La importancia que tiene en la sociedad moderna el concepto de autoestima, ayudó jerarquizar la vivencia subjetiva de cómo cada persona evalúa la suya y que influencia tiene en su formación, la cuna en la que se nació, el lugar en el que se vive y los grupos con los cuales se interactúa. Podemos clasificar la autoestima en alta, mediana y baja, sabiendo que los logros en la vida correlacionan con la estimación de su nivel.
La autoestima responde a la pregunta: ¿Me quiero mucho poquito o nada? Es difícil hacer la medición y es conveniente preguntarse si es realmente saludable hacerlo. ¿Es necesario esforzarse en lograr algo que debería ser natural? ¿Cuál es el motivo por el cual un individuo debe llevar la carga de obligarse a tener éxito social? ¿Es beneficioso medirse según los parámetros impuestos por la sociedad de consumo?
Somos atraídos por un radar que nos obliga a imitar a los ricos y famosos. Es frustrante y destructivo tener que crear un ego, que es un yo creado por una imitación absurda, basada en premisas arbitrarias y en un pensamiento autoritario, perfeccionista y ostentoso. La autoestima es la opinión que uno tiene sobre si mismo. Es invisible pero está presente en cualquier logro significativo. Una buena autoestima ayuda a enfrentar los desafíos, si es baja lleva eludirlos o a dejar las cosas para más adelante.
Nacemos con recursos diferentes
Hay una diferencia de origen, para igualar oportunidades se debe brindar una educación del mismo nivel para todos, ya sean ricos o pobres. Los países que lo hicieron han casi eliminado la pobreza. Luego todo depende en gran medida de cada uno. Cuando se hacen bien las cosas se suma a lo que se tiene de origen lo que se aprende, el arsenal de recursos que potencian el desarrollo personal y la autoestima. Los que están cerca (familiares, amigos) observan lo que aparece, lo analizan y lo manifiestan, reforzando o debilitando con eso la autoestima de la persona evaluada.
El contexto
Contribuye a sentirse con alta o baja autoestima. Al que le va bien puede perder, pero sigue apostando, al que le va mal se hace tímido, sumiso, triste y no se anima a perder lo poco que le queda.
Hay países que tienen valiosos recursos naturales pero que se convierten en una maldición. Hay otros países como Japón que no tienen nada, importan las materias primas que luego convierten en productos que exportan a todo el mundo. No tiene recursos naturales pero está ubicado entre las primeras potencias.
Las comparaciones siempre son odiosas
Hay una fuerte tendencia aprendida socialmente a evaluarse permanentemente, rasgo que no debería existir, pues simplemente cada uno debiera adoptar el criterio de aceptar su existencia, con la idea de seguir estando vivo y mientras se viva, intentando ser feliz.
Es irracional buscar el sentido de la vida en lo que opinan los demás. No precisamos aprender a querernos. Es algo natural que todos podríamos hacer si no aparecieran tantos condicionamientos exteriores, como la exigente y devoradora comparación con los demás. Si bien no vivimos en una burbuja, como para abstraernos de todo lo que ocurre alrededor, ni podemos prescindir de lo que otros hacen y piensan; también en la comparación suele haber algún tipo de aprendizaje. Pero hay que limitar esa acción continua de pensar como deberíamos ser, en base a lo que los demás son o nos inculcan, y no tener que actuar en base a lo que los demás hacen o muestran, con ejemplos de lo que logran fulanito, menganito o sultanito.
Fulano, mengano, zutano y perengano no existieron o al menos no hay hecho histórico alguno en el que ciertos personajes llevasen estos nombres. Se trata de formas gramaticales que se utilizan para aludir a alguien del que no se sabe su nombre o no se quiere decir por cualquier otro motivo.
No vivir comparándonos
Esa necesidad de compararse e imitar es una traición a la que debió ser una búsqueda más personal e íntima, fue una traición porque en lugar de mirar en el espejo de otro, como si fuera un radar, debimos optar por la brújula del autoconocimiento, para hallar a nuestro genio interior y conectarnos profundamente con nosotros mismos para ser los directores de nuestra propia vida.
