es el sistema que impera sobre cualquier religión? La metáfora perfecta entre tecnología e innovación como «nueva religión» se da en los laboratorios modernos donde se simulan fenómenos naturales como inundaciones o terremotos. Allí hay una referencia tácita y permanente a un Dios de silicio. El fenómeno de la innovación tiene incontables paralelismos con el de la religión.
La revolución cognitiva comenzó con la invención del alfabeto. El Homo sapiens conquistó el mundo gracias al lenguaje. Así pudo imaginar abstracciones –desde la religión hasta el dinero– que motorizaron el cambio. Hace 10.000 años con la invención de la semilla logró dominar a la naturaleza en lugar de esperar sus designios La tercera revolución fue hace 500 años, cuando admitió su ignorancia y decidió invertir en la ciencia.
Los testigos de la innovación se fanatizan con los avances en ciencia y tecnología. Le están sacando a la religión su instrumento de marketing: la promesa de la inmortalidad. Siempre lo hizo la Iglesia, ahora lo hace la ciencia. En la Iglesia era marketing, en la ciencia hay búsqueda genuina.
Las nuevas tecnologías pueden convertirnos en recursos económicos inútiles, que seamos expulsados del mercado de trabajo, perdamos valor económico y relevancia política. Aparecerán nuevos trabajos pero ¿no los harán mejor que las computadoras? ¿Qué estudiar para tener un trabajo? Nadie lo sabe. Muchos trabajos desaparecen. Vamos a necesitar médicos que investiguen, pero el médico familiar será una especie en extinción. Las nuevas religiones. En el siglo XXI veremos una oleada de tecno-religiones, que prometan la salvación a través de la tecnología. El nuevo Marx es ahora un adolescente de Silicon Valley que creará teorías nuevas. Todos hablamos de Isis, pero por cada estadounidense muerto por Al Qaeda, mil mueren de obesidad: McDonald’s es una amenaza más grave que Isis para los estadounidenses. La creatividad no es diferente de otras habilidades: se basa en algoritmos biológicos en el cerebro, en el reconocimiento de patrones y en la habilidad para crear nuevos patrones. Hoy la industria musical apela a algoritmos computarizados para evaluar canciones y artistas y elegir. Quienes escuchan música creada con algoritmos no saben que son canciones que compuso una computadora. En Japón, siempre veinte años por delante de los demás, ya hay estrellas ficcionales.
La actual estrella del pop japonés es la adolescente Hatsune Miku, que no es más que un holograma, sin embargo, llena estadios –acompañada, eso sí, por una banda de músicos humanos– vende miles de discos y millones de fans la visitan en Youtube.
Neomanía. Grey, director de la Fundación Matusalén, cree que el envejecimiento podrá ser detenido y revertido. La hipótesis suma adeptos con descubrimientos como regeneración de tejidos, clonación terapéutica, bioimpresión 3D de órganos, reprogramación de células madre. Con tantas cosas nuevas, más que la innovación sean relevantes los filtros. Esta visión crítica no compara la innovación con las religiones organizadas, sino con el ocultismo. En la Europa del siglo XVI la motivación era material (innovar para generar riqueza), expresada en formas crípticas o espirituales (cambiar el mundo, la sociedad o la vida de las personas). Innovar y alquimia describen procesos complicados con objetivos prácticos, pero que requieren preparación y cuyo éxito habla de la personalidad de tal o cual innovador, y no las miles de detalles técnicos involucrados o el azar. Pod Capacidades especiales. Para innovar como para ser alquimista, se asume como cualidades. Los reyes o inversores ven la alquimia y la innovación como fuente de riquezas, pero para los innovadores es una cuestión de autodefinición (que es la forma contemporánea de decir «espiritual»)
Innovación y alquimia comparten el ser heterogéneos, contradictorios, cambiantes y poco claros, por no decir poco útiles. Ambos son intentos de expresar como algo repetible y entendible un fenómeno que no entendemos ni sabemos hacer repetible (prueba de eso en la alquimia: el oro siguió siendo raro) o Silicon Valley: (si innovar fuese enseñable y repetible, no habría premio financiero o de reputación por innovar).
Vale la pena observar en Internet imágenes del «Dios de silicio», la supercomputadora en la iglesia de Barcelona. O ver el cruce entre religión e innovación, como el cura filipino que se mueve entre los fieles, con un vehículo eléctrico, que se desplaza hacia donde el cuerpo se inclina.
