Esta frase de Sarmiento pone en evidencia fallas del Padre de la educación, la contradicción entre la espada, la pluma y la palabra que figura en la prosa del himno que lo inmortaliza, porque proponía duros castigos a los alumnos que no respetaban las normas del colegio.
En 1947 la Conferencia Interamericana de Educación estableció como Día Panamericano del Maestro al 11 de septiembre en homenaje a su fallecimiento. De origen humilde, sabía leer y escribir a los 5 años y a los 15 ya era maestro. El reglazo en la mano, el tirón de orejas, estar parado en una esquina del salón mirando hacia la pared, etc., son algunos de los castigos que ya no tienen espacio. Pero lo que sí parece haber ganado un lugar es el maltrato psicológico que rebaja la autoestima de los jóvenes.
El aporte de las neurociencias. En plena revolución del conocimiento una persona promedio sabe más sobre cómo funciona su auto que sobre su propio cerebro. Inclusive quienes deciden en materia de educación y encaran reformas pedagógicas ignoran los avances de las neurociencias.
Si resucitara un médico del siglo pasado e ingresara a un quirófano se sentiría perdido entre computadoras, luces, ruidos, imágenes y robots que hasta hacen invisible al paciente. La medicina se ha transformado a través de la computación, la bioingeniería y la biología molecular. Por el contrario, si resucitara un maestro, se sentiría muy a gusto con las aulas de hoy, sus pupitres, gradas, pizarras y sus clases magistrales.
Es necesario divulgar los avances de las neurociencias para que políticos, directivos, docentes, padres y alumnos, sepan que es posible hacer del aula el gran laboratorio de la sociedad. Educar es la industria pesada de cualquier país porque fabrica los ciudadanos del futuro.
El valor de la lectura. El cerebro produjo el lenguaje desde los albores de la humanidad, pero la lectura tiene 6000 años y el alfabeto 3800. Son adquisiciones mu recientes y no es posible que el cerebro haya cambiado tanto sino que áreas que siempre existieron se reciclaron para aprender a leer y a procesar textos gracias a su “plasticidad”. Hay un componente genético que tolera la variabilidad. Ante cambios en el ambiente el cerebro adapta sus partes para nuevos usos, por ejemplo, identifica un mismo objeto en condiciones de luz y sombra diferentes. Esa capacidad le permite reconocer las letras aunque la escritura asuma formas diferentes. El sistema visual permitió desarrollar la lectura, pero también le impuso restricciones. Por ejemplo, la velocidad de lectura tiene como límite el tiempo que tardan los ojos en “saltar” de una palabra a otra y la capacidad del campo visual. Pero con un texto móvil computarizado que presenta frases se evita que el ojo deba saltar. Se puede llegar a leer 1500 palabras por minuto y con mayor comprensión. La velocidad de lectura encuentra su límite en la visión pero no en el procesamiento cerebral.
En febrero de 1676, Newton escribió una frase que se haría célebre: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado en los hombros de gigantes”. Desde entonces se repite para subrayar la importancia de la lectura. Es muy duro avanzar en la vida a los golpes, sólo con la experiencia.
Aprender a leer. Una de las tareas más complejas que debe realizar el hombre, es el tallado del alfabeto en su cerebro.
La lectura es la mejor gimnasia para el cerebro y el motor de la civilización y la cultura. Los genes brindan los instintos, las reacciones y los movimientos, pero el tallado del alfabeto en el cerebro representa la victoria de la mente y del espíritu sobre la materia. Los genes que definen la conducta dejan para el cerebro la sensibilidad ante la experiencia. ¿Por qué el niño indefenso al nacer se convierte luego en el dominador del universo? Por su capacidad de leer y comunicarse con los demás de una manera que ninguna otra especie puede hacerlo.