Y si, finalmente decidimos observarnos (yo observador), debemos hacerlo amablemente con profundo afecto y sin perder de vista nuestro proceso, nuestro camino y no dejar nunca de ser auténticos.
En el reconocimiento de nuestra humanidad integral, perfecta en sus imperfecciones, vital y sagrada, está el camino de redescubrir el amor por uno mismo. No hay nada que ganar ni que alcanzar.
Sólo debemos aprender a SER, a APRENDER, a HACER y a CONVIVIR.
Es un activo invisible
Groucho Marx refleja en una frase el colmo de la baja autoestima: “Nunca me haría socio de un club que me aceptara como miembro”. La autoestima es invisible como otros valores, pero en el mundo actual es un factor clave para sobrevivir y un activo económico en entornos competitivos. Esta época de cambios demanda recursos psicológicos nuevos: donde había repetición se necesita innovación, donde regía la obediencia se pide independencia, donde existía la centralización ahora reina la delegación.
La autoestima responde a la pregunta: ¿me quiero mucho, poquito o nada? Si nada me quiero a nada me atrevo. Si mucho me aprecio asumo grandes proyectos.
Como la mente tiene la capacidad autosugestiva de transformar en acto lo que se decide a aceptar, aquello en lo que se cree se concreta como en la “profecía que se autorrealiza”, según la cual, tanto pensando que se puede o que no se puede, igualmente la creencia ocurrirá. Por eso conviene poblar la mente de imágenes positivas. La autoestima, en estos términos, es la convicción de poseer los recursos para alcanzar la felicidad y afrontar las dificultades.
El test de la autoestima
Conocerla es la clave para superarla: por eso es importante aplicar el pensamiento estratégico para saber ¿dónde estaba ayer , dónde estoy hoy, dónde quiero estar mañana, y cómo haré para conseguirlo? Tomar conciencia de la realidad, sin reprimirla ni negarla, implica abrirse a la información, analizar sus causas, actuar sin esperar instrucciones detalladas, invertir en innovación, y así poder mejorar.
Aceptar el problema
Para resolverlo no basta con que esté al alcance intelectual y que se pueda hacer algo; hay que aceptarlo como propio. Aceptar como uno es y conocer el deseo que lo mueve, es una buena base, porque si el querer es grande el obstáculo se vuelve pequeño. También se debe crear autoestima en los que conviven o trabajan con nosotros, porque al hacerlo crece el capital social con el cual uno cuenta. Implica respeto, criticar con propuestas, no reprochar sino señalar las consecuencias del error y hacerlo en privado.
Asumir la responsabilidad
Salir de la tentación de buscar culpables reconociendo que fue uno mismo el que incurrió en las malas elecciones realizadas. Para que otros crezcan hay que aumentar y clarificar su campo de acción, premiar la iniciativa, sostener las pautas de rendimiento.
Ser auténtico
Es defender lo que se piensa aunque no convenga. Para generar autenticidad en los demás se les debe permitir aprender de la experiencia, a equivocarse sin temor, a respetar el disenso, a cambiar la cultura autoritaria, a que cada cual pueda hacer lo que le gusta.
Tener un rumbo
Relacionar lo que se hace con lo que se pretende, ser proactivo y no reactivo. Para enseñar a lograrlo hay que otorgar poder de decisión y recursos, coordinar objetivos personales e institucionales y comparar los resultados con las metas.
Ser congruente
Entre lo que se dice con lo que se hace y cumplir con los compromisos. Quien traiciona se traiciona. Predicar con el ejemplo, reconocer el error, alentar a que lo critiquen, fomentar la ética, evitar el haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.