Neurociencias de la religión. Las neurociencias dan luz a conocer la propensión humana a crear religiones y explicar su estabilidad durante siglos.
Se habla de los memes como equivalente cultural de los genes. Son representaciones mentales que se replican de una mente a otra y en materia religiosa plantea a los fieles que deben adherir ciegamente para no caer en sacrilegio y además difundirlas con lealtad y diligencia. Hay en el cerebro módulos de inteligencia social, inferencia causal, y moral. Esos módulos se activan para inferir un agente causal de lo que pasa, un ser todopoderoso. También existe en la mente una propensión a lo sobrenatural e imaginario. Se incentiva la atención y la memoria por un lado y por el otro se penetra en la mente. Son señuelos hipnóticos, mecanismos especulativos que se apartan de la experimentación objetiva en circuitos cerebrales identificados y reproducibles. El cerebro humano tiene la habilidad de inventar y transmitir objetos culturales cómo ninguna otra especie puede hacerlo. La mente pude representar lo que los demás piensan y los propios estados mentales y manipularlos con el deseo de diseñar invenciones. La imaginación del hombre no tiene paralelo. Puede combinar ideas y llegar a una síntesis consciente. Una especie de sentido común le permite integrar en forma coherente la información que le llega de los sentidos. La memoria le facilita tener in mente la síntesis aunque el objeto no esté presente y la imaginación le proporciona otras formas de alcanzar el objetivo. Hay un centro global que distribuye, selecciona ideas y juega con ellas. Las mejores ideas, las más interesantes, útiles, impactantes y contagiosas, son elegidas por los circuitos de evaluación y recompensa.
Creer en un dios bondadoso. Necesitamos un Poder que nos quiera, nos cuide y sea más fuerte que nosotros. Otros creen en sí mismos, o en algo que llaman «Dios», pero que es un ser insensible e irracional que trae mala suerte a su antojo. Creer en un Poder bondadoso es un gran salto.
La idea de poner la vida al cuidado de algo que pensamos que podría hacernos daño, de un juez inclemente, es perjudicial. Nuestra experiencia nos ayuda a llegar a creer en un Dios a nuestra medida, a sentir un espíritu pleno, allí donde sólo había vacío. Estos aspectos tienen su origen en la idea de un Dios bondadoso que nos ayude a hacer lo que no podemos hacer solos por nosotros mismos.
Hoy la religión es el consumo. El hombre fue capaz de dominar el mundo gracias a la ficción, a su capacidad de creer en sus propios relatos y a la confianza colectiva en ellos. Tendemos a pensar que somos especiales, pero no somos tan poderosos, en una isla un chimpancé podría sobrevivir mejor. Pero si cooperamos, la cosa cambia por la capacidad de comunicación que ninguna otra especie posee. Todos los grandes logros resultan de la cooperación y no del genio individual. Usamos la comunicación para crear realidades ficticias: “Si eres malo, cuando te mueras vas al infierno, pero si eres bueno Dios te va a recompensar”. Y si muchos lo creen trabajan juntos para lograrlo. Nunca vas a convencer a un chimpancé de eso.
Confianza. La mayor parte de dinero son datos electrónicos en computadora. No son billetes, ni oro. Es información. Y mientras creamos en ella, vamos a poder comprar. El dinero es confianza y desarrollarla es el trabajo de los bancos, gobiernos y corporaciones, convenciéndonos que creamos en eso. Cuando empezaron los billetes, la gente no quería aceptarlos. Convencerlos que acepten pedazos del papel sin valor fue valioso para establecer relaciones económicas. Las crisis financieras no son el resultado de catástrofes, sino de la pérdida de la confianza. Todo el mundo sabe que un banco no tiene el dinero, si fuéramos todos a buscarlo quebrarían. Cómo dice el billete norteamericano: “En Dios creemos”.
Consumismo. Es creer que la solución a los problemas depende de comprar algo. El cristianismo dice que hay que rezarle a Dios o hacer una buena acción. El consumismo que es necesario comprar, es su idea principal. Y esto es algo bastante nuevo. Fue en los últimos 200 años que el consumismo se volvió algo tan dominante en el mundo. Pero hoy es la religión más exitosa: todo el mundo cree en el consumo. Antes la gente vivía en escasez. No había suficiente de nada. Había que conformarse y consumir menos y la iglesia transmitía eso. Con el capitalismo llegó el estado de abundancia para muchos. Producimos tanto que la pregunta es: ¿quién lo comprará? Si la gente no compra, la economía colapsa. Hay que convencerlos. Algunos productos son buenos y otros inservibles. Pero estamos convencidos que no podemos ser felices sin la última novedad.