La lectura se desarrolló en sólo 6000 años pese a que el hombre tiene 200.000 de existencia. Por lo tanto no es el producto de la evolución natural sino de una capacidad latente que evolucionó. Fue la invención de la escritura lo que produjo la lectura. Los niños aprenden hoy en 2 años lo que demandó muchas generaciones conseguir. Para eso se modifican y reorientan áreas que incorporan el hábito de la lectura. El desarrollo lingüístico y visual es su condición previa. El niño nace con la capacidad de reconocer objetos que más adelante lo ayudarán reconocer letras.
También posee un circuito para el habla. Primero comienza fotografiando palabras, así puede grabar la imagen escrita de algunas marcas. Luego aprende a decodificar las letras o grafemas en sus sonidos o fonemas. Y por último logra el reconocimiento global de las palabras en forma veloz y automática. Encandilados por la primera etapa, el método global de enseñanza de la lectura, consideró que aprendía mejor presentándole palabras.
La falsa lectura. El niño empieza reconociendo a las palabras por su forma, sin prestar atención a las letras ni a los sonidos. Recién cuando aprende a conectar los grafemas con los fonemas puede leer palabras que desconoce. La verdadera lectura comienza cuando puede advertir en forma explícita los diferentes sonidos del habla. La conciencia fonológica debe ir acompañada del aprendizaje del código alfabético.
Hay ejercicios para lograrlo como decirle que saque la primera letra de una palabra y pedirle que la pronuncie. Por ejemplo la c de cola (ola). O preguntarle si las palabra torre y corre empiezan con el mismo sonido (no). Otro ejercicio es que diga cuántos sonidos tiene la sílaba pre (3). Un juego para hacer con los niños es pedirles que reemplacen una palabra por otra que cambia en el primer sonido (gato por pato).
Aprender el alfabeto cambia el cerebro. Las zonas cerebrales deben adecuarse y eso genera una fluidez verbal extraordinaria. El conocimiento del código escrito influye en alcanzar la conciencia fonológica. La última etapa es crear un diccionario mental de términos que se reconoce sin necesidad de deletrearlos y que se pueden captar con un solo golpe de vista y pasarlas a las áreas del significado y la pronunciación.
Mientras el niño trata a las palabras como imágenes ambos hemisferios colaboran, pero luego el hemisferio izquierdo se especializa. La conciencia fonológica permite incluso manejar mentalmente los sonidos de la lengua. La lectura amplifica la memoria verbal y los cerebros ya no serán los mismos. Mejora el reconocimiento visual, especializa a las neuronas y permite transferir aprendizajes hacia otras tareas,
El costo de la lectura. Como toda especialización, el lector ha cedido espacios que otrora dedicaba a otros menesteres. Por ejemplo ahora somos analfabetos en signos naturales que un primitivo dominaba a la perfección. El cerebro de un especialista en autos se activa mejor cuando ve un Mercedes Benz que ante otras imágenes. Es el costo que debe pagar el especialista. El cazador arrodillado sobre la tierra para detectar las huellas de su presa pudo haber sido el predecesor de la lectura, es el gesto intelectual más antiguo de la historia.
El reciclaje neuronal. La educación debe jugar a favor de los cambios, el niño primero debe reconocer los sonidos, luego asignarlos a las letras escritas y después de mucho tiempo establecer una ruta directa a las palabras. Las neurociencias no prescriben el modo de hacerlo pero el cerebro tiene límites que no se pueden superar. No es una tarea fácil aunque muchos crean que alcanza con mirar la palabra, eso lo hacen los adultos porque han transferido al inconsciente la tarea y lo hacen en forma automática. Los promotores de la lectura global niegan los avances de la neurociencia y proponen asociar cada palabra con su imagen o concepto. Para ellos el placer del niño es lo que vale y la excusa es que el silabeo lo atormenta. Es un error de sentido inverso al de la frase “la letra con sangre entra”. No se pueden saltear etapas, hay que pasar por eso. La prueba es que el niño lee más lentamente una palabra corta que una larga, pero el adulto no, pero llega a reconocer más rápido la palabra que las letras porque ya creó una jerarquía. Tampoco es cierto que en minúscula se lea más rápido por el reconocimiento de las formas, ya que la caja de letras del cerebro es invariante al tipo de presentación y la diferencia puede estar en la costumbre de leer con minúsculas. Tampoco es la forma sino los parecidos de las letras lo que confunde. Enseñar a leer por palabras es un error derivado de ver que el adulto lo hace. Lo hace por experiencia.