La autoestima es un capital individual y social
Por eso hay que incentivar los valores que la promueven en lugar de ignorarlos. Así los demás sabrán lo que importa y no lo que se dice que importa. Autoestima es alto rendimiento, es respeto y escucha, es evitar el miedo, es delegar y permitir el riesgo sin el doble discurso: “arriesgue pero no falle”, es reconocer los aciertos, humanizar las relaciones y que el aprendizaje continuo se convierta en una forma de vida. Para motivar, hay que ganar la mente y el corazón. No tratar al semejante como uno mismo quisiera ser tratado, sino como él prefiere que lo traten. La suma de nuestra autoestima con la de aquellos a quienes ayudemos a poseerla, crea una fuerza poderosa: la autoestima social. Proyectando el concepto: ¿cómo sería una sociedad donde todos tuvieran alta su autoestima.
Orientación al ser o al hacer
Hay quienes prefieren quedarse en el ser antes que en el hacer. Llevan una vida ensimismada en sí mismos, consagrados a construir su propio personaje. En cambio el que se dirige al hacer, elige ser escritor porque quiere escribir. El otro elige escribir porque quiere ser escritor. Tiene sed de identidad, un continuo deseo por la acción autotestimonial, no sabe lo que quiere sino lo que abomina.
Conócete a ti mismo
Durante la Década del cerebro. (1990-2000) las neurociencias descubrieron cómo funciona el cerebro. Pero ese avance extraordinario no llegó a las aulas. Si resucitara un maestro del siglo XIX podría enseñar sin demasiados problemas. La inteligencia clave es la vocacional, porque es la que le da sentido a la vida. El futuro del niño está sentado en el aula de la escuela.
La sociedad de consumo
Es la que ofrece un radar para imitar a ricos y famosos. En cambio, la brújula interior nos lleva a conocernos mejor a nosotros mismos. El Ego es una máscara del Yo real que es impuesta por el medio ambiente. Tomar conciencia despierta al Yo real que permanecía dormido hasta entonces.
Descubrir al genio interior, en el marco de las inteligencias múltiples
Todos tenemos un genio interior. La educación no sabe detectarlo ni desarrollar su potencial. Entonces los talentos, las virtudes y las capacidades esenciales no se desarrollan. La escuela debería estar abierta y preparada para descubrirlos, sin cortarle las alas a nadie. Ser uno más es ser uno menos, para que exista el genio hay que descubrirlo. Al descubrir al genio que existe en nosotros mismos generarmos el poder interior o empowerment.
La orientación vocacional no debe limitarse a encontrar el llamado de la vocación. Debe analizar las destrezas asociadas con la vocación y con el mercado laboral. No basta con descubrir la vocación. Hay que desarrollar al genio interior para que no quede encerrado dentro de la lámpara de Aladino.
Inteligencias complementarias
Si la energía deja de circular se estanca. Es necesario activar la inteligencia emocional. Saber fabricar nuevas ideas, descubrir oportunidades y neutralizar las amenazas. Centrarse en el aquí y el ahora. Ser más creativos, planificadores, estratégicos y ejecutivos. El iluso crea castillos en el aire, el optimista ve tan solo el lado positivo. El esperanzado activo es el que logra que las cosas ocurran.
Meditando se logra atención plena
Eso activa las emociones positivas y las funciones sociales. Y restringe las áreas conectadas a las emociones negativas. Por eso el creador cuando es innovador es el mejor imitador de Dios en la tierra. De la nada que es su vocación aprendió a convertir su espíritu en materia. La Orientación vocacional y la metodología intelectual se asocian y se combinan: los métodos son la mayor riqueza del hombre y potencian la autoestima. La inteligencia fluida recibida de Dios con la inteligencia cristalizada, propia del hombre.
El principal recurso para descubrir al genio interior es la educación. El que le sigue en jerarquía es el tiempo. Hay gente que necesita chocar varias veces con la misma piedra en lugar de hallar temprano el llamado de la vocación. No hay que quedarse con una única vocación, sino aprovechar el tiempo libre para buscarla o desarrollar otras alternativas ya sea por no contar con las destrezas que requieran o porque no exista mercado laboral para la principal.