Creer en contradicciones. Las neurociencias explican que en el cerebro pueden convivir. El Estado Islámico dice que sus mártires se irán al Cielo porque murieron por Alá. Y al mismo tiempo afirman: vamos a vengar su muerte. Si van al cielo, ¿por qué hay que vengarlos? Tendría que haber más bombardeos para que vaya más gente. Pero no: se enojan y juran venganza. Lógicamente, esto es una contradicción.
Las religiones tradicionales perdieron influencia. Se nota el crecimiento de religiones centradas en los seres humanos, la tecnología y la vida en la Tierra. El comunismo, por ejemplo, era una religión sin Dios. Hoy ya no necesitamos a Dios. La gente le rezaba para pedirle ayuda, para que lloviera o para que las cosechas crezcan. Hoy se lo pedimos a la ciencia. Invertimos en ella, en pesticidas, fertilizantes o nuevos cultivos. Y ahora hay religiones que prometen prosperidad y vida eterna, felicidad y el paraíso en la Tierra con ayuda tecnológica. Por eso el lugar más interesante en términos religiosos, es Silicon Valley. Ahí las religiones se están creando y es dónde podríamos ser inmortales con la ayuda de la tecnología.
No somos más felices. La felicidad depende de las expectativas y éstas se adaptan a las condiciones. Cuando éstas mejoran, las expectativas crecen. Antes si los familiares se iban a otro país se mandaban cartas y se esperaba la respuesta. Hoy los celulares permiten estar en contacto. Y cuando hay una demora, nos ponemos ansiosos y preocupados. Es ingenuo pensar que por tener más poder vamos a ser más felices.
No saber usar el poder. Vivimos acumulando dinero, poder, prestigio y sin saber qué esperamos de la vida. Concentrados en eso nunca sabemos qué hacer. A nivel colectivo el resultado son catástrofes ecológicas: la gente destruyó hábitats, especies de plantas y animales. Hoy el sistema está amenazado por el ser humano (calentamiento global y del cambio climático). Ese poder que se acumuló desestabilizó todo.
El próximo paso es convertirnos en dioses con habilidades divinas. En el Génesis, Dios creó animales, plantas y humanos según sus deseos. Ahora los seres humanos, con la tecnología pueden producirlo todo. Ahí es adonde estamos yendo: después millones de años en los cuales la vida se regía por la selección natural, ahora las fuerzas del cambio van a ser los deseos y las aspiraciones. Esta será tal vez la mayor revolución.
La ingeniería biológica toma un organismo y cambia su ADN. La segunda manera es combinar con elementos inorgánicos como brazos u ojos biónicos, o conectar el cerebro a una computadora. Es crear cyborgs: entidades con una parte orgánica y otra inorgánica. Y un tercer modo es crear vida inorgánica: crear inteligencia basada en una computadora o en internet. Estos son caminos para cambiar las características de la vida en la Tierra. En 40 años el 60% del trabajo será realizado por computadoras. Ya hay autos que se manejan solos y conducen mejor que la mayoría de los humanos, usan menos combustible, tienen menos errores, el porcentaje de accidentes es menor, no tiene problemas con el alcohol, no se quedan dormidos ni se distraen con el teléfono. Esto no es una profecía, pero puede ser que en 30 años no haya más conductores, ni empleos como el de profesor de conducción ¿Qué va a hacer la gente dentro de 30 años? Tenemos que anticiparnos a las consecuencias. Otro libro importante de Erich Fromm tiene cómo título una pregunta: ¿Podrá sobrevivir el hombre?
Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem. Mail de contacto [email protected]
Me recuerda un poema de Antonio Esteban Agüero.
«Las máquinas existen
para que el pan,
el vino,
y el pez
se multipliquen.
Para que Tú me escuches,
y Yo te mire,
detrás de las fronteras
sobre el último límite.
Y la música sea
la que ordene países.
Y la mano del hombre
con pulgar oponible,
dibuje en la materia
el rostro de los sueños
y ensueños increíbles.
Y el cielo con la Tierra
de nuevo se mariden.
Y los salvajes vientos,
con sus pájaros libres,
recorran nuevamente
los páramos de pronto
vestidos de jardines.
Las máquinas existen
para que el mundo sea
las estrellas de hermosura
que los antiguos dicen.
Y la unidad se cumpla
y la paz se realice.
Las máquinas existen
para que un día Lázaro
otra vez resucite …»