Los experimentos muestran que niños aprenden más rápido con el método global pero luego se olvidan o se confunden con nuevas palabras. Los que usan el método fonológico progresan todos los días y hasta pueden leer palabras nuevas. La autoenseñanza, aprender a leer leyendo, es el camino hacia la lectura independiente, donde los vínculos neuronales entre sonidos y significados crecen sin una enseñanza explícita.
El cerebro es un todo. Leer es asociar un concepto abstracto a una realidad tangible. El hemisferio derecho es analógico con lo real, el izquierdo lo interpreta. Una mesa es parte de la realidad, el símbolo “mesa” es un signo que la representa. Los hemisferios se conectan por el cuerpo calloso, un cable de millones de fibras nerviosas. Al aprender a leer, el niño avanza de lo conocido y concreto a lo desconocido y abstracto.
La educación debe encauzar su desarrollo con modelos. La mejor educación es el ejemplo y no “haz lo que te digo, pero no lo que yo hago”. El niño es un gran imitador. Generar en la edad de los principios la curiosidad lo hará joven para siempre, porque el niño es el padre del hombre
Según un estudio las personas que leen por placer son más propensas a manifestar satisfacción con su vida, a sentirse más creativas, menos tendientes a la depresión y tienen más alta su autoestima. Leer nos hace sentir menos solos. La lectura ofrece modelos más ricos y una perspectiva renovada. Ensancha el repertorio de vías de acción y de actitud. La gente que lee encuentra la toma de decisiones más fácil, como también planificar y priorizar. En 20 minutos menos de recorrer Facebook se pueden leer 50 páginas de un libro. El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, lanzó un desafío. Propone leer un libro cada 2 semanas con énfasis en lecturas que permitan comprender nuevas culturas, creencias, historias y tecnologías. Medio millón de personas leen los libros. “Uno llega a ser grande no por lo que escribe, sino por lo que lee”, dijo Borges.
Desde la década del cerebro (1990-2000) las neurociencias observa al cerebro mientras piensa y saben cómo funciona. La neuroeducación aplica esos conocimientos para optimizar el rendimiento, entrenando la mente en procesos de aprendizaje, creatividad e innovación. Mediante un pensamiento sistémico integrador de las funciones de Percepción, Memoria, Comunicación e Inteligencia, un desarrollo holístico de la actividad cerebral para potenciar y coordinar los hemisferios cerebrales, con la fórmula de Nietzche según la cual “los métodos son la mayor riqueza el hombre”; se puede generar una sinergia positiva según la cual el todo supere a la sumatoria de las partes.
El sentido común. Las neurociencias han descubierto en los lóbulos frontales una zona de convergencia, un espacio neuronal global que permite realizar las tres actividades fundamentales del cerebro: 1- sintetizar la actividad de los cinco sentidos, 2-memorizar lo que ocurre después de que algo se ha desvanecido, 3- reflexionar e imaginar nuevas formas de alcanzar un objetivo. Todo esto se realiza gracias a una red de conexiones neuronales de larga distancia. Es en esta fábrica de ideas donde todo se mezcla y donde surgen las invenciones. Fue la lectura la que posibilitó que los signos se conectaran con representaciones auditivas y orales de la lengua y que se pudieran conectar en pensamientos con un don clave: la recombinación mental. Tomar a la lectura como una ciencia es el aporte más valioso que como herencia podemos legar a las nuevas generaciones.
Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem, mail de contacto [email protected]