Con respecto a la vocación siempre es útil la frase de Séneca: “No hay vientos favorables para quienes no sepan a dónde quieren llegar”
La autoestima nacional
Lo mismo ocurre con un país, cuando la autoestima nacional decrece, los que tienen recursos prefieren invertirlos en los países que ellos valoran, acelerando la crisis autodestructiva del país. Hay países que tuvieron y todavía tienen recursos naturales pero están en manos de los políticos que gobiernan. Entonces cada vez le sacan más recursos con impuestos a los que podrían invertir.
Y a los que les va mal los debilitan porque cada vez les ofrecen peores servicios, como por ejemplo la mala educación. Dinamitan su capacidad de valerse por sí mismos, matan su autoestima y generan la profecía autocumplida de tener que depender de los burócratas del Estado, que se intercambian favores entre sí, por lealtad y militancia. El país deja de producir riqueza, se come la que tiene. Lo que queda disponible pasa del sector productivo a manos de los burócratas, entonces nadie quiere invertir y aumenta el riesgo de default.
¿Y cómo se financia ese Estado ineficiente? emitiendo más dinero y generando más inflación. El que tiene menos recursos desespera, ya no tiene cómo encarar la situación. Y su autoestima queda por el piso.
Si no entendemos que la cultura del desarrollo no se basa en prohibiciones de demanda sino en incentivar un aumento de la oferta; si no entendemos que la cultura del progreso consiste en proponer nuevos desafíos, con seducción y no con decretos, con más relaciones públicas en lugar de supervisión policial, si no lo entendemos así, solo le estaremos restando fichas y posibilidades a las nuevas generaciones.
Producir, sembrar, crear, estudiar, respetar las libertades individuales sin imponer ideales o fanatismos, son las acciones para lograr una mejor y justa manera de que nuestras nuevas generaciones reciban las fichas de póker suficientes, léase “autoestima”, para ser parte del progreso. Si proyectamos la actualidad el futuro matemáticamente calculado provoca pánico, si por el contrario brindamos las herramientas necesarias a los jóvenes les estaremos dando los recursos necesarios para que puedan crear su porvenir.
«Los métodos son la mayor riqueza del hombre»
Lo decía Nietzche, en cambio Sarmiento acuñó la frase «la letra con sangre entra». El esfuerzo vale pero su resultado se multiplica utilizando los mejores métodos, que son los verdaderos facilitadores de la acción. El que se mata trabajando produce rendimientos decrecientes, puede agregar más tiempo a su tarea pero cada vez rendirá menos. El que posee los mejores métodos logrará ser productivo, lo que consiste en poder hacer más en menos tiempo.
El hacha es el cerebro
Había un hachero que empezó a trabajar en una maderera. El capataz le dio un hacha y le designó una zona. El hombre salió al bosque a talar. En un solo día cortó 18 árboles. Se decidió a mejorar su desempeño; así que esa noche se acostó bien temprano, se levantó antes que nadie y fue al bosque. A pesar de su empeño, no consiguió cortar más que 15. Me debo haber cansado pensó y decidió acostarse temprano. Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día no llegó a la mitad. Al día siguiente fueron 7 y el último día estuvo todo el día tratando de voltear un árbol. El hachero tenía la autoestima por el suelo, asé que se acercó a contarle al capataz lo que le pasó mientras se esforzaba al límite de desfallecer. El capataz le preguntó: -¿Cuándo afilaste tu hacha ? -¿Afilar? No tuve tiempo, estuve muy ocupado cortando árboles. Otro hachero con el mismo esfuerzo, dedicación y un hacha parecida cortaba 15 árboles por día. Hay que afilar el cerebro para que crezca la autoestima.
Los componentes de la inteligencia deben estar armoniosamente combinados para mantener alta la autoestima. Una persona aumenta su autoestima cuando usa su poder interior en forma inteligente. Es decir cuanto tiene muy claros sus objetivos, entrena su capacidad, cuida su herramientas de trabajo, suma los mejores métodos, y trabaja en equipo, rodeándose de gente valiosa y hasta más capaz que él.